sábado, 26 de marzo de 2022

Dejar ir el orgullo 26 de marzo de 2022 Sábado de la Tercera Semana de Cuaresma

 



Reflexiones Católicas Diarias
¡Mi vida católica!

Dejar ir el orgullo
26 de marzo de 2022
Sábado de la Tercera Semana de Cuaresma
Lecturas para Hoy

“Dos personas subieron al área del templo a orar; uno era fariseo y el otro recaudador de impuestos. El fariseo tomó su posición y se dijo a sí mismo esta oración: 'Oh Dios, te doy gracias porque no soy como el resto de la humanidad, codicioso, deshonesto, adúltero, ni siquiera como este recaudador de impuestos'”. Lucas 18:10– 11

El orgullo y la justicia propia son bastante feos. Este Evangelio contrasta al fariseo y su fariseísmo con la humildad del recaudador de impuestos. El fariseo se ve justo por fuera e incluso es lo suficientemente orgulloso como para hablar de lo bueno que es en su oración a Dios cuando dice que está agradecido de no ser como el resto de la humanidad. Ese pobre fariseo. Poco sabe él que está bastante ciego a la verdad.

El recaudador de impuestos, en cambio, es veraz, humilde y sincero. Gritó: “Oh Dios, ten misericordia de mí, pecador”. Jesús aclara que el recaudador de impuestos, con esta humilde oración, se fue a su casa justificado pero el fariseo no.

Cuando somos testigos de la sinceridad y humildad de otro, nos conmueve. Es una vista inspiradora de ver. Es difícil criticar a alguien que expresa su pecaminosidad y pide perdón. La humildad de este tipo puede conquistar incluso a los corazones más endurecidos.

¿Y qué me dices de ti? ¿Esta parábola está dirigida a ti? ¿Llevas la pesada carga de la justicia propia? Todos nosotros lo hacemos al menos hasta cierto punto. Es difícil llegar sinceramente al nivel de humildad que tenía este recaudador de impuestos. Y es muy fácil caer en la trampa de justificar nuestro propio pecado y, como resultado, volvernos a la defensiva y ensimismados. Pero todo esto es orgullo. El orgullo desaparece cuando hacemos dos cosas bien.

Primero, tenemos que entender la misericordia de Dios. Comprender la misericordia de Dios nos libera para apartar la vista de nosotros mismos y dejar de lado la justicia propia y la autojustificación. Nos libera de estar a la defensiva y nos permite vernos a nosotros mismos a la luz de la verdad. ¿Por qué? Porque cuando reconocemos la misericordia de Dios por lo que es, también nos damos cuenta de que incluso nuestros pecados no pueden alejarnos de Dios. De hecho, cuanto mayor es el pecador, ¡más merece ese pecador la misericordia de Dios! Entonces, comprender la misericordia de Dios en realidad nos permite reconocer nuestro pecado.

Reconocer nuestro pecado es el segundo paso importante que debemos dar si queremos que nuestro orgullo desaparezca. Tenemos que saber que está bien admitir nuestro pecado. No, no tenemos que pararnos en la esquina de la calle y decirles a todos los detalles de nuestro pecado. Pero tenemos que reconocerlo ante nosotros mismos y ante Dios, especialmente en el confesionario. Y, a veces, será necesario reconocer nuestros pecados a los demás para poder pedirles perdón y misericordia. Esta profundidad de humildad es atractiva y gana fácilmente los corazones de los demás. Inspira y produce buenos frutos de paz y alegría en nuestros corazones.

Así que no tengas miedo de seguir el ejemplo de este recaudador de impuestos. Trate de tomar su oración de hoy y decirla una y otra vez. ¡Que se convierta en tu oración y verás los buenos frutos de esta oración en tu vida!

Oh Dios, ten piedad de mí, pecador. Oh Dios, ten piedad de mí, pecador. Oh Dios, ten piedad de mí, pecador. Jesús, en Ti confío.




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