miércoles, 31 de agosto de 2022

PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN DÍA 1 DE SEPTIEMBRE


PARA TENER EL ESPÍRITU DE ORACIÓN Y DEVOCIÓN

Pensamiento bíblico:

De la Carta a los Romanos: «Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde. No os tengáis por sabios. A nadie devolváis mal por mal. Procurad lo bueno a toda la gente. En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo» (Rm 12,14-18).

Pensamiento franciscano:

Dice san Francisco en su primera Regla: -Los hermanos guárdense de calumniar y de contender de palabra; empéñense, más bien, en guardar silencio. Y no litiguen entre sí ni con otros, sino procuren responder humildemente. No se irriten, porque todo el que se irrite contra su hermano, será reo en el juicio. Y ámense mutuamente, como dice el Señor: Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado (cf. 1 R 11,1-5).

Orar con la Iglesia:

Alabemos a Dios uno y trino, y presentémosle nuestras peticiones confiados en la intercesión de Jesucristo.

-Dios de misericordia, concédenos el espíritu de oración y de penitencia, y danos un verdadero deseo de amarte a ti y de amar a nuestros hermanos.

-Concédenos también ser constructores de tu reino, para que abunde la justicia y la paz en la tierra.

-Haz que sepamos descubrir la bondad y hermosura de tu creación, para que su belleza se haga alabanza en nuestros labios.

-Perdónanos por haber ignorado la presencia de Cristo en los pobres, los sencillos, los marginados.

-Perdona igualmente nuestros pecados de omisión por no haber atendido a tu Hijo en esos hermanos nuestros.

Oración: Señor, Padre santo, ayúdanos a librarnos de la seducción del pecado, a amarte en nuestros hermanos y a bendecirte por tu creación. Te lo pedimos por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

 

Jaculatoria

 


Cristo se refería al Templo de su propio Cuerpo

 



Cristo se refería al Templo de su propio Cuerpo


Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días.

Creo que en esta frase los judíos representan a los hombres carnales, entregados a la vida de los sentidos. Indignados al ver que Jesús había arrojado a los que con sus actos convertían la casa del Padre en lugar de negocios, pedían al Hijo de Dios, a quien ellos no reconocían, un signo con el que probara su autoridad para obrar de esta forma. El Salvador les dio entonces una respuesta en la que se refería tanto a su cuerpo como al templo sobre el que ellos preguntaban. En efecto, al decir ellos: ¿Qué señal nos das que justifique lo que haces?, Jesús responde: Destruid este templo y yo lo levantaré en tres días.

Según mi parecer, tanto el templo como el cuerpo de Cristo pueden llamarse, con toda verdad, figura de la Iglesia, pues la Iglesia, construida de piedras vivas, edificada como templo del Espíritu, formando un sacerdocio sagrado, cimentada sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, y teniendo al mismo Cristo Jesús como piedra angular, puede llamarse templo con toda razón. Por ello la Escritura afirma de los fieles: Vosotros sois cuerpo de Cristo, y sois miembros unos de otros. Por tanto, aunque el buen orden de las diversas piedras viniera a derribarse, aunque los huesos de Cristo fueran dispersados por las embestidas de la persecución, o los tormentos con que nos amenazan los perseguidores pretendieran destruir la unidad de este templo, el templo sería nuevamente reconstruido y el cuerpo resucitaría al tercer día, es decir, pasado el día del mal que se avecina y el de la consumación que lo seguirá.

DIRECTORIO FRANCISCANO La Oración de cada día EL ROSARIO, CON LOS MISTERIOS COMENTADOS E ILUSTRADOS



Rezo del Santo Rosario

V. En el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo.
R. Amén.

V. Dios mío, ven en mi auxilio.
R. Señor, date prisa en socorrerme.

V. Gloria al Padre...
R. Como era en el principio...

Los misterios que hemos de contemplar son

Jueves:
LOS MISTERIOS LUMINOSOS

Primer misterio: El bautismo de Jesús en el río Jordán.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Segundo misterio: Jesús y María en las bodas de Caná.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Tercer misterio: Jesús anuncia el Reino de Dios e invita a la conversión.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Cuarto misterio: La transfiguración de Jesús en el monte Tabor.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

Quinto misterio: La institución de la Eucaristía.
Un Padrenuestro, diez Avemarías y Gloria.

[Terminado el rezo de los misterios correspondientes, suele saludarse a la Virgen en sus "tres purezas" y recitarle la Salve:]

V. Virgen purísima antes del parto.
R. Purifica nuestros pensamientos.
Avemaría

V. Virgen purísima en el parto.
R. Purifica nuestras palabras.
Avemaría

V. Virgen purísima después del parto.
R. Purifica nuestras obras y deseos.
Avemaría

Para más obligar a la Virgen santísima, saludémosla con una "Salve": Dios te salve...

Oremos:

Derrama, Señor, tu gracia sobre nosotros, que, por el anuncio del ángel, hemos conocido la encarnación de tu Hijo, para que lleguemos, por su pasión y su cruz, a la gloria de la resurrección. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

O bien, cuando se rezan los misterios luminosos:
Dios todopoderoso y eterno, luz de los que en ti creen, que la tierra se llene de tu gloria y que te reconozcan los pueblos por el esplendor de tu luz. Por Jesucristo, nuestro Señor. Amén.

V. Ave María Purísima.
R. Sin pecado concebida.










 

Raoul Follereau: «Denme el dinero de un día de bombardeos para acabar con la lepra en el mundo»

 


Raoul Follereau: «Denme el dinero de un día de bombardeos para acabar con la lepra en el mundo»

Raoul Follereau, el "apostol de los leprosos"

La mayoría de las personas seguramente no han oído hablar de Raoul Follereau. Sin embargo, sí han oído hablar de la Jornada Mundial de la lepra. Seguramente también habrán oído hablar que la lepra es como una enfermedad más, que tiene cura, y que su cura no es necesariamente cara.

El que está detrás de esta jornada mundial y del conocimiento popular de que la lepra es curable se debe en gran medida a Raoul Follereau, un católico francés, licenciado en Filosofía y Derecho, poeta, periodista, abogado... conocido también como el “Apóstol de los leprosos” o el “Vagabundo de la caridad”.

Su vida estuvo fuertemente marcada por su compromiso con la fe cristiana y por Charles de Foucauld. También fue uno los mayores ‘pacificadores’, más que ‘pacifistas’, del siglo XX, entre cuyas iniciativas se encontraba pedir a los presidentes de los Estados Unidos y de la Unión Soviética que le donaran un día de bombardeos para dedicarlo a los enfermos de lepra.

Raoul Follereau nació en Nevers, Francia, el 17 de agosto de 1903, y ya con15 años, y con motivo de un homenaje a las víctimas de la I Guerra Mundial, proclamó que “¡Vivir es ayudar a otros a vivir!”, haciendo de esta máxima el lema que de toda su vida.



Raoul Follereau no tenía miedo a abrazar a los leprosos

Charles de Foucauld y los leprosos

Los leprosos se hicieron presentes en su vida durante un viaje Africa, en 1935. El diario argentino La Nación le contrató para hacer una serie de reportajes sobre la vida de Charles de Foucauld, el cual había sido asesinado en Argelia el 1 de diciembre de 1916. La “casualidad” hizo que su coche se estropeara y en ese momento descubrió que unos ojos le observaban desde la distancia: unos rostros africanos hambrientos y llenos de miedo. Follereau intentó acercarse a estos hombres, pero ellos salieron corriendo. Entonces le preguntó al chófer quiénes eran, y éste le respondió simplemente “leprosos”. Pero ¿y qué hacían ahí? Y la respuesta volvió a ser la misma: “Son leprosos”.

Su vida cambió ese día, y como él mismo explicó en alguna ocasión: “Fue cuando decidí no luchar más que por una sola causa durante toda mi vida: la de esos millones de hombres a los que nuestra ignorancia, nuestro egoísmo y nuestra cobardía han convertido en leprosos”.

Llamado a cambiar la historia

La historia de su vida es muy clara. Es un hombre que hizo una opción por los leprosos, “unas personas que además de tener lepra les consideramos leprosos”. Pero antes de dedicarse a ellos, formó parte de una generación denominada “Inconformistas de los años treinta”.

Para él, “el poeta tiene que cumplir un papel social eminente y serio. Es en cierto modo, más que todos los hombres de acción, un líder, un guía de las almas”.

Pensando en las “élites jóvenes”, fundó la Liga Unión Latina, y en menos de cinco años, ayudó a publicar obras a más de 100 autores y promovió a más de 300 actores de teatro tanto franceses como extranjeros. Amén de conciertos, exposiciones... Y todo el objetivo de contribuir al fortalecimiento de la paz en el mundo.



Raoul Follerau con enfermos de lepra en África.

Tras su primera experiencia con los leprosos y que le cambiaría la vida, “papá Raoul”, como le conocían, quiere ser testigo de la realidad de la lepra en todo el mundo.

Pasó gran parte de su vida viajando, siempre acompañado de mujer Madeleine Boudou, para para adaptar la ayuda a problemas reales. Ciertamente no fue el primero en consagrarse a esta misión, antes ya lo habían hecho médicos y misioneros, pero lo hizo como testigo, como reportero, denunciando ante la opinión pública francesa y mundial la exclusión que sufren los leprosos: “No están cerca del cementerio. Están dentro... miserables y mudos... No se han movido y no han dicho nada. Han sobrepasado el límite mismo de la desesperación…”.

En 1942, en un encuentro con las Hermanas Misioneras de Nuestra Señora de los Apóstoles, en Vénissieux, quedó fascinado por la historia de la Madre General sobre los leprosos de Costa de Marfil, y en abril del mismo año, inició un ciclo de conferencias para recaudar dinero y construir la primera aldea para leprosos, en Adzopé, en Costa de Marfil.

Llamamientos a Estados Unidos y a la Unión Soviética

Raoul era consciente de la gran responsabilidad que tenían los gobernantes del mundo a la hora de vivir en paz o en guerra, en acabar con el hambre y la enfermedad o vivir en la justicia social. Por eso, siempre que pudo presionó para que pusieran su influencia y capacidad al servicio de la paz.

En 1944 pidió al presidente norteamericano Roosevelt que “prolongara imaginariamente” la guerra por un día y que los millones de dólares que habría costado ese día de guerra los donara a los leprosos.

Unos años después, en 1954, creó el Día Mundial de la Lepra y un año más tarde escribió al general Eisenhower, Presidente de los Estados Unidos, y a Gueorgui Malenkov, primer ministro de la Unión Soviética, pidiéndoles a cada uno de ellos el costo de un bombardero para curar a todos los leprosos del mundo. Tampoco obtuvo respuesta.

Quizá el llamamiento más sonado fue su campaña “Dadme dos bombarderos”, en 1959. En aquel momento volvió a interpelar a Estados Unidos y la Unión Soviética, pidiéndoles renunciar a un avión y poner su coste a disposición de la batalla contra la lepra.

Los jóvenes y la paz

Su preocupación por los jóvenes era manifiesta desde el inicio. Él sabía que eran el futuro, y que este estaba en sus manos. Quizá por eso otra de sus máximas más conocidas es la de que “nadie tiene derecho a ser feliz a solas”. Les escribió 14 “mensajes”, pidiéndoles que “no acepten una forma de existencia que sea una renuncia perpetua del hombre...”. “Sed vencidos o indignados pero nunca neutrales, indiferentes, resignados”.

Por eso, ante la ausencia de respuesta de americanos y soviéticos, en 1964, invitó a todos los jóvenes del mundo a escribir a la ONU para que dedicaran a la paz el presupuesto de un día de guerra. Más de tres millones de jóvenes de 125 países enviaron una postal a la ONU. En ellas se leía: “Nosotros, jóvenes de catorce a veinte años, hacemos nuestro el llamamiento Un día de guerra para la paz dirigido por Raoul Follereau a la Organización de las Naciones Unidas, y nos comprometemos a apelar, llegado el momento, a nuestros derechos civiles y políticos para procurar su éxito”.

También creó la ILEP, una federación internacional de asociaciones que luchan contra la lepra, y con ella buscó armonizar, difundir y coordinar las acciones de todos los implicados en la lucha contra la lepra.



Enfermos de lepra en la actualidad.

Un católico convencido

Escribía Luciano Ardesi hace unos años en Mundo Negro que “para él, el motivo más profundo para la acción era el amor, el amor centrado en Dios; pero su fe, sin dogmatismos y rica en valores, lo llevará a aproximarse con facilidad a los no creyentes o a los seguidores de otras religiones”.

Y es que su lucha no era un “no a la guerra” al estilo demagógico y populista. Raoul Follereau buscaba la conversión del corazón y de la conciencia de todos los hombres. La bonanza económica debía estar acompañada con el corazón abierto y generoso: frente al egoísmo y el lucro, él oponía el amor y la justicia. La situación en la que vivían sus leprosos, así como todos los pobres eran consecuencia de actitudes individualistas. Y ese es un mal del que también sufren los cristianos practicantes, a los que llamaba “pequeños burgueses de la eternidad”, muchos de ellos detallistas y exquisitos en la liturgia, pero con corazones de piedra: “Estos cristianos son personas no evangelizadas. Aún deben aprender a amar”. Y frente a ellos, “papá Raoul” no tenía ningún problema en estrechar las manos y abrazar a los leprosos.




Creó la Jornada Mundial de los Enfermos de Lepra para conseguir su desarrollo integral, llegando a celebrarse por primera vez y desde entonces, el último domingo de enero de 1954, cuando en las iglesias se leía el pasaje evangélico en que Jesús cura al enfermo de lepra. Todos los papas apoyaron su iniciativa.

En España, Raoul Follereau fundó la asociación Amigos de los Leprosos, y esta tuvo su primera sede en la revista Mundo Negro, pues su responsable fue también el director de la revista, el P. Romeo Ballan. La revista y la editorial de los combonianos publicó siempre sus mensajes y sus libros, así como organizar las diferentes campañas de sensibilización.

Raoul Follereau, después de 32 viajes alrededor del mundo para encontrar a los más excluidos, 14 mensajes a los jóvenes e innumerables iniciativas para construir un mundo más justo y más humano, el Vagabundo de la caridad murió en París, el 6 de diciembre de 1977.

Fuente: Religion en Libertad

LECTURA BREVE Rm 8, 35. 37

 



 LECTURA BREVE   Rm 8, 35. 37


¿Quién podrá apartarnos del amor de Cristo? ¿La aflicción? ¿La angustia? ¿La persecución? ¿El hambre? ¿La desnudez? ¿El peligro? ¿La espada? En todo esto vencemos fácilmente por aquel que nos ha amado.

MI VISITA A JESÚS SACRAMENTADO

 


MI VISITA A
JESÚS SACRAMENTADO


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[Visita a Jesús Sacramentado. Estampa religiosa antigua]
Actos de adoración:
Vengo, Jesús mío, a visitarte.
Te adoro en el sacramento de tu amor.
Te adoro en todos los Sagrarios del mundo.
Te adoro, sobre todo, en donde estás más abandonado y eres más ofendido.
Te ofrezco todos los actos de adoración que has recibido desde la institución de este Sacramento y recibirás hasta el fin de los siglos.
Te ofrezco principalmente las adoraciones de tu Santa Madre, de San Juan, tu discípulo amado, y de las almas más enamoradas de la Eucaristía.
Gloria al Padre, gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.
Ángel de mi Guarda, ve y visita en mi nombre todos los Sagrarios del mundo.
Di a Jesús cosas que yo no sé decirle, y pídele su bendición para mí.

Actos de fe:
Creo, Jesús mío, que eres el Hijo de Dios vivo que has venido a salvarnos.
Creo que estás presente en el augusto Sacramento del Altar.
Creo que estás, por mi amor, en el Sagrario noche y día.
Creo que has de permanecer con nosotros hasta que se acabe el mundo.
Creo que bendices a los que te visitan, y que atiendes los ruegos de tus adoradores.
Creo que eres el viático de los moribundos que te aman para llevarlos al cielo.
Creo en Ti, y creo por los que no creen. (Comunión espiritual).

Actos de esperanza:
Espero en Ti, Jesús mío, porque eres mi Dios y me has creado para el cielo.
Espero en Ti, porque eres mi Padre. Todo lo he recibido de tu bondad. Sólo lo malo es mío.
Espero en Ti, porque eres mi Redentor.
Espero en Ti, porque eres mi Hermano y me has comunicado tu filiación divina.
Espero en Ti, porque eres mi Abogado que me defiendes ante el Padre.
Espero en Ti, porque eres mi Intercesor constante en la Eucaristía.
Espero en Ti, porque has conquistado el cielo con tu Pasión y muerte.
Espero en Ti, porque reparas mis deudas.
Espero en Ti, porque eres el verdadero Tesoro de las almas.
Espero en Ti, porque eres tan bueno que me mandas que confíe en Ti bajo pena de condenación eterna.
Espero en Ti, porque siempre me atiendes, y me consuelas, y nunca has defraudado mi esperanza.
¡Sagrado Corazón de Jesús, en Ti confío!

Actos de caridad:
Te amo, Jesús mío, y te amo con todas las veras y como a nadie.
Porque Tú me has amado infinitamente,
Porque Tú me has amado desde la eternidad.
Porque Tú has muerto para salvarme
Porque Tú no has podido amar más.
Porque Tú me has hecho participante de tu divinidad y quieres que lo sea de tu gloria.
Porque Tú te entregas del todo a mi en la Comunión.
Porque Tú me das en manjar tu Cuerpo y en bebida tu Sangre.
Porque Tú estás siempre por mi amor en la Santa Eucaristía.
Porque Tú me recibes siempre en audiencia sin hacerme esperar.
Porque Tú eres mi mayor Amigo.
Porque Tú me llenas de tus dones.
Porque Tú me tratas siempre muy bien, a pesar de mis pecados e ingratitudes.
Porque Tú me has enseñado que Dios es Padre que me ama mucho.
Porque Tú me has dado por Madre a tu misma Madre.
¡Dulce Corazón de Jesús, haz que te ame cada día más y más!
Dulce Corazón de Jesús, sé mi amor.
Te amo por los que no te aman.
Te amo por los que nunca piensan en Ti.
Te amo por los que no te visitan.
Te amo por los que te ofenden e injurian.
¡Que pena por esto!
Te amo y te digo con aquel tu siervo:
¡Oh Jesús, yo me entrego a Ti para unirme al amor eterno, inmenso e infinito que tienes a tu Padre celestial! ¡Oh Padre adorable! Te ofrezco el amor eterno, inmenso e infinito de tu amado Hijo Jesús, como mío que es. Te amo cuando tu Hijo te ama. (S. Juan Eudes).

Actos de contrición:
¡Jesús mío, misericordia!
Jesús mío; te pido perdón por los muchos pecados que he cometido durante mi vida.
Por los de mi niñez y adolescencia.
Por los de mi juventud.
Por los de mi edad adulta.
Por los que conozco y no conozco.
Por lo mucho que te he disgustado con ellos.
Por lo mal que me he portado contigo.
Siento mucho haberte ofendido.
¡Perdóname, perdóname, perdóname!
Perdóname según tu gran misericordia.
Perdóname por lo ingrato que he sido para Ti.
Perdóname y no quieras ya acordarte de mis pecados.
Perdóname y limpia mi alma de toda basura e infidelidad.
Perdóname y ten misericordia de este pobre pecador.
Perdóname, porque estoy muy arrepentido.
Perdóname, que quiero ser bueno en adelante con tu divina gracia.
Perdóname y aparta tu rostro de mis ingratitudes.
Perdóname, que me causan mucho miedo mis pecados.
Perdóname, porque me reconozco pecador y reo.
Perdóname, porque no obstante Tú sabes que te quiero mucho.
Jesús, sé para mí Jesús.
Madre mía, intercede por mí ante tu divino Hijo Jesús.
¡Dulce Corazón de María, sé mi salvación!

Actos de gratitud:
Oh Jesús, te doy rendidas gracias por los beneficios que me has dado.
Yo no sabré nunca contarlos sino en el cielo, y allí te los agradeceré eternamente.
Padre Celestial, te los agradezco por tu Santísimo Hijo Jesús.
Espíritu Santo que me inspiráis estos sentimientos, a Ti sea dado todo honor y toda gloria.
Jesús mío, te doy gracias sobre todo por haberme redimido.
Por haberme hecho cristiano mediante el Bautismo, cuyas promesas renuevo.
Por haberme dado por Madre a tu misma Madre.
Por haberme dado un grande amor a tan tierna Madre.
Por haberme dado por Protector a San José, tu Padre adoptivo.
Por haberme dado al Ángel de mi Guarda.
Por haberme conservado hasta ahora la vida para hacer penitencia.
Por tener estos deseos de amarte y de vivir y morir en tu gracia.

Actos de súplica:

Te ruego, Jesús mío, que no me dejes, porque me perderé.
Que persevere siempre en tu amor.
Que estés siempre conmigo, sobre todo cuando esté en peligro de pecar, y en la hora de mi muerte.
Que no permitas que jamás me aparte de Ti.
Que sepa padecer con resignación por Ti.
Que no me preocupe sino de amarte.
Que ame también a mis prójimos.
Que ame mucho a los pecadores.
Que ame mucho a los pobres y a los enfermos.
Que ame mucho a las almas del Purgatorio. Que saque muchas almas del Purgatorio con mis obras, que te las ofrezco a este fin.
Que ampares a tu Iglesia.
Al romano Pontífice, tu Vicario visible en la tierra.
A los Prelados y a los Sacerdotes.
A los Religiosos y Religiosas.
A los que mandan en tu nombre.
A los que gobiernan nuestra nación
A nuestra querida patria.
A mis amados parientes y allegados.
Que pagues a mis bienhechores
Que favorezcas a los que ruegan por mí.
Que bendigas a los que me miren con indiferencia y no me quieran.
Que trabaje mucho por Ti hasta la muerte.
Que me concedas una muerte santa.
Que diga al morir: ¡Jesús, Jesús, Jesús!
Que me lleves al cielo cuando muera.
Amén.

[Adorno]
ORACIÓN FINAL

Jesús mío, échame tu bendición antes de salir, y que el recuerdo de esta visita, que acabo de hacerte, persevere en mi memoria y me anime amarte más y más. Haz que cuando vuelva a visitarte, vuelva más santo. Aquí te dejo mi corazón para que te adore constantemente y lo hagas más agradable a tus divinos ojos. 
Ver menos