365 Días con Santa Faustina
Reflexión 182: Sabiduría para penetrar en los secretos del orgullo
El orgullo puede consumirnos. Cuando lo hace, todo lo que pensamos es en nosotros mismos y en nuestro propio dolor. Tal vez usted puede relacionarse con esto. Tal vez te has encontrado con una herida y te sientas y te enfadas por esa herida. Crea amargura en tu corazón y buscas sanar esa herida. Pero cuando esto sucede, a menudo es nuestro orgullo el que nos lleva a remediar el daño a través de una forma de venganza, ira o autocompasión. Incluso podemos engañarnos a nosotros mismos al pensar que nuestro deseo de resolver nuestro problema y deshacernos del dolor está justificado por Dios. Pero si estás dispuesto a dejar que el Señor penetre en el secreto interior de tu alma, verás que tu motivación en muchas cosas es tu orgullo herido. Esta no es la solución. Lo que se necesita es Misericordia. La misericordia resuelve todos los problemas. Primero, debes buscar la Misericordia de Dios, luego debes ofrecerla incondicionalmente a los demás. No hay otra forma de resolver el dolor y la confusión presentes en tu alma. Esta es una lección difícil de aprender, pero necesaria (VerDiario #958).
¿Qué es lo que te motiva? Tal vez tengas alguna obsesión interior que parece que no puedes deshacerte. Tal vez permanezca en tu mente día y noche. Esté atento a esto e identifíquelo como su propio pecado. No dudes en humillarte al máximo y no tengas miedo de hacerte cargo del dolor que sientes. Señalar con el dedo a otro no cura y no remedia nada. Somos los únicos responsables como resultado de nuestro orgullo. Ver esto es una gracia de la Misericordia misteriosa e insondable del Señor.
Señor, no puedo deshacerme de la ira, el dolor y el dolor que siento a veces. Es abrumador y absorbente, sutil y engañoso. Pero es mi pecado, acechando dentro de mí, atrayéndome de Ti, impidiéndome un verdadero arrepentimiento. Señor, me arrepiento y te ruego que me humilles para poder amarte con todo mi ser. Jesús, en Ti confío.
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