miércoles, 27 de julio de 2022

Un “Virus” mutante y destructor

 






 

El virus del que hablaremos ha sido muy contagioso, ha ido mutando y tiene una capacidad de destrucción asombrosa. Este virus se ha vuelto pandémico alcanzando dimensiones globales. Es un virus que no ataca los cuerpos sino los espíritus; el mundo de la cultura y la civilización. Pues si bien las ideas no se matan, como dijo un personaje de las pampas argentinas, las ideas pueden matar. Se pensaba que este virus estaba superado, pero, como es mutante, ha tomado otras variantes. Nos referimos al comunismo. En efecto, es un virus de la cultura que en menos de dos siglos ha contagiado la mayor parte de la cultura occidental y ha mutado desde su cepa, el marxismo, pasando por el comunismo estalinista y leninista, el maoísmo, el marxismo de Gramsci, de Marcuse y te toda la escuela de Frankfurt y terminando en el wokismo, feminismo, y todas las variantes que irán apareciendo en el futuro, pues donde haya una diferencia, el virus del marxismo penetra para confrontar y destruir.

Sin embargo, en todas estas mutaciones hay tres elementos que permanecen como esencial al marxismo o el titulo que se le quiera dar según las variantes y estos elementos son noción de dialéctica, de alienación y del trabajo. En general, se aprecia más claramente las consecuencias de la aplicación de la dialéctica al plano económico, pero no se advierte la dialéctica y la alienación en el plano social y cultural, que es lo corriente en nuestros días. Sin embargo, hay países, como la Argentina, que está sufriendo del comunismo no solo su destrucción económica sino también cultural.

Es preciso, por lo tanto, que se conozca la naturaleza de este virus, para realizar acciones eficaces para desterrarlo, pues de otra manera terminara destruyendo la cultura y civilización humanas. Sin embargo, como advertía Pio XI “son muy pocos los que han podido penetrar en la verdadera naturaleza y los fines reales del comunismo”. Por eso, queremos brindar al lector, con este artículo, los elementos esenciales y sus raíces para poder desenmascararlo y erradicarlo. La enseñanza a la que acudimos para este artículo es la del gran pensador argentino, el padre Julio Menvielle. Él es uno de los pocos que han penetrado en la naturaleza y fines del comunismo y cuyas reflexiones han sido volcadas en dos libros: El comunismo en la revolución anticristiana El poder destructivo de la dialéctica comunista, los cuales según juicio de su dilecto discípulo el Dr. Carlos Sacheri. son los mejores escritos sobre el tema a nivel mundial[1].

Para comprender el marxismo y su actualidad publicaremos cuatro artículos sobre el tema; el primero que hemos titulado “un virus mutante y destructor”; el segundo, será titulado “la aplanadora del marxismo” ; el tercero será “Marx y Hitler coinciden”; el ultimo se titulara “Maquiavelo, ¡un poroto[2]!” Además, una vez leídos todos los artículos proponemos abrir un debate-taller en los comentarios para que el lector sepa encontrar el marxismo en el pensamiento actual, usando como disparador un artículo periodística, cuyo link colocamos a pie de página[3].

El poder destructor de la dialéctica marxista

Para entender el poder destructivo de la dialéctica comunista es preciso analizar la naturaleza y tendencias del hombre para tomar conciencia de lo que destruye. El hombre tiene una sola naturaleza con cuatro formalidades: la formalidad divina; la formalidad racional; la formalidad animal y la formalidad vegetal y mineral. Estas cuatro formalidades están articuladas en un ordenamiento jerárquico que asegura su unidad de dinamismo de subordinación y servicio. Y así el hombre es algo para sentir como animal; siente como animal para razonar como hombre; y razona como hombre, para amar a Dios.

Con tal naturaleza el hombre busca cuatro bienes esenciales en la sociedad: un bien teológico, un bien virtuoso, un bien económico y un bien de pura existencia. Estas cuatro formalidades se proyectan en cuatro funciones sociales en un ordenamiento jerárquico, en un dinamismo de servicio: a la formalidad de realidad responde la función económica de ejecución –trabajo, obrero- que procura el bien de pura existencia; a la formalidad de animal responde la función económica de dirección, capital, burguesía- que procura el bien económico; a la formalidad de hombre responde la función política que procura el bien virtuoso de la sociedad; por último, a la formalidad divina responde la función religiosa –sacerdocio- que procura el bien teológico.

A lo largo de la modernidad ha habido cuatro revoluciones que han negado progresivamente las formalidades y sus proyecciones sociales. Así, la revolución luterana es una rebelión de la política contra la religión, de la razón contra la fe; la revolución francesa es una rebelión de la burguesía contra la política, de lo sensible contra lo racional; por último, la revolución comunista es una rebelión del obrero contra el burgués, de lo material contra lo animal.

El comunismo es la última etapa de este proceso revolucionario moderno. Sobre las anteriores destrucciones este destruye lo ultimo que queda del hombre, su parte sensible, su parte económica. Para ello, acude al instrumento de la dialéctica. La dialéctica consiste en un continuado y necesario proceso siempre creciente de contradicciones que van creando la realidad. Marx toma de Hegel este concepto.

Hegel en La Ciencia de la Lógica parte de un ser indeterminado que se identifica con la nada y es fundamento de todo. Para Hegel el fundamento no tiene que tener ninguna diferencia. Por lo tanto, el ser es la pura nada, ausencia total de determinación. Hegel para adecuar a las cosas el concepto univoco de ser, -es decir Dios, el mundo, el hombre, la naturaleza-,  se ve obligado a introducir un no-ser, es decir, la diferencia o contradicción. Esto constituye el elemento más importante de la realidad: “el alma dialéctica que tiene todo lo verdadero en sí mismo, y por cuyo medio, ella solamente es lo verdadero”, dice Hegel.

Hegel funda así la realidad en el automovimiento dialectico. La realidad es un puro cambio, un proceso sin estructura permanente ni estable: “la verdad consiste en este movimiento del inmediato desaparecer del uno en el otro: el devenir”. Hay que pensar las cosas profundamente cambiantes y en camino, y no como estables y fijas. Hay que considerarlas dialécticamente y no metafísicamente. Además, para Hegel y Marx el universo y el hombre se crean a sí mismo, la nada crea al ser.

Esta concepción que hace que la realidad se automueva por contradicción explica el alto poder destructivo de la dialéctica de Hegel y Marx. Para Hegel la idea es el sujeto fundamental de todo el proceso dialectico. En cambio, para Marx la materia y las actividades económico-sociales constituyen y explican toda la realidad. Marx afirma que la materia se auto mueve y adquiere en ese movimiento grados más altos de perfección. Este movimiento se cumple por un proceso triádico de afirmación, negación y negación de la negación, o tesis, antítesis o síntesis.

Este proceso dialectico tiene tres momentos y Hegel lo explica con maestría literaria con la dialéctica del amo y del esclavo en su obra Fenomenología del EspírituEl primer momento de la dialéctica es la lucha entre dos hombres por la dominación de uno sobre otro. Uno es vencido y prefiere reconocer la superioridad del adversario y entregarse a su dominación. El resultado de la lucha es que el amo tiene más conciencia de ser amo y el esclavo, de ser esclavo. Luego, el amo domina al esclavo y en vez de tenerlo encadenado lo hace trabajar en su servicio y consigue así dominar también la naturaleza. Pero el amo, al depender del esclavo para sus servicios no puede gozar directamente de la naturaleza. Pues es el esclavo que, con su trabajo, transforma la naturaleza y a su vez es transformado por ella: se humaniza la naturaleza y se naturaliza la humanidad. Finalmente, a partir de la esclavitud el esclavo comienza su encumbramiento. El esclavo ha comprendido que, sin dejar de ser esclavo, ha de reconciliarse con su amo.

Los dos términos amo-esclavo que Hegel llama afirmación y negación están indisolublemente unidos. No hay amo sin esclavo ni hay esclavo sin amo. El esclavo, por su parte, no adquiere conciencia de su valor sino frente a su amo que lo tiene sujeto. La afirmación por su propia dinámica engendra la correspondiente negación. Es la negación el elemento más importante que hace progresar la dialéctica y la historia; pues la afirmación es solo un elemento conservador: “la contradicción es la raíz de todo movimiento y vitalidad; pues solo al contener una contradicción en si una cosa se mueve, tiene impulso y actividad”. Es el esclavo que revela el secreto de la verdadera libertad al amo. En el universo dinámico de Hegel la negación de la negación se constituye en otra afirmación y así indefinidamente hasta que la Idea alcanza con la religión y la filosofía la cumbre del Espíritu Absoluto.

La relación que existe entre la afirmación y la negación se llama alienación o la enajenación. La afirmación al negarse se aliena o enajena. El amo se ve en el esclavo como un opuesto a sí mismo, como un contrario, un extraño. Es una necesidad ineluctable que el Espíritu se aliene para avanzar y prosperar dialécticamente. Tanto la lógica como la naturaleza y la historia avanzan a fuerza de oponerse y negarse, de enajenarse y de extrañarse.

Hegel llama también mediación a esta contradicción en la cual el hombre se debate y que es causa motriz de su movimiento dialectico incesante. Para Hegel como para Marx un término absoluto aislado no tiene sentido: lo inmediato tiene que desdoblarse en otro termino que lo mediatice. Esta necesidad de la mediación para Hegel se debe a la necesidad de sobrepasar la fragmentación del pensamiento conceptual y de integrar todas las cosas en la unidad. Así, muerte-vida, desgracia-goce están indisolublemente ligados. El oficio de la mediación es instalarnos en el plano en que podamos captar por dentro esta ligazón viviente.

La dialéctica por lo tanto tiene tres características: la totalidad, la historicidad y la contradicción. La idea de totalidad, como acabamos de ver, encierra a todos los seres y acontecimientos del mundo, la sociedad y la historia y que esta reclamada por la esencia misma de la dialéctica. El marxismo con su interpretación de la historia pretende ilustrar al hombre moderno, sumergido en el mundo capitalista, sobre el sentido de la totalidad del Universo y de la historia hacia donde irremediablemente se dirige. La segunda característica es la historicidad. Todo cambia llevado por el empuje de la historia y ese progreso de la historia se da a través de la contradicción y de la lucha.

Los momentos de la dialéctica hegeliano-comunista son una transposición profunda de los misterios cristianos de la Trinidad y la Encarnación; Hegel lo hace en clave filosófica, Marx, en clave económico social. Hegel fue influenciado profundamente por el luteranismo. Todo el sistema de Hegel es profundamente teológico: “el comunismo -dice el p. Menvielle- tiene una raíz cristiana. No es un movimiento puramente pagano. Es una herejía del cristianismo hecha acción. El comunismo debe ser ubicado en un contexto cristiano.”

Hegel interpreta el misterio de la encarnación en clave dialéctica. El Hijo de Dios,- la afirmación-, se hace hombre, – la negación-, para luego ser exaltado por el Espíritu en la Iglesia- negación de la negación. Para Hegel la encarnación no es un acontecimiento único sino que es uno más en que el Espíritu que se va vaciando hasta alcanzar su completa realización en el Espíritu Absoluto, que comprende lo infinito y lo finito, la identidad de la identidad y la no identidad.

Esto que Hegel dice del Espíritu, Marx lo refiere a “la gran ley de la historia” o también llamado “materialismo histórico”. Esta ley tiene tres momentos culminantes: el comunismo primitivo, la propiedad privada y la rebelión contra la propiedad privada. El primer momento es el comunismo primitivo donde no hay posesión privada de los medios de producción es un comunismo puramente “negativo” que necesita de una negación, para luego realizar la síntesis o negación de la negación.

El segundo momento se da cuando la humanidad se aliena o se pierde por la propiedad privada. Empieza una larga historia: esclavitud, feudalismo y capitalismo. La sociedad se convierte en dos clases irreconciliables y cada una constituye a la otra dialécticamente.

El tercer momento de la dialéctica es la negación de la negación, y es cuando el proletario entabla su batalla despiadada contra el mundo que él llama burgués o capitalista: “lo que tenemos que realizar en el presente es la crítica despiadada de todo el orden existente”, decía Marx. Pero ese mundo “burgués” para Marx es la civilización cristiana que se había transformado en sociedad burguesa. La crítica marxista se aplica a las deformaciones burguesas y liberales de los principios cristianos.

Para hacer de su doctrina un “comunismo científico” Marx, Engels y Lenin, aparte de los tres momentos, afirman que esa dialéctica tiene tres leyes: la ley de la unidad y la lucha de los contrarios, la ley del tránsito de los cambios cuantitativos y cualitativos y, la ley de la negación de la negación. La primera determina el origen y fuente del movimiento dialectico; la segunda rige su carácter continuo y discontinuo y la tercera asegura su proceso.

La ley de unidad de los opuestos es la esencia de la dialéctica. La contradicción da origen al movimiento y se identifica con el automovimiento. Esta contradicción se da en el interior de la realidad y tienen un carácter de lucha. Y si existe alguna armonía o unidad es relativa; en cambio la lucha de los opuestos es absoluta. Hegel enseña que la contradicción debe ser considerada “como lo más profundo y lo más esencial”. La diferencia seria inicial y luego viene la oposición y contradicción. Por su parte, en el comunismo la lucha entre los opuestos, entre lo viejo y lo nuevo, implica siempre y necesariamente la destrucción de lo viejo y el nacimiento de lo nuevo.

En virtud del automovimiento la naturaleza inorgánica ha engendrado de su seno algo distinto y opuesto a ella, la naturaleza orgánica. Lo mismo sucede en el desarrollo social. El capitalismo engendra en arreglo a leyes internas su contrario: el socialismo. Tal contradicción finalizara una vez llegado a la etapa del paraíso comunista o una sociedad sin clases. De esta manera lo expone Marx en Miserias de la Filosofía: “las revoluciones sociales dejaran de ser revoluciones políticas únicamente en un orden de cosas en el que ya no existan clases y antagonismos entre ellas. Hasta entonces, en la víspera de cada retoque general de la sociedad, la última palabra de la ciencia social será siempre: ‘el combate o la muerte; la lucha sangrienta o la nada.”

La segunda ley es la del tránsito de los cambios cuantitativos en cualitativos. Esta ley dice que en todo proceso se cumplen cambios cuantitativos y, que al llegar a un punto crítico, determinan un salto o aparición de una nueva cualidad. Por ejemplo, la sociedad capitalista va pasando por varios y continuados cambios, hasta que, con todos esos cambios, alcanza un punto crítico en que se transforma en socialista. Sin embargo, para que se acelere ese paso inexorable es necesario agudizar las contradicciones para que la revolución estalle. El comunista no hace la revolución social en cualquier momento y en cualquier etapa del desarrollo, sino que prepara y elige el punto crítico. Marx y Engels habían asentado la afirmación que la “teoría comunista no es un dogma sino una guía para la acción”. Así para acelerar la lucha el comunismo trata que la burguesía de un país sea inexorablemente despiadada con los grupos de los asalariados, o exaltar la lucha entre hombre y mujer, de hacer aparecer que los blancos sean injustos con los negros ya que eso acelera el transito cualitativo.

La tercera ley es la negación de la negación. Es ahí donde resulta el progreso de la naturaleza y de la historia. Muchos autores comunistas rechazan la concepción nihilista de destrucción. Al contrario según ellos se destruye lo viejo para que nazca lo nuevo. El desarrollo discurre siempre de tal manera que la fase superior de cada ciclo sintetiza todo el movimiento anterior. Por ejemplo, los expropiadores o capitalistas son expropiados, he aquí la negación de la negación, pero a un nivel superior, pues se mantiene la producción como un sistema capitalista pero en una fase nueva de producción colectiva.

Antes de pasar al segundo punto es preciso hacer una breve critica de la dialéctica hegeliano-marxista. En primer lugar hay que remarcar que la teología y la filosofía pervertidas han alimentado el comunismo. La teología luterana y la filosofía moderna se dan cita en el comunismo. La raíz del comunismo es teológico-metafísico. Hegel parte de un ser raquítico que se confunde con la nada. Pues parte de una mera abstracción de la realidad y hace de esta abstracción -la Idea- el fundamento de toda la realidad, confundiendo el plano lógico con el plano de la realidad. Así, tenemos que  Dios es, el hombre es, el animal es, la planta es, la piedra es; por lo tanto, si hacemos abstracción de todos esos grados, lo único queda es el “ser”, pero un ser plano, sin diferencia, una casi nada. Por el contrario, para la metafísica realista, el ser es lo más rico, indica perfección, indica actualidad. Por otro lado, el ser no es univoco, sino análogo, pues el ser de Dios, el del hombre, el del animal y el de la piedra son diferentes perfecciones del ser. Por eso, el comunismo iguala todo, pues parte de un ser igualitario, y la confunde con la nada o la aniquilación. Hemos de criticar también la importancia que el marxismo da al movimiento por encima de la perfección. El proceso, el movimiento (factum) tiene razón por la perfección (per-factum). Nadie obra quedándose en el proceso, en movimiento, sino que  busca el fin, el acto. Nadie se queda en la masa y le resta importancia a la torta. El marxismo basa todo en el puro cambio, en el proceso, en la dialéctica. Además, la realidad no es contradicción sino diferencias que han sido creadas para estar en armonía. El universo es una orden jerárquico de diferencias, y las diferencias no tienen que estar en oposición. Tampoco la negatividad da sentido a la positividad, ni la potencia da origen al acto, ni lo imperfecto a lo perfecto, como sostiene el progresismo marxista.

ARTÍCULO PARA DISCUSIÓN

 

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NOTAS:

[1] Meinvielle. El poder destructivo de la dialéctica comunista.pdf (archive.org)(Microsoft Word – Meinvielle. El comunismo en la revoluci\363n anticristiana _terminado_.doc) (wordpress.com)

[2] “Poroto” en Argentina designa la judía. En argot argentino significa “es nada comparado con”, debido a su pequeño tamaño. Aquí Maquiavelo es nada comparado con, es decir, es un poroto.

[3] Brigitte Baptiste: “Hay una barrera que impide pensar la diversidad biológica del mundo y la diversidad de género” – Infobae




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