domingo, 26 de junio de 2022

Salud de los enfermos

 


Salud de los enfermos


El pecado original introdujo en el mundo la enfermedad y la muerte.

En medio de esta condición, cuánto necesitamos del médico, pero aún los más sabios y mejores, en muchos casos, no pueden curar algunas enfermedades.

La Santa Iglesia nos propone una Doctora poderosa, sabia y amorosa: La Santísima Virgen María, salud de los enfermos, que nos ayuda y conforta.

En primer lugar consideremos que Ella intercede por nosotros para adquirir la salud del alma y nos ayuda a apartarnos del mal que la destruye.

San Bernardo dejó en sus escritos, hermosos pensamientos acerca de nuestra amada Madre, que podemos aplicar para alcanzar la salud del alma:

• Si se levantan los vientos de las tentaciones, si tropiezas en los escollos de las tribulaciones, invoca a María, llama a María.

• Si se agita la soberbia, la ambición o la incomprensión, mira a María, llama a María.

• Si la ira, el egoísmo o el deleite en el mal violentan la navecilla de tu alma, mira a María, invoca a María.

En el peligro, en la angustia, en la ansiedad, piensa en María, invoca a María.

• Si te turba la memoria de la enormidad de tus faltas, de la fealdad de tu conciencia y comienzas a sumergirte en la tristeza, en la desesperación, piensa en María, invoca a María.

• No la apartes a Ella de tu corazón. No te saldrás del CAMINO si la sigues, no desesperarás si le ruegas, no te perderás si en Ella piensas. Si tú no te sueltas de SU MANO, no caerás; nada tendrás que temer y llegarás felizmente al PUERTO, que es EL CORAZÓN DE JESÚS.

Dice también San Bernardo que Jesús es miel en la boca, melodía en el oído y gozo en el corazón, pero ... añade San Bernardo: también es MEDICINA...

Esta Medicina concede LA SALUD AL ALMA, si nos esforzamos por conseguirla (el enfermo debe tomar la medicina que le receta el médico para alcanzar la salud). María SALUD DE LOS ENFERMOS nos dio a Jesús ... nos dio al MÉDICO DIVINO ... NOS DIO LA MEDICINA..

En segundo lugar consideremos que el cuerpo humano está sujeto a contraer enfermedades que ponen a dura prueba la ciencia médica, enfermedades manifiestas o latentes, lentas o fulminantes, algunas contagiosas, que hacen sufrir a la humanidad.

Si en todo momento de la vida necesitamos la ayuda de Dios y del socorro y protección de María, esta necesidad se hace más sensible y urgente en la enfermedad.

Pidamos a nuestra Amada Madre su auxilio para nosotros y para nuestros familiares y Ella benignamente nos escuchará y nos ayudará.

Una madre vela a su hijo enfermo de día y de noche sin mostrar cansancio; estudia todas las formas de procurarle alivio, ruega y se sacrifica para curar a su hijo. ¿Qué la mueve? la mueve su amor, el amor que Dios puso en el corazón de las madres, y que es un pálido reflejo del amor maternal de María, amor vigilante y solícito cuando sus hijos están afligidos por la enfermedad.

El Evangelio nos dice que muchos enfermos fueron curados prodigiosamente por Jesucristo El le ha cedido en el cielo a su Santísima Madre esta virtud, este dominio sobre la naturaleza doliente.

Son innumerables los testimonios de curaciones milagrosas que se encuentran en algunos Santuarios Marianos por ejemplo: en Fátima y en Lourdes. Son testimonios de gratitud a Ella por favores recibidos, especialmente por la curación de algún ser querido enfermo.

Aún en el caso de que la curación llegue con lento proceso natural, sin formas prodigiosas ¿quién puede medir los cuidados de esta Madre incomparable? Ella ilumina a los médicos. infunde fortaleza y confianza al enfermo, aumenta la paciencia y el afecto en aquel que lo asiste, alcanza eficacias a las medicinas, Ella hace sentir al enfermo la función providencial y benéfica del dolor que lo hace más semejante a su Divino Hijo crucificado.

Si el enfermo está en pecado, Ella intercede. recordando a su Amado Hijo aquellas palabras. "No quiero la muerte del pecador sino que se convierta y viva". ¡Cuántos cristianos le deben a Ella su curación y el consiguiente arrepentimiento!, es decir, el tiempo de vida que Dios le concedió para su salvación.

Y si en los designios de El está señalada la muerte del enfermo, entonces el amor de nuestra tierna Madre disipa amorosamente las ilusiones que ocultan a menudo la gravedad del mal y le inspira al enfermo y a sus familiares el deseo de la presencia del sacerdote.

Es Ella la que alcanza en el corazón de quien está próximo a morir el perfecto dolor de los pecados, el valor de confesarlos sinceramente, el fervor y el anhelo de recibir el Santísimo

Sacramento y también la resignación a la voluntad Divina para poder identificarse con el Hombre - Dios en el sufrimiento de Getsemaní, para con El decir al Padre. "si es posible pase de Mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad sino la Tuya" y tranquilo hará el ofrecimiento de su dolor.

No olvidemos que la Iglesia nos ha dado también como poderoso Intercesor para la hora de la muerte al Santo Patriarca San José, casto esposo de la Inmaculada Virgen María.

Los ejemplos de las conversiones obtenidas en el lecho de muerte, inclinan el corazón a la esperanza en la clemencia Divina y manifiestan la bondad inagotable y la poderosa Intercesión de María, pero esto no debe ser motivo para atreverse a vivir en pecado con la perspectiva de la penitencia final. Esto sería una grave imprudencia y una total impiedad.

Pidamos a María Santísima SALUD DE LOS ENFERMOS nos asista en todas las enfermedades que padecemos y padeceremos, pero especialmente en la postrera, para tener paciencia y para que nuestro corazón, en aquella hora, sea todo de Dios. Que el nombre de Su Divino Hijo, el de Ella y el de su castísimo esposo San José estén en nuestra mente y puedan pronunciarlo nuestros labios en el momento supremo.

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