365 Días con Santa Faustina
Reflexión 58: Purificación del pecado
El pecado es un tema que muchos evitan. No nos gusta pensar en nuestros pecados. No nos gusta admitirlos, ya menudo los racionalizamos como si no tuviéramos ninguno. Fácilmente podemos inventar excusas para este “pecado” o aquel. Pero aquí hay otra perspectiva sobre el pecado. Debemos ver nuestro pecado, no importa cuán grave o pequeño sea, como una pequeña ramita. Y entonces deberíamos ver un fuego enorme y ardiente. Si arrojaras esa ramita al fuego, se consumiría inmediatamente. La ramita es nuestro pecado y la Misericordia de Dios es tan poderosa que puede consumirla fácil y rápidamente. Solo necesitamos estar dispuestos a admitir nuestros pecados y arrojarlos a ese fuego ardiente de la Divina Misericordia (Ver Diario #178).
¿Puedes admitir tu pecado? ¿Ves tu pecado? Sin excusas, solo honestidad. ¿Y estás dispuesto a confesar tus pecados, todos ellos, en el fuego sacramental de la Reconciliación? Si eres consciente del poder de la Divina Misericordia de Dios y de Su voluntad de eliminar tu pecado, no tendrás miedo de admitirlo honestamente y dejar que Él lo consuma. Trate de examinar su conciencia hoy y enfrente lo que necesita para dejar que Dios lo consuma.
Señor, Tu Divina Misericordia es infinita y poderosísima. Es una llama de amor ardiente. Ayúdame a confiar en Ti lo suficiente como para enfrentar mi pecado con honestidad y arrojarlo al fuego del Sacramento de la Reconciliación. Que confíe en este glorioso Sacramento y, al hacerlo, confíe en Ti. Jesús, en ti confío.
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