Reina de los Patriarcas
Patriarca es una palabra griega que significa padre o jefe.
Con el nombre de patriarcas se honra a algunos santos del Antiguo Testamento, elegidos por Dios como guardianes y depositarios de la fe en el futuro Mesías. Esta fe, avivada por las frecuentes revelaciones de Dios, fue transmitida por los Patriarcas a sus descendientes como un faro de luz en medio de las tinieblas de la ignorancia y del pecado.
También en los siglos cristianos se da por analogía el nombre de Patriarca a los santos Fundadores de las más famosas Ordenes Religiosas, puesto que también ellos engendraron espiritualmente a la vida de la perfección evangélica a muchas almas.
Los Patriarcas fueron, bajo diversos aspectos, figuras de Jesucristo; lo representaron en varios misterios de su vida, de su muerte y de su obra redentora. Y en la debida proporción representaron también a María, pues quien representa al original, representa por lo mismo a la copia fiel.
Simbolizada en Noé, único padre salvado del diluvio y destinado a repoblar el mundo; Ella, única preservada del naufragio universal de la culpa, toda santa, renovó moralmente al género humano y contribuyó a reparar los daños causados por el primer pecado.
Abraham, admirable ejemplo de fe y de obediencia, padre de los creyentes, dispuesto a sacrificar a su unigénito sobre el Monte Moría, fue una pálida figura de María Santísima dotada de la más viva Fe y de la más perfecta obediencia. Madre amorosa de todos los redimidos, sacrificó a su unigénito Hijo para la redención del género humano sobre el Monte Calvario en el Altar de la Cruz.
Moisés, el amigo y confidente de Dios, que hablaba con El como un amigo con su amigo, es comparado a María Santísima, no solo amiga, sino también Madre de Dios, que vivió con El treinta y tres años con aquella confidente autoridad que nacía de su ser de Madre.
La mujer fuerte de la Sagrada Escritura (Proverbios) es 'una imagen de María Santísima, tabernáculo viviente de Dios.
También la Iglesia Católica tiene, en un sentido espiritual, sus Patriarcas. Ellos no prefiguran a Cristo que ha de venir sino que siguen SUS huellas y lo copian con aquella perfección que es posible a la humana naturaleza vigorizada por la gracia.
Estos Patriarcas son los Fundadores de los Institutos Monásticos y de las Ordenes religiosas, verdaderos padres, que dieron a la Iglesia una inmensa cantidad de almas santas.
Si María es llamada Reina de los antiguos Patriarcas, por las mismas razones debe ser llamada Reina de los nuevos, puesto que ellos procuraron imitar sus virtudes, fueron los maestros de la devoción a Ella y promovieron su culto.
En este punto de la explicación de las Letanías es oportuno tratar brevemente del glorioso Patriarca San José, esposo purísimo de la Virgen Inmaculada, puesto que la devoción a la esposa, redunda naturalmente en la persona de su digno esposo.
Aunque San José no cooperó a la generación del Verbo encarnado sí contribuyó principalmente a cuidar y alimentar al Dios - Hombre y fue testigo continuo de las acciones de Jesús y de María; atento escucha de sus palabras, compartió con Ellos durante muchos años los gozos y las penas, las esperanzas y el amor a Dios y a los hombres.
San José es la sombra y el reflejo del Eterno Padre, él ocupa en la tierra su lugar y Cristo reconoce los derechos paternos de José.
Nunca podremos expresar con palabras la santidad, la virtud y la gran dignidad de este sumo Patriarca entre los Patriarcas.
El Papa Pío IX, para poner su persona y la de todos los fieles bajo la protección de San José, por Decreto del 8 de Diciembre de 1870, lo nombró solemnemente Patrono de la Iglesia Universal.
¡Madre Santísima, Reina de los Patriarcas, ruega por nosotros!.
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