Escrito por servcathispano en Biblia, Espiritu Santo, EUCARISTIA, Jesucristo, Nuestra Fe mayo 13, 2018
El primer sermón de Cristo comienza así:
El Espíritu del Señor esta sobre Mí, porque Me ha ungido para anunciar el evangelio a los pobres. Me ha enviado para proclamar libertad a los cautivos, y la recuperación de la vista a los ciegos; para poner en libertad a los oprimidos, para proclamar el año favorable del Señor ¡Éste es el tiempo que Dios eligió para darnos salvación (Lc 4:18-19!)
Y en sus palabras antes de regresar a El Padre, Jesucristo prometió reiteradamente a sus Apóstoles el envío del Espíritu Santo; así, por ejemplo: “Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad, el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí” (Jn. 15:26).
Esta promesa se cumplió en Pentecostés, cuando los Apóstoles con los discípulos y discípulas fueron llenos de Espíritu Santo (Hch. 2:1-4).
En estos acontecimientos fundamentales, Dios actuó en forma directa; esto representa simbólicamente el Sacramento del Santo Sellamiento: con Espíritu Santo selló a Jesús y dio testimonio de que Él es el Hijo de Dios.
Con Espíritu Santo selló a los Apóstoles y a los creyentes que estaban en comunión con ellos, y en nuestro Bautizo recibimos este sello a través del Sacramento, ya sea desde niños o adultos en el rito de Iniciación Cristiana en la Iglesia Católica., Bautismo, Confirmación y Comunión.
Nuestra vida cristiana debe ser un constante diálogo con el Espíritu Santo, Dulce Huésped del alma de los que son de Dios y redimidos por Cristo Dios y Señor nuestro.
La venida del Espíritu Santo en el día de Pentecostés no es un hecho aislado solo para los apóstoles en Jerusalén y en la vida de la Iglesia, El Paráclito, el consolador, la santifica continuamente, también vivifica cada alma a través de innumerables inspiraciones en los dones que derrama que son fuente dinámica interior, luz y conocimientos que Dios obra en nosotros, previniendo guardando nuestro corazón de pecado con sus bendiciones, con su cuidado y amor paternal, a fin de despertarnos a su luz, para movernos, empujarnos y atraernos a sus virtudes, al amor celestial, a las buenas resoluciones; en una palabra, a todo cuanto nos encamina en Jesús a nuestra vida eterna”, su actuación en el alma es suave, y apacible, viene a salvar, a curar, a iluminar.
Como creyentes y templo del Espíritu Santo, tenemos el dulce deber de anunciar que Cristo ha muerto y resucitado para la salvación del mundo y nuestra. (2 Corintios 6:16.)
Es común escuchar hoy en día en el movimiento de la Iglesia sobre el derramamiento de El Espíritu Santo, dice Dios en su palabra el que tenga sed venga y beba y de su interior brotaran ríos de agua viva, si tenemos el Espíritu somos fuente de Dios, sigamos dando de beber el agua de Jesús al mundo que se encuentra sediento de justicia y verdad, llevando agua viva (Santiago 3:11-12.) y alimento Espiritual no contaminados (1 Pedro 2:2), para rescatar almas para Dios.
El Espíritu Santo nos mueve a la búsqueda de Dios en oración, en la lectura de la Biblia, al meditar una verdad de fe, El actúa sin cesar en nuestra alma, es el Espíritu Santo quien nos impulsa suavemente al sacramento de la reconciliación, para confesar nuestros pecados, a tomar el cuerpo y sangre de Jesús en la Eucaristía, a proclamar que Jesús resucito, que está vivo!, a levantar el corazón a Dios, a emprender la buena obra de evangelizar, a dar un consejo sabio, a amar a su Iglesia como Él nos ama como hijos de El (Romanos 8:14-17.)
Acostumbrémonos a frecuentar al Espíritu Santo en Santísimo Sacramento, a meditar en el que nuestra alma le escuche, que es El quien nos santifica, depositemos en El toda nuestra confianza, a pedirle su ayuda, a sentirlo más cerca y dentro de nosotros, así se irá agrandando nuestro corazón y se llenara cada vez mas de su amor, tendremos más ansias de servirle con alegría y darle gloria a Dios y por El, por Jesús y su Espíritu Santo y por todas las criaturas.
Bendiciones
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