sábado, 2 de julio de 2022

Reina de los Profetas

 


Reina de los Profetas


El principal sentido que la Sagrada Escritura da al nombre de Profeta, es el de persona enviada por Dios, la cual, por ilustración divina, conoce con la máxima certeza y por divina inspiración predice cosas o sucesos futuros, que no se pueden conocer por ningún medio humano. Solo Dios es el autor de las profecías.

María es llamada Reina de los Profetas por dos razones:

• Porque Ella fue mostrada por Dios a los Profetas de la antigua Ley, y ellos la preanunciaron con palabras, figuras y símbolos.

• Porque Ella misma, dotada del espíritu de profecía, conoció y predijo muchas cosas futuras.

El objeto central y primario de las antiguas profecías es el Redentor prometido: Jesucristo.

Todo está predicho por los Profetas: el linaje, la familia de la cual surgirá la estrella de Jacob; la raíz de Jesé, de la cual brotará la flor; el tiempo, el lugar y las circunstancias del nacimiento prodigioso; la muerte con las humillaciones, dolores y crueldades; la resurrección, la ascensión, el reino de la Iglesia.

Pero no se podía anunciar al Sol, el Hijo del Altísimo, sin señalar a la gran Señora que le había de engendrar en su Seno Purísimo.

Todas las profecías que hablan expresamente de Jesucristo hablan, implícitamente de la Virgen y Madre: pero son muchas las que tratan expresamente de Ella. Recordemos algunas de las principales:

• El primer profeta de María fue Dios mismo. Cuando se cometió el primer pecado, el pecado original, Dios promete un divino Reparador que ha de nacer de una mujer.

• Los Padres, unánimemente, y a ellos hacen eco todos los expositores, ven expresada en la Mujer a María y en su Fruto, a su Único Hijo: Jesús.

• En el Salmo 44, el Rey Profeta canta a la Virgen María que es Ella el objeto de las complacencias del Rey, la Virgen admirable. En este Salmo mesiánico está delineada la excelsa Madre del Redentor.

Isaías, el Profeta evangelista, vio, el singular privilegio de María de juntar a un tiempo la divina maternidad con la más pura virginidad: "la Virgen concebirá y dará a luz un Hijo, y su nombre será Emmanuel, esto es, Dios con nosotros".

La Encarnación del Verbo es el fundamento de la fe cristiana. De la misma manera que quiso Dios, después de la Encarnación de su Hijo, multiplicar las pruebas de este misterio, así, antes del nacimiento prometido y esperado con creciente deseo, quiso multiplicar las predicciones para disponer a la humanidad al asentimiento de la fe.

La Iglesia invoca a María como Reina de los Profetas no sólo porque Ella fue objeto de sus profecías, sino porque poseyó este don, en la forma más excelsa.

A Ella le fueron mostradas todas las profecías y su cumplimiento; le fue revelada la economía de la Encarnación, de la Redención, de la obra divina de Cristo; aquello que los Profetas conocieron en fragmentos, María lo conoció enteramente.

Si una sola hora de la presencia de Cristo encerrado en el seno materno bastó para ungir al Bautista, ¿no habrá bastado el curso de nueve meses y una vida de treinta y tres años, para hacer de María una singular Profetisa y la Reina de los Profetas?.

Después del glorioso mensaje del Arcángel Gabriel, después del saludo de Isabel, que la llama bendita entre todas las mujeres, porque el fruto bendito de su vientre la había ensalzado tan extraordinariamente, María Santísima responde entonando el cántico del MAGNIFICAT, en el cual, teniendo presente su indignidad (respecto de Dios), proclama su altísima dignidad y su futura gloria y todo lo atribuye a la bondad y al poder de Dios. En este himno inmortal la Santísima Virgen se eleva a la cumbre de lo creado y con inspiración profética canta la gloria de Dios y su propia grandeza.

¡Oh Virgen Madre de Dios! REINA DE LOS PROFETAS, alcánzanos la gracia de vivir la verdadera HUMILDAD, que es la base de todas las virtudes!.

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