VIVENCIALMENTE TODOS LOS CRISTIANOS SOMOS TRINIDAD
Por Gabriel González del Estal
1.- Los que se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios… que nos hace gritar: “Abba” (Padre). Ser cristiano es vivir según el Espíritu de Cristo, según el Espíritu de Dios. Vivencialmente somos Trinidad cada vez que amamos al prójimo como Cristo nos amó. Vivir en la Trinidad de Dios es vivir en el amor de Dios, y eso es lo que nos hace ser buenos cristianos. A eso se refirieron todos los grandes místicos, cuando hablaron de la inhabitación del Espíritu Santo en el alma de toda persona que ama a Dios. Dios es Trinidad y nosotros somos también Trinidad cada vez que amamos al prójimo. Todos los cristianos estamos llamados a ser Trinidad. Las palabras de San Pablo a los cristianos de Roma lo dicen muy claro: son buenos cristianos los que se dejan llevar por el Espíritu de Cristo. Hemos celebrado el Día del Apostolado seglar, que quiere recordarnos que para ser buen cristiano no es necesario ser fraile o monja; muchos cristianos seglares son mejores cristianos que algunos frailes o monjas. El propósito primero que hacemos los frailes, cuando profesamos, es el de ser buenos cristianos; nos hacemos frailes o monjas precisamente para eso, para ser buenos discípulos de Cristo. Y, ¿qué es ser buen discípulo de Cristo? Pues cumplir con la mayor perfección posible el mandamiento nuevo de Cristo: amarnos unos a otros como él nos amó. Teológicamente la Trinidad de Dios es un gran misterio cristiano, y como misterio es imposible de explicar con la razón. Pero, vivencialmente, ni un cristiano particular, ni la Iglesia de Cristo pueden serlo si no son Trinidad. Nuestro Dios es un Dios familia y también toda familia cristiana es Trinidad. Esta es una realidad muy consoladora para nosotros, porque como seres humanos alejados de Dios somos muy poca cosa, pero como seres Trinidad, como seres habitados por Dios somos linaje de Dios, somos hijos del Padre, hermanos del Hijo, habitados por el Espíritu.
2.- Sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo. Así termina el evangelio de san Mateo, cuando Cristo se ha ido ya con el Padre y nos ha dejado su Espíritu hasta el fin del mundo. Dios no nos va a fallar, aunque, a veces, nosotros no notemos en nuestra vida la presencia vivificadora del Espíritu. No es Cristo el que falla, somos nosotros los que fallamos cuando no abrimos de par en par las puertas de nuestra alma al amor de Dios. Esto mismo podemos decir de la familia y de la Iglesia. Cuando la familia y la Iglesia no viven el mandamiento nuevo del amor no están habitados por el espíritu de Cristo, por el espíritu de Dios. Pero siempre que amamos al prójimo, Dios está con nosotros, dándonos fuerza y valor. Esto es lo que debemos predicar siempre con nuestro ejemplo y con nuestra palabra: que Dios estará con nosotros siempre, hasta el fin del mundo, mientras seamos fieles al mandamiento nuevo del amor.
3.- ¿Hay algún pueblo que haya oído, como tú has oído, la voz del Dios vivo? Estas palabras se las dice Moisés a su pueblo, para que sea siempre un pueblo agradecido a Dios: Dios les ha escogido como su heredad, protegiéndole de sus enemigos y caminando junto a él, como un Dios cercano y familiar. En definitiva, son las palabras de san Mateo, cuando Cristo le dice a sus discípulos que vivan con confianza en él, porque él va a estar con ellos todos los días, hasta el fin del mundo. Todos los cristianos, pues, debemos entender estas palabras de Moisés, en el libro del Deuteronomio, como palabras dichas a nosotros, a cada uno de los cristianos. Dios es para nosotros un Dios cercano, un Dios familia, un Dios Trinidad. Los cristianos no necesitamos salir de nosotros mismos para encontrar a Dios; Dios vive dentro de cada uno de nosotros cada vez que amamos al prójimo. Dios, como dice san Agustín, es más interior a nosotros que nosotros mismos, porque, cuando vivimos en el amor de Dios, Dios nos posee y nos inunda.
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