domingo, 13 de mayo de 2018

La Ascensión fue la celebración popular y festiva de la Resurrección

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1.- LA ASCENSIÓN FUE LA CELEBRACIÓN POPULAR Y FESTIVA DE LA RESURRECCIÓN

Por Gabriel González del Estal

1.- Qué hacéis ahí plantados mirando al cielo. Los que somos ya mayores, cuando la fiesta de la Ascensión se celebraba en jueves, conocimos esta fiesta como uno de los tres jueves del año que brillaban más que el sol. Ahora, al celebrarse en la mayor parte de España en Domingo, la fiesta de la Ascensión ha perdido la brillantez popular y festiva que tenía antiguamente. Desde un punto de vista estrictamente teológico, la fiesta de la Ascensión es una continuación de la fiesta de la Resurrección. Desde un punto vista celebrativo, la Ascensión es la continuación necesaria de la Resurrección. ¿Qué debe decirnos hoy a nosotros, cristianos de este siglo XXI, la celebración de esta fiesta? Pues vamos a fijarnos en lo que nos dicen las lecturas litúrgicas. Cuando los dos hombres vestidos de blanco les dicen a los apóstoles: ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?, lo que realmente quieren decirles es que se acabó el tiempo de Cristo en la tierra, guiándoles y conduciéndolos por los caminos de Galilea. Ahora realmente comienza su tiempo, el tiempo de los discípulos, el tiempo de la Iglesia. Es decir, que a partir de ahora, los discípulos de Cristo deben dedicarse a evangelizar, siguiendo siempre el ejemplo de su Maestro. La Iglesia de Cristo debe ser, desde este momento, la auténtica protagonista de la evangelización. La Iglesia, todos los cristianos, debemos ser la boca, los pies, el cuerpo de Cristo. Somos nosotros, con la ayuda del Espíritu de Cristo, los que tenemos que llevar a nuestra sociedad el evangelio de Cristo. Dios no nos va a abandonar, ni dejar solos, él va a estar con nosotros hasta el fin del mundo, pero Dios quiere que, a partir de ahora, sea la Iglesia de Cristo la responsable directa de predicar y tratar de construir entre todos el Reino de Dios, tal como lo hizo Cristo mientras estuvo físicamente en la tierra. Esta es la tarea que Cristo nos ha encomendado y cumplir esta tarea es el principal propósito que debemos hacer hoy todos los cristianos.

2.- Todo lo puso bajo sus pies y los dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos. Como vemos, San Pablo, en su carta a los Efesios, habla ya de la Iglesia como cuerpo de Cristo. Y, como somos todos los cristianos los que formamos la Iglesia de Cristo, cada uno de nosotros podemos y debemos considerarnos cuerpo de Cristo. Esto quiere decir que la Iglesia, en general, y cada uno de nosotros, en particular, tenemos que actuar siempre movidos y dirigidos por el espíritu de Cristo. Ser cuerpo de Cristo, si queremos ser un cuerpo vivo, quiere decir que todos nuestros pensamientos, palabras y obras deben estar inspiradas y dirigidas por el espíritu de Cristo. El espíritu de Cristo es espíritu de verdad, de justicia, de amor, de vida, de paz, de fraternidad, de santidad. Como hermanos de Cristo e hijos de Dios, todos y cada uno de los cristianos debemos luchar valientemente para que todos puedan ver en nosotros el rostro de Cristo, la imagen de Dios. Corrigiendo en cada momento lo que creamos que se debe corregir y defendiendo lo que creamos que se debe defender. Con sinceridad, con verdad, con humildad.

3.- A los que crean les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre,…impondrán las manos a los enfermos y quedarán sanos. Esto quiere decir que también cada uno de nosotros, en nuestro tiempo, debemos curar enfermos, defender a los marginados, convertir a los pecadores, criticar a los corruptos, ponernos siempre de parte del más necesitado.  La vida cristiana no es sólo contemplación, es también acción caritativa, es un esfuerzo continuado para hacer más humano y más cristiano el mundo en el que vivimos. Los mandamientos de Cristo siguen siendo hoy, igual que ayer, los que Cristo dio a sus apóstoles, que se resumen en el único y principal mandamiento nuevo de Jesús: amar a Dios y demostrar nuestro amor a Dios amando a nuestro prójimo como el mismo Cristo nos amó a nosotros.

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