jueves, 10 de mayo de 2018

En la Galilea de lo cotidiano

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

No es sencillo transparentar el Evangelio en la propia vida. Pero durante estos días de Pascua, repasas con la mirada la vida de los apóstoles y sus dudas y eres consciente de que ellos tampoco lo tuvieron fácil.
Cada día te vas haciendo más consciente de que necesitas el aliento vivificador de Jesús, aprender a escuchar lo que anida en tu interior, a acoger en el corazón su paz, esa paz que Cristo entregó tantas veces a los apóstoles.
Mi anhelo es experimentar en mi Galilea cotidiana como el Señor me llama por mi nombre. En ese momento mi corazón se regocija de alegría. Algo así como cuando en las tareas que llevaban a cabo, cada uno de los doce escuchó su nombre y decidió seguirle para vivir con su estilo de vida, con su compromiso de cambiar el mundo y colaborar en la tarea de hacer más humano el mundo en que vivimos.

En la Galilea de lo cotidiano tengo que abrir de par en par mi corazón para alimentarme de la Buena Nueva de Cristo con toda su esencia, escuchar el susurro del Espíritu en mi corazón para impregnarme de la verdad y la alegría del Evangelio y, sobre todo, para ser capaz de «resucitar» mi propia vida.
En la Galilea de lo cotidiano necesito aprender al estilo de Cristo, a vivir acogiendo y escuchando al prójimo, perdonando al que me ha dañado, haciendo el bien al hermano, aliviando al que está lleno de heridas y sufrimientos, abriendo las manos para generar la confianza del desesperado y abriendo el corazón para transmitir a todos que Dios es amor y misericordia.
En la Galilea de los cotidiano necesito seguir los pasos del Resucitado, sin detenerme y seguir el camino que Él me marca. Mirar el presente y el futuro, sin detenerse a mirar el pasado que Dios perdona. ¿O caso no va Cristo siempre por delante?
En la Galilea de lo cotidiano, pese a mis dificultades y caídas, quiero renovar mi vida y dar testimonio de que soy cristiano, discípulo del Señor que vive en mí y yo en Él, que camino con esperanza, con confianza con una fe renovadora y bajo la inestimable luz del Espíritu Santo que todo lo ilumina.
En la Galilea de lo cotidiano quiero entrar en el misterio del amor de Cristo que todo lo inunda, en lo recogido de mi vida y de mi interior, y desde la intimidad con Jesús salir al mundo para llevar el amor de Dios al prójimo desde el testimonio.
En la Galilea de lo cotidiano quiero volver a la intimidad con Cristo, encontrarme con Él en lo sencillo de todo los días, convirtiendo lo pequeño y ordinario en un don grande que honre a Dios por amor a Cristo.

 ¡Señor, en la Galilea de lo cotidiano quiero encontrarte porque Tu me invitas a creer, a buscarte cada día, especialmente en aquellos lugares que se escapan a mi lógica humana y mi lógica de fe! ¡Tú, Señor, cruzaste la orilla para buscar a las ovejas perdidas y nos pides que nos pongamos en camino, que aparquemos todas nuestras debilidades e inseguridades, que no agachemos la cabeza, que no tememos, que seamos capaces de reconocerte en tantos que la sociedad oculta! ¡Señor, tu me conoces mejor que a yo me conozco a mi mismo por eso te pido paciencia y soples sobre mí la sabiduría del Espíritu para abrir mi corazón al conocimiento de la verdad y a la voluntad de Tu Padre! ¡En esta Pascua, Señor, quiero renovar mi vida, quiero seguir tu camino sin desespero ni dudas porque son muchas las ocasiones en las que las cosas no salen como deseo! ¡Hazme, Señor, sentir en mi corazón tu ternura, tu paz, tu amor, tu protección y tu misericordia! ¡Muéstrame, Señor, el camino que me lleve a la Galilea de lo cotidiano! ¡Concédeme la gracia, Señor, de no tener miedo, de ver la vida desde la grandeza de la cruz y la luz de tu Resurrección! ¡Concédeme la gracia de sentir tu profundo amor! ¡Y cuando mi fe se debilite, Señor, ven pronto a mi corazón; ven en cualquiera de mis actividades cotidianas, ven y llena mi corazón de Ti; ven y dame la luz que necesito para iluminar mi vida; ven a los problemas que asfixian; ven en los quehaceres que me abruman; ven en las inquietudes que me turban; ven también en mis éxitos y mis esperanzas! ¡Señor, en mi Galilea interior estás Tu y no quiero perderte!

Jaculatoria a María en el mes de mayo: María, alfarera de Dios en la tierra, ayúdame a decir siempre sí a Dios, sí a la vida, sí la esperanza.


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