jueves, 22 de febrero de 2018

Oración del jueves: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia”




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+  En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

Oración Inicial

Buen Jesús, yo creo que Tú eres el Señor de la vida. Yo creo que Tú has venido a reconciliar todas mis rupturas y que me amas hasta el extremo. Te pido que me ayudes a escuchar tu Palabra, a amarte más y seguirte como lo hicieron los Apóstoles.

Acto penitencial

– (Hago en silencio un breve examen de conciencia de mi último día).

Te pido perdón Señor por todos mis pecados. ¡Son tantas las veces que te he fallado! Veo tu Corazón traspasado y sé que han sido mis propios pecados los que te han llevado a la muerte en la Cruz. Pero también sé que Tú has querido beber ese Cáliz para reconciliarme. Ayúdame Señor a amarte con todas mis fuerzas y con todo mi corazón.

Lectura Bíblica según el Evangelio del día: “Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia“ (San Mateo 16,13-19)

Al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos: “¿Qué dice la gente sobre el Hijo del hombre? ¿Quién dicen que es?”. Ellos le respondieron: “Unos dicen que es Juan el Bautista; otros, Elías; y otros, Jeremías o alguno de los profetas”. “Y ustedes, les preguntó, ¿quién dicen que soy?”. Tomando la palabra, Simón Pedro respondió: “Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo”. Y Jesús le dijo: “Feliz de ti, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en el cielo. Y yo te digo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder de la Muerte no prevalecerá contra ella. Yo te daré las llaves del Reino de los Cielos. Todo lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y todo lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo”.

Lectura Espiritual breve


-(Lee este texto de Isaac de la estrella, monje cisterciense que te ayudará a profundizar el sentido del Evangelio).

Celebramos, bien amados, el día del nacimiento de los apóstoles Pedro y Pablo; y conviene… que su muerte sea llamada igualmente nacimiento, ya que engendra a la vida… He aquí lo que alcanzan los santos: por esta muerte que da vida, dejan esta vida que conduce a la muerte, para alcanzar esta vida vivificante que está en manos de Aquel mismo que “tiene la vida”, el Padre, como lo dice Cristo (Jn 5,26). Hay tres tipos de hombres misericordiosos. Los primeros dan sus bienes… con vistas a suplir con lo que les sobra la penuria de otros… Los segundos distribuyen todos sus bienes, y para ellos de ahora en adelante… todo lo tienen en común con el otro… En cuanto a los terceros, no sólo lo dan todo, sino que “se dan ellos mismos por entero” (2Co 12,15) y se entregan en persona a los peligros de la prisión, al exilio y a la muerte, para alejar a otros del peligro en el que se encuentran sus almas. Ellos mismos son pródigos, porque están ávidos de los otros. Recibirán la recompensa de este amor “porque no existe amor más grande que dar su vida por aquellos a los que se ama” (Jn 15,13). Tales son estos gloriosos príncipes de la tierra y servidores del cielo donde hoy – después de largas privaciones “el hambre y la sed, el frío y la desnudez”, de duras fatigas y peligros “de sus compatriotas, paganos y hermanos falsos” (2Cor 11,26-27) – celebramos su muerte victoriosa. A tales hombres se aplica bien esta frase: “sus obras no caen en el olvido”, porque no olvidaron la misericordia… Sí, a los misericordiosos “la suerte que les espera es espléndida, su herencia magnífica” (Sal 15, 6).



Breve meditación personal

– (Haz silencio en tu interior y pregúntate):

1.- ¿Qué me dice el evangelio que he leído?

2.- ¿Cómo ilumina mi vida?

3.- ¿Qué tengo que cambiar para ser más como Jesús?

4.-¿Qué me falta para ser más como Él?

Acción de gracias y peticiones personales

Gracias Señor por tu inmenso amor. Gracias por el inmenso don que nos concedes en la Iglesia, gracias porque nos has dejado a Pedro y sus sucesores y a los pastores que nos guían. En este día te pido especialmente por el Santo Padre y por todos los obispos de la Iglesia. Ayúdame a ser yo también un apóstol según mis capacidades y posibilidades.

Amén

– (Si quieres, puedes hacer pedirle al Señor por tus intenciones.)

– Reza un Padre Nuestro, un Ave María y un Gloria…

Consagración a María

–  Termina esta oración rezándole a María.

Madre del Redentor, Virgen fecunda
puerta del Cielo
siempre abierta,
estrella del mar
ven a librar al pueblo que tropieza
y se quiere levantar.

Ante la admiración
de cielo y tierra,
engendraste a tu Santo Creador,
y permanecés siempre Virgen,
recibe el saludo del ángel Gabriel
y ten piedad de nosotros pecadores

+  En el nombre del Padre y, del Hijo, y del Espíritu Santo: Amén.

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