Santo Evangelio según San Mateo 20, 17-28. Miércoles II de Cuaresma.
Por: H. Jorge Alberto Leaños García, L.C. | Fuente: missionkits.org
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Señor, aumenta mi fe para que pueda ser fiel y perseverante en todo lo que me exija tu voluntad aunque sea muy costoso. Haz que mi amor por Ti y por mi prójimo sea ardiente para que pueda cumplir mis deberes en una entrega sin límites a los demás.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según san Mateo 20, 17-28
En aquel tiempo, mientras iba de camino a Jerusalén, Jesús llamó aparte a los Doce y les dijo: "Ya vamos subiendo a Jerusalén y el Hijo del hombre va a ser entregado a los sumos sacerdotes y a los escribas, que lo condenarán a muerte y lo entregarán a los paganos para que se burlen de él, lo azoten y lo crucifiquen; pero al tercer día, resucitará".
Entonces se acercó a Jesús la madre de los hijos de Zebedeo, junto con ellos, y se postró para hacerle una petición. Él le preguntó: "¿Qué deseas?". Ella respondió: "Concédeme que estos dos hijos míos se sienten, uno a tu derecha y el otro a tu izquierda, en tu Reino". Pero Jesús replicó: "No saben ustedes lo que piden. ¿Podrán beber el cáliz que yo he de beber?". Ellos contestaron: "Sí podemos". Y él les dijo: "Beberán mi cáliz; pero eso de sentarse a mi derecha o a mi izquierda no me toca a mí concederlo; es para quien mi Padre lo tiene reservado".
Al oír aquello, los otros diez discípulos se indignaron contra los dos hermanos. Pero Jesús los llamó y les dijo: "Ya saben que los jefes de los pueblos los tiranizan y que los grandes los oprimen. Que no sea así entre ustedes. El que quiera ser grande entre ustedes, que sea el que los sirva, y el que quiera ser primero, que sea su esclavo; así como el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y a dar la vida por la redención de todos".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio
Quién entiende las palabras de Dios cuando habla de su propia muerte. Después de que Él mismo profetizó lo que iba a suceder, nos sigue sorprendiendo el calvario por el cual derramó, derrama y derramará abundantes gracias.
El hombre mucha veces no entiende la responsabilidad que contiene el beber este cáliz amargo que sólo Dios es capaz de tomar. Nos sentimos preparados para beber esta copa amarga que ha sido fruto de la respuesta rebelde del hombre.
Dios siempre hace la misma petición: que le acompañemos en el camino de la cruz. Pero ¿podremos beber de este cáliz? Sí. Pero no lo haremos como un Cristo crucificado en el madero sino como servidores del hombre. Porque la cruz que Dios pone enfrente de nosotros es la del servicio
El servicio no es más que darse sin límites. Esto es un verdadero reto que Dios nos pone para colaborar en la instauración de Cristo en los corazones de todos los hombres santos y pecadores, ricos y pobres, fuertes y débiles.
Sí, podemos beber del cáliz amargo desde el servicio incondicional.
El que sirve a los demás y vive sin honores ejerce la verdadera autoridad en la Iglesia. Jesús nos invita a cambiar de mentalidad y a pasar del afán del poder al gozo de desaparecer y servir; a erradicar el instinto de dominio sobre los demás y vivir la virtud de la humildad. Y después de haber presentado un ejemplo de lo que hay que evitar, se ofrece a sí mismo como ideal de referencia. En la actitud del Maestro la comunidad encuentra la motivación para una nueva concepción de la vida: "Porque el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su vida en rescate por muchos".
(Homilía de S.S. Francisco, 18 de octubre de 2015).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Trataré de ser servicial en cualquier oportunidad que se presente, sin esperar ningún tipo de recompensa. .
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.
En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.
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