ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios
Parece mentira pero en unos días comenzará la Cuaresma, tiempo que nos llevará al tiempo de Pascua. Ahora transitamos por el Tiempo Ordinario, poco festivo pero igual de importante. Cuando no hay grandes festividades es un periodo que te ayuda a crecer en fidelidad y escuchar desde otra perspectiva la Palabra de Dios. Siento que en este tiempo es cuando más me llama Jesús. Hay muchas llamadas en nuestra vida pero no siempre tienes la predisposición para escucharla.
Cuando te encuentras con Cristo y escuchas su llamada no puedes quedarte indiferente. El encuentro con Cristo debe ser el punto de partida de una vida completamente nueva, renovada, especial. No hay que olvidar que el hombre, y especialmente el cristiano, está sujeto a todo tipo de tentaciones. Pero el Señor permanece allí, caminando a tu lado, llamándote. Y uno está invitado a escuchar su palabra y a ser guiados por la gracia del Espíritu.
Me viene el recuerdo de la vocación de los primeros discípulos. Seguro que muchos de ellos habían escuchado las prédicas de Juan el Bautista y sabían que hablaba de Jesús como «el Cordero de Dios». Cuando recibieron la llamada de Cristo lo dejaron todo y se apresuran a seguirlo. En algún pasaje del Evangelio Jesús hace esta pregunta directa: «¿Qué buscas?» Es una de las interpelaciones más profundas para cavar en el corazón el deseo de seguirle. La respuesta es la búsqueda del absoluto.
La misma pregunta me la interpela el Señor cada día: ¿qué andas buscando hoy? ¿Buscas la verdad de las cosas y de la vida o buscas la comodidad o el atajo equivocado que te lleva por el camino del error y del autoengaño? Y para que no olvides que camina a tu lado, exclama en tu interior: «¡Ven y verás! ¡Ven porque lo que verás te va a sorprender!». Al igual que esos primeros discípulos estoy llamado a escuchar esa invitación del Señor y caminar —aunque sería más justo decir, vivir— junto a Él.
Las páginas del Evangelio te interpelan siempre e insisten en la relevancia que tiene cada encuentro con Cristo. Y lo puedo conseguir por medio de la oración, de la vida de sacramentos, en la Eucaristía diaria, en el encuentro generoso con el prójimo, en mi entrega caritativa a los demás…
¡Con los demás! ¡Cuántos han compartido con nosotros su experiencia de fe! Es junto con el prójimo que uno también camina siguiendo a Cristo. Cada uno de nosotros puede ser «mediador» y «mensajero» en la vida del prójimo.
Las buenas nuevas del Evangelio, como discípulos de Cristo que somos, deben ser anunciadas sin miedo a todos los que conocemos, sin excepción. No se trata de convertir o convencer sino de testificar y fomentar el encuentro personal con Cristo. Así se ha transmitido de generación en generación. No con palabras grandilocuentes sino con el ejemplo personal. Es a través de nuestras respuestas personales y colectivas como se construye el Cuerpo de Cristo, Santuario del Espíritu Santo. Es hacer visible al prójimo el «¿Qué buscas?» y el «¡Ven y verás!».
¡Señor mío y Dios mío, gracias porque te haces presente en mi vida! ¡Concédeme la gracia, Señor, de cada día ser consciente de que me acompañas, de que iluminas mi camino! ¡Dame la gracia, Señor, por medio de tu Santo Espíritu de discernir qué deseas para mí, cuál es tu plan de amor en mi vida! ¡Envíame, Señor, tu Santo Espíritu para que por medio de su gracia me otorgue la sabiduría y la fortaleza para que sea capaz de seguir tus caminos con amor, docilidad, grandeza de espíritu y generosidad! ¡Ayúdame, Señor, a acudir a Ti y permanecer en Ti! ¡Señor, Tú sales a mi encuentro, me interrogas y me preguntas qué busco; no permitas que dude ni que tome otro camino! ¡Ayúdame a comprender, Señor, que en la vida que tu propones solo hay una manera de estar y es viendo y estando contigo, sintiendo tu presencia, siendo tu discípulo, dando testimonio coherente de mi vida! ¡Por medio de tu Santo Espíritu, Señor, no permitas que me paralice, que tenga miedo a darte mi sí, a adentrarme en lo desconocido, a tomar opción por Ti, a tener confianza plena en lo que me propones! ¡Señor, soy consciente de que a tu lado la vida cambia; ayúdame a transformar mi vida, a dar un paso adelante para cambiar la sociedad, para ayudar a los que me rodean! ¡Señor, Tú lo sabes todo, tu sabes que te amo pero que flaqueo, que muchas veces me alejo de Ti, que camino con incertezas, que me separo de tu amor pero estoy dispuesto a volver a Ti, a recibir tu amor, tu misericordia y tu perdón, a vivir acorde con tus enseñanzas, a ser tus manos, tu pies, tus labios, tus ojos y todo tu ser para llevar al mundo la justicia que prometes, el amor que nos regalas, la esperanza que nos llena, las palabras que consuelan, la caridad del que se entrega! ¡Señor, te busco y voy hacia ti porque quiero ver pero te suplico que por medio de tu Santo Espíritu me hagas tu evangelio, página viva que la gente pueda leer para que mi vida sea testimonio de verdad, obra y palabra que te testimonie! ¡Dame la fortaleza para desarrollar todos los talentos que me has regalado y hacer siempre con alegría, amor y generosidad las cosas bien para gloria tuya!
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