sábado, 27 de noviembre de 2021

Un mundo nuevo

 

Un mundo nuevo

¡Buenos días, buena gente!

I Domingo de Adviento C

Evangelio

Lucas 21, 25-28.34-36

En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos, habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, los pueblos serán presa de la angustia ante el rugido del mar y la violencia de las olas.

Los hombres desfallecerán de miedo porque sobrevendrá al mundo, porque los astros se conmoverán. Entonces se verá al Hijo del hombre venir sobre una nube, lleno de poder y de gloria.

Cuando comience a suceder esto, tengan ánimo y levanten la cabeza, porque está por llegarles la liberación».

Tengan cuidado de no dejarse aturdir por los excesos, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que ese día no caiga de improviso sobre ustedes como una trampa, porque sobrevendrá a todos los hombres en toda la tierra.

Estén prevenidos y oren incesantemente, para quedar a salvo de todo lo que ha de ocurrir. Así podrán comparecer seguros ante del Hijo del hombre».

Palabra del Señor

Este mundo lleva otro en las entrañas

El Adviento es el tiempo que prepara nacimientos, el tiempo de santa María en espera del parto, tiempo de las mujeres: solo las mujeres en espera saben lo que significa en verdad esperar. Habrá señales en el sol, en la luna, en las estrellas y angustia sobre la tierra. El Evangelio nos toma por la mano, nos lleva fuera de la puerta de casa, a mirar a lo alto, a percibir el cosmos pulsar en torno a nosotros, a sentirnos parte de una vida intensa. Que padece, sufre, se retuerce como una parturienta (Is 13, 8), pero para producir vida. El presente lleva nacimientos en las entrañas. Cada día hay un mundo que muere, pero cada día hay un mundo que nace.

¡Cuánto morir para que nazca la vida! Nos espanta tanta violencia, días y noches de muerte. Sin embargo, está nuestro acto de fe; la violencia no es eterna, ni menos el terror; el reino de Dios viene. Día tras día, continuamente, ahora, Dios viene. Aunque no lo veas, aunque no te des cuenta de él, viene, llega por todos los caminos.

Pensamos que la presencia del Señor se ha enrarecido, que el Reino está lejano; que son otros los reinos emergentes: la economía, el mercado, el ídolo del dinero, la ganancia. Sin embargo, no: el mundo entero está más cercano al Reino hoy, que hace diez o veinte años: despierten, levanten la cabeza, su liberación está cerca. El Evangelio de Adviento nos ayuda a no perder el corazón, a no agobiarlo con temores y desilusiones: estén atentos a ustedes mismos, que sus corazones no se depriman.

Siempre habrá momentos en que sentiremos el corazón apesadumbrado. Yo también he conocido el desaliento, muchas veces, pero no les permito sentarse a mi mesa y comer de mi plato. El motivo es este. Muy dentro de los músculos y los huesos yo sé una cosa, como ustedes lo saben, y es que no puede haber desesperación mientras recuerdo para que he venido al mundo, de quién estoy al servicio. Quién me ha enviado aquí. Y quien está llegando: entonces verán al Hijo del hombre venir con gran poder y gloria.

¡Este mundo lo contiene a Él! Que llega, que está aquí, que crece dentro; hay un liberador, experto en nacimientos, en andar por los caminos. Levántense, miren a lo alto y lejos, porque su liberación está cerca. Hombres y mujeres en pie, la cabeza alta, ojos altos y libres: así ven los discípulos el Evangelio. Gente de vida vertical y mirada profunda.

El Evangelio nos enseña a leer la historia como entraña de futuro, a no detenernos en el hoy: este mundo lleva otro mundo en las entrañas. Para cultivarlo y cuidarlo con ternura combativa. Un mundo más bueno y más justo, donde Dios llega, cercano y cálido como el respiro, fuerte como el corazón, bello como el sueño más hermoso.

¡Feliz Domingo!

¡Paz y Bien!

Fr. Arturo Ríos Lara, ofm

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