Dolors Massot | Feb 18, 2018
... y cómo deshacerse de ellos.
La relación entre cuerpo y alma es algo que todos intuimos y sobre la cual ya el filósofo griego Aristóteles escribió. Él habla del influjo de las pasiones sobre el cuerpo, de la tristeza y la fatiga que produce el mal…
Nuestro cuerpo es como la playa. Sobre la arena van quedando las huellas de todo aquello que nos sucede en el alma: el oleaje, las mareas alta y baja, los pasos de cada persona… Todo queda registrado.
Boris Cyrulnik, prestigioso neurólogo y psiquiatra francés que conoce bien el sufrimiento humano porque como judío e hijo de judíos padeció la persecución de los nazis en la II Guerra Mundial, ha escrito: “Todas nuestras emociones se inscriben al nivel del cuerpo”.
Lo afirma también, de un modo más divulgativo, Preston Ni, profesor del Foothill College en Silicon Valley (California) y conferenciante sobre comunicación desde hace más de 25 años. En su libro How to Let Go of Negative Thoughts and Emotions ha publicado una lista de pensamientos negativos que impiden a la persona ser feliz. Esta lista apareció en la revista Psychology Today.
Preston asegura que “múltiples estudios han revelado cómo actitudes negativas crónicas pueden afectar a la salud, la felicidad y el bienestar”.
Mejor entonces estar alerta ante los siguientes tipos de pensamientos negativos:
1. El lenguaje autodestructivo
“No puedo”, “no valgo”, “no me va a salir bien”… Son frases con una negatividad que muchas veces paralizan más allá de lo que en realidad no somos capaces de lograr. Nos ponemos barreras a nosotros mismos. Es mejor preguntarse “¿por qué no?” y tratar de intentar algo. Por lo menos, lo habremos probado.
Imaginemos que buscas trabajo. Un “no puedo” te elimina de muchas ofertas antes de que te conozcan en aquella empresa. No dejes que esto ocurra. Date una oportunidad y presenta tu candidatura.
2. “Piensa mal y acertarás”
Esa parece ser la “medida de todas las cosas” para un desconfiado. Si discurres de este modo, alejas a muchas personas que podrían influir positivamente en tu vida. Deja que seas tú mismo el que descubra si valió la pena conocer a esa persona. O lo bueno que fue emprender ese proyecto.
Pensar mal es la actitud cobarde de quien se hace el sabio desde la distancia.
No hay que dejarse llevar por un prejuicio para pensar que todo saldrá mal antes de comenzar.
No actuar porque alguien augura un mal futuro sin razones lógicas, es ponerse barreras mentales sin fundamento. Fuera los cenizos.
3. Compararse con otros
Compararse es una tentación habitual, porque la persona es un ser social por naturaleza y es lógico que al conocer a otros “les tomemos medidas” y saquemos conclusiones con respecto a lo que ya conocemos. Lógicamente, entre “lo que ya conocemos” estamos nosotros mismos.
Sin embargo, en esa comparación ha de prevalecer el objetivo de conocer mejor al individuo.
En la vida conocemos personas mejores que nosotros (ojalá que muchas) y eso ha de servirnos no para fustigarnos o tener envidia sino para agradecer el regalo de su amistad (si se da el caso) y aprender de ellas.
4. Anclarse en el pasado
La nostalgia y la melancolía son emociones a dosificar.
Hay que poner el foco en el hoy y ahora. No valen lamentos estériles ni lamerse las heridas o pensar que, como dice el clásico, “cualquier tiempo pasado fue mejor”.
Quien se ancla en el pasado, está buscando la compasión de los demás de forma egoísta. No se mueve y, en cambio, quiere que los demás le hagan caso.
Goethe dejó una magnífica cita sobre cómo valorar el pasado: “No insistiré en el pasado. Tomaré mejores decisiones hoy y seguiré adelante”.
5. Culpar a los otros de nuestra desgracia
En ciertos momentos de la vida, alguna persona o personas nos han hecho daño: un empresario que despide injustamente a un trabajador, un socio que estafa al otro socio, un colega que miente, un hermano que traiciona la confianza de la familia, un marido o una esposa que engaña…
Sin embargo, una desgracia nunca podrá condicionar una vida al cien por cien. Hemos de encontrar la puerta de salida a aquella situación.
Hemos de activar el sentido de la vida y la responsabilidad para salir adelante. La actitud es fundamental, dice Victor Küppers en sus libros.
6. No perdonarse un error
Todos, absolutamente todos, nos equivocamos. Sabiendo que la naturaleza humana es imperfecta, ¿qué sentido tiene que yo me exija actuar como un dios?
No perdonarse a uno mismo es cabezonería, orgullo. Hay que saber analizar el error, reconocer a quién hemos hecho daño con él y pedirles perdón, y desde luego perdonarnos.
A veces quien dice que no se perdona a sí mismo esconde otras verdades, como la de que tiene miedo a que los demás no lo perdonen, o que se siente humillado ante los demás. Hay que ser humildes y, aunque socialmente hayamos bajado peldaños, contamos con nuestros resortes y los de otras personas para salir adelante, por muy hondo que sea el pozo.
7. Tener miedo a fracasar
El miedo puede llegar a paralizar. Pero no hay que permitir que eso ocurra. Es un temor ante algo que no ha ocurrido y por tanto es un miedo infundado.
Saber ponderar las dificultades es positivo, pero nos ha de servir para pensar con qué medidas las venceremos, nunca para no actuar.
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