martes, 3 de mayo de 2022

Reflexión 123: La bendición de las humillaciones

 



Reflexiones diarias sobre la Divina Misericordia
365 Días con Santa Faustina

Reflexión 123: La bendición de las humillaciones

¿Quién, en su sano juicio, querría ser humillado? ¿Qué harías si te humillaran? La mayoría de las personas estarían tentadas a buscar formas de evitar la humillación. Algunos se sentirían profundamente heridos como resultado. Otros se enojarían y se pondrían a la defensiva. Y aunque la fuente de la humillación de uno puede no ser justa, es importante entender que las humillaciones pueden convertirse en una invitación a las profundidades más profundas de la gracia y la Misericordia de Dios. La humillación tiene el potencial de producir humildad cuando se acepta adecuadamente. Aunque la ira y el dolor también pueden resultar, la humildad debe ser la meta. Lo más importante es que nos despojemos de cualquier orgullo, ira o dolor que experimentemos y nos permitamos entrar en las profundidades de la humildad. Esta cualidad necesaria nos permitirá confiar únicamente en Dios, buscar consuelo y paz solo en Él, y permitir que Él y Su santa Voluntad sean la única fuente de nuestra alegría en la vida. Nada puede ser mejor para el alma que la humildad que proviene de las humillaciones (VerDiario #593).

¿Qué es lo que más te humilla? ¿Qué hiere tu orgullo y te hace enojar o ponerte a la defensiva? ¿En qué te preocupas y piensas obsesivamente? Si algo viene a la mente, entonces puede ser algo muy específico que el Señor desea convertir en fuente de gracia y Misericordia. Todo, ya sea pecado, injusticia, daño, etc., tiene el potencial de ser convertido en gracia por nuestro Señor. Él verdaderamente es ese Todopoderoso. Identifica aquello que más hiere tu orgullo y trata de mirarlo desde una nueva perspectiva, dejando que el Señor lo convierta en fuente de gracia.

Señor, mi orgullo está herido tantas veces. Hay tantas experiencias que tengo que no me sientan bien. Ayúdame a permitir que todas esas cosas que están fuera de mi control sean transformadas por Ti y Tu gracia para que ya no me agobien, causando dolor e ira. Toma estas humillaciones, amado Señor, y transforma mi corazón a través de ellas para que, en mi humildad, pueda llegar a conocerte más íntimamente y entregarme a Ti más plenamente. Jesús, en Ti confío.





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