Cristo óyenos, Cristo escúchanos
Para que Jesús nos oiga es necesario tener un corazón contrito. Si no estamos actualmente en gracia de Dios, propongámonos reconquistarla y apartemos el corazón de la culpa. Si tenemos odio, si alimentamos venganza, etc., no podemos pretender que El nos oiga. Hagamos el propósito de recibir el sacramento de la Confesión lo más pronto posible.
Ser escuchados no es lo mismo que ser oídos. Ser escuchados es como el colmo de la bondad de Cristo para nosotros. El desea que lo que le pedimos sea con atención, no estar distraídos, que lo que pronuncian nuestros labios esté en la mente y en el corazón.
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