viernes, 14 de diciembre de 2018

¿Me esfuerzo cada día para ser mejor?

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ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios


En este tiempo de Adviento me gusta fijarme en san Juan, el primo de Jesús que le prepara el camino al Señor. Y me fijo en él porque es alguien, pese a su firmeza, al que las cosas le cuestan —¡Y a quién no!— pero que tiene el firme convencimiento de mejorar cada día porque aspira a la santidad. Y yo, como el Bautista, ¿me esfuerzo cada día para ser mejor? ¿Me sacrifico en lo pequeño y en lo grande para hacerme pequeño a los ojos de Dios y de los demás, para vencer mi egoísmo y mi soberbia? ¿Trato de vivir en mi entorno personal como hijo auténtico de Dios? ¿Busco realmente llegar a conquistar el Cielo, la meta de un cristiano auténtico? Y entonces surgen todavía más preguntas que van en relación con esta conquista: ¿Lucho denodadamente por mi santidad? ¿Me esfuerzo cada día por conseguirla? ¿Me planteo cómo puedo lograrla? ¿Me derrumbo a las primeras de cambio o me esfuerzo pese a las caídas constantes y a los obstáculos que se me presentan en el camino?
¿Soy consciente de cómo puedo alcanzar el Reino prometido, ese del que habla san Juan Bautista? En realidad lo sé, pero no siempre lo aplico. Y lo puedo lograr por ejemplo, mostrándome siempre contento y alegre pese a las dificultades; rechazando el orgullo o la soberbia de mi vida; venciendo a la pereza que tantas veces me invade; sirviendo a los demás; dándole al prójimo la atención que requiere aunque tenga que sacrificar mi «¿valioso?» tiempo para lo que me apetece; perdonando de corazón y no de boquilla; controlando mi mal humor cuando las cosas no salen como las tengo previstas; pensando en las necesidades del que tengo cerca en lugar de priorizar las mías; no dejándome llevar por el desánimo cuando caigo y en apariencia no tengo fuerzas para levantarme; trabajando con esmero, con ilusión y ofreciendo cada jornada a Dios; evitando caer en tentación… ¡son tantas las luchas que merecen la pena cada día para conquistar el Reino!
En este tiempo quiero que estos gestos cotidianos sean fruto de un corazón abierto, bajo la protección de María, para agradar a Dios, bajo el sostén de Cristo y la luz del Espíritu Santo. ¡Bendito el Adviento que abre caminos para la transformación de la vida!


¡Señor, el Adviento es tiempo de espera porque Tú te acercas para darnos vida nueva! ¡Que este camino sea para mi un camino de transformación interior, de búsqueda del Reino prometido, de compromiso contigo! ¡Quiero, Señor, que bajo la protección de María y la inspiración del Espíritu Santo, se convierta para mí en un tiempo de conquista del Reino que nos prometes! ¡Que sea un tiempo de esperanza, de alegría,  de compromiso contigo! ¡Te pido, Señor, que de la mano de María y bajo la luz del Espíritu Santo, sea un tiempo para vivir entregado a Ti, con generosidad y alegría! ¡Concédeme la gracia, Señor, de ofrecerte mi vida como la ofreció Tu Madre a Dios con el «Sí» más valioso, hermoso y decidido que la humanidad nunca haya pronunciado! ¡Concédeme, Señor, la gracia de la transformación interior, de vivir una vida cristiana auténtica, de caminar hacia Belén con esperanza para ir presuroso a tu encuentro! ¡No permitas, Señor, que me quede rezagado, dormido y vencido por las dificultades, porque quiero construir en mi vida un mundo nuevo, una esperanza nueva, edificar las bases para llegar al Cielo! ¡Señor, en este tiempo quiero sentir tu presencia viva en mi vida! ¡Quiero experimentar que Tu eres el Dios en nosotros, el que me das vida, esperanza, amor y misericordia! ¡Quiero ser tu testigo, Señor, quiero abrir mi corazón para recibir tu fuerza!

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