Cerca de la autopista en Tulsa, Estados Unidos, existe una mega-iglesia con un nombre que captura la atención. Su plantel central sigue creciendo y ya tienen más de uno.
Los servicios de esta mega-iglesia están diseñados para satisfacer todos los gustos y estos incluyen música animosa, shows de luces y sermones positivos. Su lema es: "Ayudemos a la gente a ganar". Su sitio web orgullosamente motiva a los visitantes a "Ganar todos los días", un slogan de marketing que parece de alguno de los casinos del área.
Mi punto no es ir en contra de las mega-iglesias. Estoy seguro que hay mucha gente bien intencionada que asiste a estas iglesias. Pero quisiera hacer la siguiente pregunta, ¿estamos llamados a "Ganar todos los días"? ¿Es ese el mensaje del Evangelio? ¿Es esta la razón por la que Cristo murió, para hacernos ganadores todos los días?
El Evangelio y la derrota
Como Católicos, debemos contestar rotundamente NO. En ninguna parte de la Escritura hay alguna referencia a ganar. Todo lo contrario. Una y otra vez somos llamados a morir, cargar nuestra cruz. Somos llamados a morir al hombre viejo y caminar en la vida del Espíritu Santo.
Nos han dicho que los pobres de espíritu y los que están en duelo serán bendecidos. Nos han dicho que los parias y los despreciados y los quebrantados de corazón de este mundo heredarán el reino de los cielos. Que los primeros serán los últimos. Que los pobres serán enriquecidos. Que los humildes serán exaltados. Que los más grandes son aquellos que sirven.
A través del ministerio de Jesús, sus discípulos querían ser ganadores. Claro, dejaron todo para seguir a Jesús, pero también esperaban una gran recompensa, un lugar especial en su mesiánico reino terrenal que pronto serían llevados.
Tan intenso era su celo por la exaltación terrenal que constantemente discutían quien tendría los primeros lugares. Cada vez que Jesús hablaba acerca de Su destino, la muerte en la cruz, lo reprendían y le decían de que eso no pasaría, que no debía pasar. El triunfo temporal era el único pensamiento en sus mentes.
Pero ocurrió lo impensable. Su Mesías fue arrestado, azotado atado a un poste, fue objeto de burlas y crucificado como el más ordinario de los criminales. Quedaron impactados, estupefactos, ¿Cómo podía ser esto?
El Mesías debía derrotar a sus enemigos, ¡pero ahora sus enemigos lo clavaron en la cruz! Su Mesías, su Dios fue totalmente "derrotado", totalmente avergonzado frente a los ojos del mundo. Ellos no sabían aun que servían a un Dios que se entregaba totalmente, un Dios que no vino a ser servido sino a servir y a entregar su vida como rescate por todos.
Un paradigma invertido
El Evangelio es simplemente la inversión de todos los valores humanos. Son las prioridades del orgullo invertidas y al revés. Solo al abrazar la muerte y la derrota, el camino de la cruz, podemos entrar el gozo de la vida eterna.
El Evangelio Americanizado de la prosperidad y una vida de victorias es extraña al Cristianismo histórico y a la fe de los Apóstoles.
Ese evangelio no tiene sentido en la forja ardiente de los campos de prisioneros y calabozos, los lugares donde se hacen los santos. No es sino una burla cruel para los mártires que han sido torturados y muertos en imitación de su Señor crucificado.
Y un evangelio así seria irreconocible para los Cristianos de las catacumbas que iban gozosos cantando cuando eran lanzados a los leones.
Este falso evangelio no es nada sino una mentira falsa y superficial, no importa lo placentero que suene.
“Porque el mensaje de la muerte de Cristo en la Cruz parece una tontería a los que van a la perdición”, nos enseña San Pablo, “pero es poder de Dios a los que vamos a la salvación.”
La Cruz es el camino del gozo
El mundo nunca ha sido amigable con el verdadero Cristianismo. El Amor vino al mundo, y el Amor fue crucificado por el mundo.
Si podemos seguir a Cristo, debemos estar preparados para la derrota, porque hemos sido llamados a seguir al Señor que enfrentó la última "derrota", la pena de la ignominia de la cruz. Y el siervo no es más que el amo.
Y con esto no queremos decir que la vida debe ser miseria y oscuridad, tampoco estamos diciendo que debemos buscar ser perseguidos o sufrir con un complejo de víctima. Lejos de eso. Encontraremos que hay un gozo tremendo al encontrar una forma de ser pequeños y humildes siguiendo a Cristo.
Incontables mártires, confesores y santos son testigos de esto. Y este gozo es mucho más satisfactorio y duradero que el gozo que nos ofrecen las falsas promesas del mundo.
El cristianismo americanizado predica éxito, victoria, prosperidad y logros. Esos que siguen este evangelio tienen su "recompensa".
Pero en lo que respecta a nosotros, los católicos, debemos decir como San Pablo:
"¡Dios me libre gloriarme si nos es en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por la cual el mundo es para mí un crucificado y yo un crucificado para el mundo!"
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