¡Buenos días, gente buena!
Domingo de palmas
Pasión de nuestro Señor Jesucristo
Mateo 26, 14 – 27, 66
En aquel tiempo, uno de los Doce, llamado Judas Iscariote, fue a ver a los sumos sacerdotes y les dijo: «¿Cuánto me darán si se lo entrego?». Y resolvieron darle treinta monedas de plata. Desde ese momento, Judas buscaba una ocasión favorable para entregarlo.
El primer día de los Ácimos, los discípulos fueron a preguntar a Jesús: «¿Dónde quieres que te preparemos la comida pascual? …
Palabra del Señor
Un Dios que no se baja de la Cruz
Entramos en un tiempo que a todos nos pone pensativos. Todos los hombres van a Dios en sus sufrimientos, lloran pidiendo ayuda, piden felicidad y pan, salvación de la enfermedad, de la muerte. Eso hacen todos, todos, cristianos y paganos… Hombres que van a Dios en sus sufrimientos lo encuentran pobre, ultrajado, sin techo ni pan, consumido… los cristianos están cerca de Dios en su sufrimiento. Ese sufrimiento que entonces ardió en la pasión de Jesús y hoy arde en las innumerables cruces donde Cristo sigue siendo crucificado en sus hermanos.
Esta es la semana de la suprema cercanía, entramos en ella como buscadores de oro.
Aunque aislados en sus casas, los cristianos están cercanos, están empáticamente cercanos al sufrimiento de cuantos piden vida, salud, pan, aliento; cercanos como detectores del dolor y del amor. Y donde mejor respiran es en la cruz. Miro el Calvario y veo un hombre desnudo, clavado y moribundo. Un hombre con los brazos abiertos en un abrazo al que nunca renunciará. Un hombre que no pide nada para sí, ni grita desde ahí arriba: recuérdenme, traten de entender, defiéndanme… Se olvida y se preocupa de quien muere a su lado: hoy estarás conmigo en el paraíso.
Fundamento de la fe cristiana, es lo más hermoso del mundo: un acto de amor total. La belleza suprema de la historia es lo sucedido en las afueras de Jerusalén sobre la colina, donde el Hijo de Dios se deja clavar, pobre y desnudo como un gusano al viento, para morir de amor. La cruz es la acometida del cielo dentro de la tierra, el punto donde un amor eterno penetra en el tiempo como una gota de fuego, y estalla. Y escribe su relato con el alfabeto de las heridas, el único que no engaña. Por esto la conmoción, el asombro, el enamoramiento. Después de dos mil años escuchamos nosotros también, como las mujeres, al centurión, al ladrón, que en la cruz está la suprema atracción de Dios. Sé también que no entiendo.
Pero al final me convence no un razonamiento sutil sino la elocuencia del corazón: ¿Por qué la cruz, la sonrisa, la pena inhumana? Créeme, es así de simple cuando se ama. Tú que has salvado a los demás, sálvate a ti mismo, si eres el Cristo. Lo dicen todos, jefes, soldados, el ladrón: has un milagro, conquístanos, imponte, baja de la cruz, y creeremos en ti. Cualquier hombre, cualquier rey, pudiendo hacerlo, bajaría de la cruz. El no. Solo un Dios no baja del madero, nuestro Dios. Porque sus hijos no pueden bajarse. Yo, buscador, encuentro aquí la cercanía absoluta: de Dios a mí, de mi a Dios; sobre la cruz tiembla esa pasión de comunión que tiene la fuerza de hacer temblar la piedra de todos nuestros sepulcros y de hacer entrar la brisa de la mañana.
¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!
Fr. Arturo Ríos Lara, ofm
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