Sábado en la octava de Pascua (23 abril, S. Jorge)
De Corazón a corazón: Hch 4,13-21(“No podemos dejar de hablar de lo que hemos visto y oído”); Mc 16,9-15 (“Estando a la mesa se les apareció y les echó en cara su incredulidad… Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva”)
Contemplación, vivencia, fraternidad, misión: La audacia de los apóstoles es debida a la fuerza del Espíritu Santo enviado por Jesús. Quien se apoya en sí mismo, fracasa. La fe en Cristo resucitado presente, también ahora en nuestra historia, es un don, un regalo suyo, que pide y hace posible nuestra cooperación. A los Apóstoles les costó mucho creer. O les parecía ver un fantasma o no aceptaban el testimonio de otros hermanos. Estos instrumentos débiles (de todos los tiempos), una vez purificados, son los escogidos para comunicar a todos el don de la fe. “La fe se fortalece dándola” (S.Juan Pablo II, Redemptoris Missio, n.2). Jesús se hace encontradizo con todos, escondido y manifestado bajo signos: su Palabra viva, su Eucaristía, la comunidad eclesial…
*Con María la Iglesia camina en comunión, abierta a las sorpresas del Espíritu Santo: La fe de María fue así, dejándose sorprender por Dios (cfr. Lc 1,45). Ella es “modelo de fe viva” (S. Juan Pablo II, TMA 43). “Entre las últimas palabras que Jesús pronunció desde la cruz, las dirigidas a su Madre y a Juan exhortan a hacer de la acogida el estilo permanente del discipulado” (Papa Francisco, Gozo, 2 abril 2022)
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