Reflexiones Católicas Diarias
¡Mi vida católica!
Ablandando tu corazón
23 de abril de 2022
Sábado de la Octava de Pascua
Lecturas para hoy
Pero más tarde, estando los Once a la mesa, se les apareció y los reprendió por su incredulidad y dureza de corazón, porque no habían creído a los que lo vieron resucitado. Marcos 16:14
¿Por qué los apóstoles no creyeron que Jesús había resucitado de entre los muertos? Habían visto tantos milagros asombrosos de primera mano de Jesús. Vivieron con Él día tras día durante tres años. Lo escucharon predicar y enseñar con perfecta autoridad y gracia. Y ahora, después de que Él resucitó de entre los muertos, sus corazones se endurecieron y no creyeron inmediatamente. Jesús tuvo que aparecerse a ellos y ofrecer esta prueba a sus propios ojos.
Esta lucha por la que pasaron los Apóstoles es muy común. Es la lucha de una dureza de corazón. Querían creer, pero no podían permitirse abrazar libremente la Resurrección con verdadera fe hasta que tuvieran alguna prueba. Poco sabían que todas las pruebas que necesitaban ya estaban dentro de ellos.
Muy a menudo somos invitados por Jesús a tener fe y creer en Él y aceptar muchas cosas como una cuestión de fe. El don de la fe es como una pequeña llama dentro de nuestros corazones que descuidadamente exponemos a los vientos. Este descuido permite que la llama de la fe se apague antes de que pueda crecer.
La meta de nuestro caminar cristiano es dejar que esa llama de fe se convierta en el fuego abrasador que Dios quiere. ¡Y es posible! Es completamente posible dejar que esa llama se vuelva tan absorbente que nada pueda apagarla. ¿Estás dispuesto a hacer lo necesario para que esa llama brille intensamente? ¿Y cómo hacemos esto?
El camino hacia este fuego ardiente de la fe interior tiene que ver con la forma en que manejamos esa chispa que ya está allí. Tenemos que cuidar y nutrir esa pequeña llama. Tenemos que tratar los comienzos de nuestra fe con mucho cuidado. Debemos cuidarlo y alimentarlo para que crezca. Esto se hace, en parte, evitando el descuido en nuestra vida de oración.
La oración es la clave para dejar crecer a Dios en nuestro interior. Él está allí, hablándonos y llamándonos a creer. Cada vez que dudamos o endurecemos nuestro corazón, exponemos esa pequeña llama a los elementos. Pero cada vez que nos enfocamos intensamente en esa llama, le permitimos crecer y arraigarse. Orar, escuchar, buscar, amar y creer son los caminos hacia la fe que Dios quiere regalarnos. Y si los Apóstoles hubieran dejado crecer ese don de la fe, plantado en lo más profundo, por un ablandamiento de sus corazones, habrían creído rápida y fácilmente que Jesús estaba vivo sin necesidad de verlo con sus propios ojos.
Reflexiona, hoy, sobre el hecho de que no vemos a Cristo Resucitado de manera física, pero sí tenemos la misma capacidad que los Apóstoles para conocerlo y amarlo. ¿Qué haces todos los días para que crezca este amor y conocimiento de Cristo? ¿Qué estás haciendo en tu propia vida de fe para permitir que esta llama se convierta en un fuego abrasador y consumidor? Comprométete de nuevo este día a la oración, ¡y observa cómo crece tu fe en Cristo!
Señor, te amo y creo en ti. Ayúdame a avivar la llama de la fe plantada en mi corazón hasta convertirla en un fuego abrasador y consumidor. Ayúdame a conocerte y amarte para que este conocimiento y este amor me transformen. Purifica mi alma con este fuego y líbrame de toda dureza de corazón. Jesús, en Ti confío.
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