sábado, 10 de julio de 2021

Reflexión 191: El alma habladora

 



Reflexiones diarias sobre la Divina Misericordia
365 días con santa Faustina

Reflexión 191: El alma habladora

Un verdadero peligro para la vida interior de comunión con Dios es la excesiva necesidad de hablar. No, hablar no es pecado y muchas veces es un acto de Misericordia hacia otro. Pero hay momentos en los que hablar demasiado es un obstáculo para la Misericordia de Dios. Hablar, en sí mismo, no es ni bueno ni malo. El objetivo es formar nuestras palabras de acuerdo con la Mente y la Voluntad de Dios. Eso es. Debemos ver las palabras que pronunciamos como una herramienta sagrada para traer la Verdad y manifestar el amor de Dios. Las palabras excesivas, o las que no fluyen de nuestro amor por Dios o por los demás, pueden hacer más daño de lo que creemos. Por lo tanto, consagra tu discurso al Señor y procura dejar que Él hable a través de ti como Él quiera, cuando quiera y en la medida que quiera (Ver Diario # 1008).

Hablas mucho ¿Hablas muy poco? No se trata de cuántas palabras decimos, se trata de decir las palabras correctas en el momento correcto de la manera correcta. Nuestras palabras pueden causar mucho dolor, pero también pueden traer el bálsamo sanador de la Misericordia de Dios. Reflexione sobre las conversaciones que ha tenido durante la semana pasada. ¿Le agradaron a Dios? ¿Le dieron gloria a Dios y te edificaron a ti mismo y a los demás? Reflexione, también, sobre las formas en las que se olvidó de decir lo que el Señor quería que dijera. Estas omisiones de silencio también pueden ser causa de dolor y pueden ser la razón de una pérdida de Misericordia en nuestro mundo. Dale tu discurso al Señor y deja que Él se manifieste a través de ti.

Señor, te amo y te ofrezco mi amor, este día, a través de la consagración de mis palabras a Ti. Eres la Palabra eterna hablada por el Padre. Eres la Verdad que libera a todas las personas. Dame sabiduría, templanza y valor para hablar solo lo que Tú me llamas a hablar y para escuchar solo lo que Tú hablas. Que mi lengua sea una espada que atraviese las tinieblas de este mundo y mi oído una esponja para Tu Misericordia. Jesús, en Ti confío.





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