¡Buenos días, gente buena!
Domingo IV Pascua A
Evangelio
Juan 10,1-10
«En verdad, en verdad os digo: el que no entra por la puerta en el redil de las ovejas, sino que escala por otro lado, ése es un ladrón y un salteador; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el portero, y las ovejas escuchan su voz; y a sus ovejas las llama una por una y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, va delante de ellas, y las ovejas le siguen, porque conocen su voz. Pero no seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.» Jesús les dijo esta parábola, pero ellos no comprendieron lo que les hablaba. Entonces Jesús les dijo de nuevo: «En verdad, en verdad os digo: yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y salteadores; pero las ovejas no les escucharon.
Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir. Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.
Palabra del Señor
Pastor que seduce con su ejemplo
Al anochecer, los pastores acostumbraban a conducir su rebaño a un resguardo para pasar la noche, un solo lugar era utilizado para varios rebaños. En la mañana, cada pastor gritaba un llamado y sus ovejas, reconociendo su voz, lo seguían. Sobre este trasfondo conocido, Jesús introduce la excelencia de su visión, detalles que parecen excesivos pero que son muy reveladores: él llama a sus ovejas, a cada una por su nombre. Como pastor conoce por nombre las numerosas ovejas de su rebaño y las llama consigo una a una.
Para Jesús, las ovejas tienen cada una un nombre, cada una es única, irrepetible; te quiere a ti, así como eres, por lo que eres. Y las conduce fuera. Más todavía, las empuja fuera. No un Dios de los resguardos cerrados sino que abre espacios más grandes, pastor de libertad y no de miedos. Que alienta un valeroso viaje fuera de los apriscos y de los rediles, a descubrir horizontes nuevos en la fe, en el pensamiento, en la vida. Ovejas que no pueden volver a los pastos de ayer, a pesar del hambre, sino “rebaño en salida”, encaminado, que tiene confianza en el pastor y también en la historia, negra de ladrones y de desiertos, pero blanca de senderos y de fuentes. El pastor camina delante de las ovejas. No tenemos un pastor de retaguardia, sino un guía que abre caminos. No un pastor a las espaldas, que grita y agita el cayado, sino uno que va delante y convence con su andar tranquilo que el camino es seguro.
Las ovejas escuchan su voz. Y lo siguen. Basta la voz, no se necesitan órdenes porque se fían y confían. ¿Por qué lo siguen? Simple, para vivir, para no morir. El que camina delante, el que pronuncia el nombre profundo de cada uno, no es un ladrón de felicidad o de libertad: cada uno entrará, saldrá y encontrará pastos. Encontrará futuro. Yo soy la puerta: no un muro, o un viejo recinto, donde todo gira y vuelve a girar sobre sus propias vueltas. Cristo es puerta abierta, agujero en la red, pasaje, tránsito, por el que va y viene la vida de Dios. Amo las puertas abiertas que hacen entrar noches y tempestades, polen y espigas. Puertas libres que arriesgan el error y el amor. Amo las puertas abiertas de quien invita a pasar el dintel. Caminos para todos nosotros. Amo las puertas abiertas de Dios.
He venido para que tengan vida en abundancia. Este es el Evangelio que me seduce y me regenera cada vez que lo escucho: él es quien por mi vida plena, abundante poderosa, vida al cien. La prueba última de la bondad de la fe cristiana está en su capacidad de comunicar vida, humanidad plena, futuro; y de crear en nosotros el deseo de una vida más grande, vida eterna, de una calidad indestructible, donde vives cosas que merecen no morir jamás.
¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!
No hay comentarios. :
Publicar un comentario