María, medianera
Congregación para el Clero. Santa Sede Vaticano
La presencia de María y su íntima participación en el supremo acto sacerdotal de Jesucristo, su Hijo y esto de manera pública, refrendada por el testimonio del Evangelio, nos sitúa ante una hermosa prerrogativa más de la Virgen, derivada de su Divina Maternidad: la mediación universal de Nuestra Señora.
Mediador es el que enlaza dos extremos. Participando de la manera de ser del uno y del otro, establece contacto entre ellos.
Cristo es el "único mediador entre Dios y los hombres", que se entregó así mismo como precio de rescate por todos" (l Tim 2,5-6). eso porque El solo fue ungido sacerdote eterno en el momento de la encarnación.
Jesucristo media entre Dios, ofendido, y los hombres, ofensores, mediante su acción sacerdotal, por la cual se ofreció en sacrificio por la redención de la humanidad. Que sea, pues, Jesús el único mediador, no se puede poner en duda, ya que nos lo asegura el apóstol San Pablo. Pero no es menos cierto que el Señor ha hecho participantes de su función sacerdotal a otros ministros (Heb 5, l) y la presencia inseparable de María en los actos sacerdotales del Señor la hacen merecedora del título y misión mediadora:
a - Por su libre consentimiento dado desde el momento de la Anunciación.
b - Por el mérito obtenido por Ella en su propio sacrificio y en la cooperación en el Sacrificio de su Hijo.
c - Por su cooperación voluntaria en la misma obra de la Redención.
d - Por su obra de intercesión voluntaria en el cielo, en la que por voluntad de Cristo nos alcanza y distribuye los bienes de la redención.
La doctrina sobre la Mediación de Nuestra Señora, está entre las verdades del magisterio ordinario de la Iglesia y en el sentido de los fieles. Tanto los sumos pontífices como la liturgia y el piadoso sentir de todos los católicos ven en la Santísima Virgen, de una manera muy especial y superior a los demás santos, a su mediadora y abogada.
León XIII dice: " Te suplicamos, conciliadora de nuestra salvación, tan poderosa como clemente". En verdad, que el nombre de perfecto conciliador así como su oficio, a nadie convienen como a Cristo, puesto que El es el único Hombre y Dios que restituyó la amistad entre Dios y los hombres. Pero si, como bien lo dice Santo Tomás de Aquino, no obsta que otros puedan llamarse también mediadores en cierto modo entre Dios y los hombres, por cuanto cooperan a la unión entre el hombre y Dios positiva y ministerialmente, como son los ángeles y los santos... ciertamente que esta dignidad conviene de la manera más excelente a la Virgen gloriosa, pues no se puede pensar en nadie que haya hecho más que Ella por la reconciliación (después de Cristo), ni que haya de hacerlo... Ella es, de la que nació Jesús, es decir, su verdadera madre, y por este motivo es digna y aceptísima Mediadora.
Fuente: clerus.org
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