martes, 26 de noviembre de 2019

AMOR DE DIOS QUE ES GARANTÍA DE LA FELICIDAD DEL HOMBRE



OR DE DIOS QUE ES GARANTÍA DE LA FELICIDAD DEL HOMBRE

San Agustín nos dice en sus Confesiones: “Cuando yo me adhiera a ti con todo mi ser, no habrá ya para mí penas ni pruebas, y mi vida, toda llena de ti, será plena”. (Conf.,10). Es en el amor de Dios que el corazón humano encuentra su descanso, sanación y restauración. Salmo 61: “Descansa solo en Dios, alma mía, porque él es mi esperanza”. Es amor que quita el miedo, miedo que como nos dice el Santo Padre: “El hombre actual se siente justificado a sentir por lo que él mismo ha creado, por lo que él mismo ha producido, que se está convirtiendo cada día más en un peligro para él”. La humanidad contemporánea tiene miedo de sí misma, porque hemos construido un mundo sin Dios, un mundo sin su amor, y esto tiene consecuencias graves y patentes, porque al separarnos del amor de Dios, hemos perdido el eje de nuestra existencia y todo se convierte en caos (JPII). Leía hace unas semanas cómo los astrónomos más reconocidos en el mundo hablan de la catástrofe que sería que cayera un meteorito en alguna parte del planeta. Lo describían con estas palabras: “Todo sería un caos… La destrucción humana sería incalculable, sería una catástrofe, porque el impacto podría sacar la tierra de su órbita, y esto traería consecuencias indescriptibles”. Con la seriedad que esto requiere, hermanos, yo pensaba: “Oh, Dios mío, le tenemos tanto temor a un meteorito que puede sacar la Tierra de su órbita, y a nuestra civilización le ha caído uno mayor, que nos ha sacado de la órbita, del eje central que es Dios. La humanidad entera ha sido arrasada por las consecuencias de la falta de amor..., porque solo Dios es amor y solo en Él podemos amar. Nos hemos separado del amor de Dios, nos hemos ido de las manos del Padre, creyéndonos que podemos subsistir sin Él, y ahora recogemos las ruinas, las dolorosas ruinas de los corazones, de los matrimonios, de las familias, de las sociedades y de las naciones.

¿Cómo no va sentir miedo el hombre de hoy, cuando como nos dice el Santo Padre, “tiene miedo de lo que ha causado”, tiene miedo de lo que se ha visto capaz de ser y hacer al hombre sin Dios? La única respuesta a esta devastación, la única sanación y restauración de nuestra cultura moderna, es conocer que tiene un Padre que es amor..., un padre que es amor y misericordia, y que está listo siempre para acoger al hijo pródigo de nuevo en la casa de su corazón. Un Padre que es el único, que igual que al principio cuando crea todo por amor, toma el caos y le da orden: “La Tierra era caos y confusión, y oscuridad... y dijo Dios: ‘Hágase la luz y empieza a poner orden’ “ (Gen. 1).


“¡No tengáis miedo!”, nos grita con fuerza el Santo Padre... No tengáis miedo de lo que el hombre de hoy ha creado, pues la crisis de amor de nuestra civilización puede ser restaurada; las llagas, como consecuencia de un mundo sin amor, pueden ser sanadas por el amor de Dios. Nuestra época ha revelado las estadísticas más elevadas de depresión, angustia, ataques de pánico y ansiedad. Todas, con algunas excepciones, son producto de algún miedo guardado en el corazón. Todo este dolor de la humanidad contemporánea es resultado de la profanación de la palabra amor, profanación porque el hombre que ha sido creado por amor y para amar, para ser reflejo del amor de Dios, cuando se separa de Dios, cuando no permanece en Dios que es la fuente del amor, pierde su capacidad de amar y, más bien, pisotea el don tan inmenso del amor. “El amor es de Dios y el que permanece en Dios, permanece en el amor”. (1 Jn 4) y “fuera de mí no podéis hacer nada” (Jn 15).

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