¡Buenos días, gente buena!
17 de noviembre
XXIII Domingo Ordinario C
Evangelio
Lucas 21,5-19
Y como algunos, hablando del Templo, decían que estaba adornado con hermosas piedras y ofrendas votivas, Jesús dijo: «De todo lo que ustedes contemplan, un día no quedará piedra sobre piedra: todo será destruido».
Ellos le preguntaron» «Maestro, ¿cuándo tendrá lugar esto, y cuál será la señal de que va suceder?».
Jesús respondió: «Tengan cuidado, no se dejen engañar, porque muchos se presentarán en mi Nombre, diciendo: "Soy yo", y también: "El tiempo está cerca". No los sigan. Cuando oigan hablar de guerras y revoluciones no se alarmen; es necesario que esto ocurra antes, pero no llegará tan pronto el fin».
Después les dijo: «Se levantará nación contra nación y reino contra reino. Habrá grandes terremotos; peste y hambre en muchas partes; se verán también fenómenos aterradores y grandes señales en cielo.
Pero antes de todo eso, los detendrán, los perseguirán, los entregarán a las sinagogas y serán encarcelados; los llevarán ante reyes y gobernadores a causa de mi Nombre, y esto les sucederá para que puedan dar testimonio de mí.
Tengan bien presente que no deberán preparar su defensa, porque yo mismo les daré una elocuencia y una sabiduría que ninguno de sus adversarios podrá resistir ni contradecir. Serán entregados hasta por sus propios padres y hermanos, por sus parientes y amigos; y a muchos de ustedes los matarán. Serán odiados por todos a causa de mi Nombre. Pero ni siquiera un cabello se les caerá de la cabeza. Gracias a la constancia salvarán sus vidas.
Palabra del Señor.
Los cabellos de su cabeza están contados
El Evangelio nos va guiando por el filo de la historia: de un lado la vertiente oscura de la violencia, el corazón tenebroso que destruye; del otro lado la vertiente de la ternura que salva: ni siquiera un cabello de su cabeza se perderá. El Evangelio no anticipa las cosas últimas, desvela el sentido último de las cosas. Después de toda crisis anuncia un punto de ruptura, una vuelta que transita hacia horizontes nuevos, que abre una brecha de esperanza. Habrá guerras y atentados, revoluciones y desengaños quemantes, ansias y temores, pero ustedes, alcen la cabeza, levántense.
Pero ustedes… es bellísimo este “pero”: una separación, una resistencia ante lo que parece preponderante hoy en el mundo. Pero ustedes, levanten la cabeza; actúen, no se resignen, no se sean igual, no se rindan. El Evangelio llama al compromiso, al tenaz, humilde trabajo cotidiano desde abajo que se preocupa de la tierra y de sus heridas, de los hombres y de sus lágrimas, prefiriendo siempre lo humano ante lo deshumanizante.
Es la bienaventuranza de los opositores: ellos saben que la punta del hilo rojo de la historia está bien cuidado en las manos de Dios. Es la bienaventuranza escondida de la oposición: en el mundo parecen vencer los más violentos, los más ricos, los más crueles. Pro con Dios siempre hay un después. Dichosos los que se oponen. Los discípulos no son ni optimistas ni pesimistas, son aquellos que saben custodiar y cultivar la esperanza. “Mientras la creación asciende… todos es dolores de parto/ cuanto morir para que la vida nazca”
Y cuando hasta la violencia aparece como señora y patrona de la historia, ustedes levántense, , porque ni siquiera un cabello de su cabeza se perderá… los cabellos de su cabeza están todos contados, no tengan temor. Hombre y naturaleza pueden desencadenar todo su potencial destructor, sin embargo no pueden nada contra el amor.
Ante la ternura de Dios son impotentes. En el caos de la historia su mirada esta fija en mí. El es el guardián enamorado de todos mis pequeños fragmentos. La visión apocalíptica del Evangelio es la revelación de que el mundo como lo conocemos, con su orden fincado en la fuerza y en la violencia, ya comienza a ser cambiado desde su misma lógica. La violencia se autodestruirá.
Lo que debe quedar grabado en nuestros ojos del corazón es la última línea del Evangelio: levántense, alcen la cabeza, miren lejos, porque la realidad no es solamente esto que se ve: hay un Libertador, su Reino llega, llegará con el florecer de la vida en todas sus formas.
¡Feliz Domingo!
¡Paz y Bien!
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