¡Bendíceme, Madre Auxiliadora! y ruega por mí sin cesar.
Aleja de mí, hoy y siempre, el pecado. Si tropiezo, tiende tu mano hacia mí. Si cien veces caigo, cien veces levántame; si yo te olvido, tú no te olvides de mí.
¡Si me dejas Madre!, ¿qué será de mí?
En los peligros del mundo asísteme; quiero vivir y morir bajo tu manto. Quiero que mi vida te haga sonreír. Mírame con compasión, no me dejes Madre mía y, al final, sal a recibirme y llévame junto a ti.
Tu bendición me acompañe hoy y siempre. Amén.
Rezar un Ave María.
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