Papa Francisco: Sabemos poco del Niño Jesús, pero podemos aprender mucho de Él si miramos la vida de los niños. Tener devoción al Niño Jesús
"Dios ha sido un niño, y esto tiene que tener un significado peculiar para nuestra fe... En el período navideño recordamos su infancia. Para crecer en la fe tendremos necesidad de contemplar más a menudo al Niño Jesús", así lo ha expresado el Papa Francisco durante una de su Catequesis realizada en Audiencia General en la Plaza de San Pedro en el Vaticano
El Papa Francisco explicó que "para amar al Niño Jesús es necesario mirar las cosas desde el punto de vista de los niños y observarlos, saber que ellos tienen necesidad de sentirse protegidos, cuidados, quieren sonreír y jugar". A continuación su mensaje:
La tradición del pesebre
En estos días navideños se nos coloca frente a nosotros el Niño Jesús.
Estoy seguro que en nuestras casas todavía tantas familias han hecho el pesebre, llevando hacia adelante esta bella tradición que se remonta a San Francisco de Asís y que mantiene vivo en nuestros corazones el misterio de Dios que se hace hombre.
La devoción a la infancia de Jesús
La devoción al Niño Jesús está muy difundida. Tantos santos y santas la han cultivada en su oración cotidiana, y han deseado modelar su vida a aquella del Niño Jesús.
Pienso en particular en Santa Teresa de Lisieux que como monja carmelita ha llevado el nombre de Teresa del Niño Jesús y del Rostro Santo.
Ella, quien es también Doctora de la Iglesia, ha sabido vivir y testimoniar aquella "infancia espiritual" que se asimila propio meditando, en la escuela de la Virgen María, la humildad de Dios que por nosotros se ha hecho pequeño.
Y esto es un misterio grande, Dios es humilde, nosotros que somos orgullosos, llenos de vanidad y que nos creemos grandes cosas, somos nada, Él es grande, es humilde y se hace Niño, esto es un gran misterio, Dios es humilde ¡es hermoso!
Contemplar la Divina infancia de Jesús
Hubo un momento en que, en la Persona divino-humana de Cristo, Dios ha sido un niño, y esto tiene que tener un significado peculiar para nuestra fe.
Es verdad que su muerte en la cruz y su resurrección son la máxima expresión de su amor redentor, pero no olvidemos que toda su vida terrena es revelación y enseñanza.
En el período navideño recordamos su infancia. Para crecer en la fe tendremos necesidad de contemplar más a menudo al Niño Jesús. Cierto, no conocemos nada de este período.
Las raras indicaciones que poseemos hacen referencia a la imposición del nombre después de ocho días de su nacimiento y a la presentación en el Templo; por otra parte la visita de los Magos con la consecuente fuga en Egipto.
Después, hay un gran salto hasta los doce años, cuando con María y José, va en peregrinación a Jerusalén para la Pascua, y en lugar de volver con sus padres se detiene en el Templo a hablar con los doctores de la ley.
La vida de los niños nos acerca al Niño Jesús
Como se ve, sabemos poco del Niño Jesús, pero podemos aprender mucho de Él si miramos la vida de los niños. Es una bella costumbre, que los padres, los abuelos tienen, que es aquella de mirar a los niños, ver qué hacen.
Descubrimos, sobre todo, que los niños quieren nuestra atención. Ellos deben estar al centro ¿por qué? ¿Porque son orgullosos? No, porque tienen necesidad de sentirse protegidos.
Poner al Niño Jesús en el centro
Es necesario también para nosotros poner al centro de nuestra vida a Jesús y saber, incluso si puede parecer paradójico, que tenemos la responsabilidad de protegerlo. Quiere estar entre nuestros brazos, desea ser cuidado y poder fijar su mirada en la nuestra.
Por otra parte, hacer sonreír al Niño Jesús para demostrarle nuestro amor y nuestra alegría porque Él está en medio de nosotros. Su sonrisa es signo del amor que nos da certeza de ser amados.
Los niños, finalmente, aman jugar. Pero hacer jugar a un niño, significa abandonar nuestra lógica para entrar en la suya. Si queremos que se divierta es necesario entender qué le gusta a él. Y no ser egoístas y hacerles hacer las cosas que nos gustan a nosotros.
El Niño Jesús es fuente de amor
Es una enseñanza para nosotros. Delante a Jesús estamos llamados a abandonar nuestro reclamo de autonomía, y este es el centro del problema, el reclamo de autonomía para acoger en cambio la verdadera forma de libertad, que consiste en el conocer a quien tenemos delante y servirlo.
Él es el Hijo de Dios que viene a salvarnos. Ha venido entre nosotros para mostrarnos el rostro del Padre rico de amor y de misericordia.
Abracemos, entonces, entre nuestros brazos al Niño Jesús, pongámonos a su servicio: Él es fuente de amor y de serenidad.
Y será una bella cosa hoy cuando volvemos a casa ir cerca del pesebre y besar al Niño Jesús y decirle:
"Jesús, yo quiero ser humilde como Tú, humilde como Dios".
...Y pedirle esta gracia...
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