lunes, 17 de diciembre de 2018

Domingo de la alegría

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Tercer domingo de Adviento, el conocido como el domingo de la alegría. Alegría de la espera. Alegría por la cercanía del Señor, razón de nuestra alegría. Alegría por el encuentro con él en la oración perserverante, alegría por la vida que nos regala, alegría para vivir en permanente agradecimiento por lo que recibimos de Él. Alegría por poder adorar al que va a venir. Alegría por la Redención Prometida. Alegría por la fe.
Y, sobre todo, alegría que proviene del Espíritu Santo que es quien, como a María, nos une a Jesús. Alegría por sentir a Cristo nacer en nuestro interior. Alegría por esa capacidad que nos ofrece el Espíritu Santo para transformar y renovar nuestra vida. Alegría por la esperanza que se abre a nuestro alrededor. Alegría por acoger en nuestra vida la esperanza. Alegría por la serenidad interior que viene de Jesús. Alegría del compartir con el prójimo la cercanía del Niño Dios. Alegría por los dones y gracias que cada día se reciben de Dios. Alegría por la bondad y paciencia que Él tiene con cada uno. Alegría por su infinito y fiel amor.
Alegría porque Cristo es la Alegría. Cristo es el Amor. Cristo es la Esperanza. Cristo es la Misericordia.
Alegría porque caminamos con María, en este tiempo de Adviento, causa de nuestra alegría. ¡Bendito el domingo de la alegría que llena el corazón de esperanza!


¡Señor, estoy alegre porque ya estás cerca! ¡Estoy alegre, Jesús, porque en unos pocos días celebraremos la Navidad, la fiesta de tu venida, del Dios que se ha hecho niño para compartir nuestra condición humana! ¡Jesús, estoy alegre porque siento en esta cercanía tuya la gran bondad de Dios! ¡Señor, estoy alegre porque siento que nada me puede separar del amor de Dios que se manifiesta en ti!  ¡Señor, estoy alegre pero consciente de que el pecado me aleja de Ti! ¡Estoy alegre, Señor, porque conociendo mi pequeñez y mi miseria no dejas de amarme y tu misericordia me llena! ¡Estoy alegre, Señor, porque soy consciente de que puedo elevarte todas mis peticiones, mis preocupaciones, mis sufrimientos, mis heridas, necesidades y mis súplicas y tu las escuchas siempre, las acoges y las elevas a Dios! ¡Estoy alegre, Señor, porque reconozco en ti tu gran misericordia, tu infinita bondad y tus gracias! ¡Gracias, Señor, por este domingo de la alegría! ¡Concédeme, Señor, la gracia de abrir mi corazón y mi espíritu a la alegría, ir a tu encuentro! ¡Virgen María, que esperaste y preparaste, silenciosa y orante, el nacimiento del Redentor, abre mi corazón a la alegría! ¡Amén!

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