sábado, 7 de julio de 2018

Mi fiesta con Dios




Santo Evangelio según San Marcos 6, 1-6. Domingo XIV de Tiempo Ordinario. Ciclo B.


Por: H. José Romero, L.C. | Fuente: missionkits.org 


En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.

Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!

Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)

Señor, concédeme disfrutar estar contigo hoy.

Evangelio del día (para orientar tu meditación)



Del santo Evangelio según san Marcos 6, 1-6

En aquel tiempo, Jesús fue a su tierra en compañía de sus discípulos. Cuando llegó el sábado, se puso a enseñar en la sinagoga, y la multitud que lo escuchaba se preguntaba con asombro: "¿de donde aprendió este hombre tantas cosas? ¿De dónde le viene esa sabiduría y ese poder para hacer milagros? ¿Qué no es éste el carpintero, el hijo de María, el hermano de Santiago, José, Judas y Simón? ¿No viven aquí, entre nosotros, sus hermanas?". Y estaban desconcertados.

Pero Jesús les dijo: "Todos honran a un profeta, menos los de su tierra, sus parientes y los de su casa". Y no pudo hacer allí ningún milagro, sólo curó a algunos enfermos imponiéndoles las manos. Y estaba extrañado de la incredulidad de aquella gente. Luego se fue a enseñar en los pueblos vecinos.

Palabra del Señor.

Medita lo que Dios te dice en el Evangelio


Mi hermana me preparó una fiesta sorpresa para mi 11° cumpleaños, el problema era que yo ya me había enterado. Sabía todo, quiénes iban, la torta, la hora y el modo como iba a ser la fiesta, todo gracias a mi hermanito menor. La fiesta fue para mí algo normal porque perdió la magia de la sorpresa.

En el Evangelio de hoy pasa prácticamente lo mismo, solamente que la fiesta de hoy se llama Jesús, Dios en mi vida. Las personas creen conocer todo sobre Él, porque su hermanito, que son sus juicios humanos, le dice que es un carpintero, dónde vivía, quiénes eran sus familiares, todo que hacía a Jesús alguien igual a ellos, más de lo mismo. Jesús perdió la magia de la sorpresa.

Así como mis ojos no vieron lo más importante de mi fiesta que era el amor con que mi hermana hizo todo, así las personas no vieron en Jesús a Dios, no vieron el amor de Dios que se acercaba a sus vidas por dejarse guiar solamente por lo que "sabían".

Y a veces esto nos puede suceder cuando conocemos a Dios, la sorpresa desaparece; no hay más magia en Él, como en los primeros días, o nunca la hubo. Pero lo importante en sí no es la sorpresa sino la fiesta, la fiesta de que Dios se acerca cada día a mi vida, que Dios está conmigo y que esta fiesta, que es mi vida junto a Él, es porque me ama.

No dejemos que "nuestro saber" de cómo es Dios aparten nuestros ojos de Él; que la rutina no se apodere de nuestro amor, que sepamos gozar la alegría de que Dios está con nosotros, y aunque ya sepamos que la fiesta va a suceder la disfrutemos al máximo. Porque el amor de Dios es algo que se goza con infinita alegría.

¿Y dónde se aprende este estilo de vida trabajador? Antes que nada se aprende en familia. La familia educa al trabajo con el ejemplo de los padres: el papá y la mamá que trabajan por el bien de la familia y de la sociedad. En el Evangelio, la Sagrada Familia de Nazaret aparece como una familia de trabajadores, y Jesús mismo es llamado "hijo del carpintero" o incluso "el carpintero". Y san Pablo no dejará de advertir a los cristianos: "Quien no quiera trabajar, que no coma". Una buena receta para adelgazar. Si no trabajas no comes. El apóstol se refiere explícitamente al falso espiritualismo de algunos que, de hecho, viven a costa de sus hermanos y hermanas "sin hacer nada".
(Catequesis de S.S. Francisco, 19 de agosto de 2015).

Diálogo con Cristo

Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.

Propósito

Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.

Disfrutar que Dios está a mi lado en cada momento y procurar que la mayor parte de mi familia participemos en la celebración dominical de la Eucaristía

Despedida

Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.

¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!

Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

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