viernes, 9 de marzo de 2018

Preguntas ante la tercera caída de Jesús

orar con el corazon abierto.jpg




ORAR CON EL CORAZÓN ABIERTO
Meditaciones diarias para un sincero diálogo con Dios

La tercera caída de Jesús bajo el peso de la cruz en su via crucis es una lección de humildad. Es la constatación de su despojo más absoluto. El Señor les había dicho a los discípulos que no había venido a ser servido sino a servir. Y ahí está, despojado de si mismo, portando la cruz, en obediencia absoluta al Padre por amor a los hijos.
Este hombre magullado, encarnecido, dolorido, humillado, flagelado es el mismo Dios que ha asumido la condición de hombre. Comprendes entonces cuánto te ama Dios en tus debilidades y tus fortalezas, cómo te acompaña Jesús en el camino de la vida, especialmente en las caídas más dolorosas cuando parece que las fuerzas han menguado y no hay esperanza.
Ante esta tercera caída te planteas como te sientes ante las preocupaciones cotidianas cuando el cansancio físico y emocional hace mella en ti al portar las cruces de la jornada y qué reacción has tenido ante cada uno de estos acontecimientos de tu vida que tanto dolor, frustración y angustia han generado. Te preguntas también si has sabido contemplar la presencia continuada de Cristo caminando a tu lado.

Ante cualquier circunstancia marcada por el dolor, por la congoja, el pesar, el abatimiento o la preocupación siempre germina una semilla de esperanza y de paciencia, para esperar y para sufrir, para encontrar esa paz que sólo se encuentra en la Cruz y en las luchas cotidianas.
Cuando contemplas a Jesús bajo el peso de la cruz, caído por tercera vez, comprendes que cualquier experiencia dolorosa es intrínseca a tu crecimiento interior y espiritual, a tu evolución personal, a la necesidad de dejarse ayudar para borrar esa soberbia y ese egoísmo que tantas veces nublan tu existencia e impiden acoger en el corazón la ayuda del Padre, el consuelo del Hijo y las fuerzas del Espíritu Santo.
Cada caída ante el peso de la vida es una ventana que se abre para tu crecimiento personal, una ocasión para reponer fuerzas y levantarse de nuevo y reemprender el camino. Es la oportunidad para exclamar a Cristo que por los méritos de su debilidad, en esta tercer caída, te ofrezca la gracia de levantarte otra vez en el desafallecimiento y seguir el camino con confianza, esperanza,  paciencia y con mucha fe seguido de cerca por su mirada consoladora, con su amor misericordioso y con su protección sanadora.

¡Señor, que el peso de las cruces cotidianas, que mis caídas ante el dolor y el sufrimiento, no me impidan levantarme! ¡No permitas, Señor, que desfallezca ante el peso de mis cruces! ¡Concédeme la gracia de caminar confiando en tu compañía, con la esperanza cierta de que estás a mi lado, con la paciencia para esperar y sufrir y con la fe en tu amor que todo lo sostiene! ¡No permitas que nunca me de por vencido! ¡Permíteme, Señor, que no olvide nunca que he podido avanzar por la vida a la que Dios me ha llamado porque Tu me acompañas y me sostienes! ¡Toma por tanto, Señor, mi voluntad y fortalécela por medio de tu Santo Espíritu, por tu gracia y por tu misericordia! ¡Concédeme la gracia, Señor, de que cada día sea un motivo para levantarme con el propósito firme de corregir mis errores, de enmendar mis faltas y de convertirme interiormente con el corazón abierto! ¡Que como hiciste Tú, Señor, cada vez que caiga me vuelva a poner en pie, que obtenga de tu Santo Espíritu, las fuerzas para alzarme de nuevo y reemprender el plan de Dios en mi vida! ¡Dame claridad, Señor, para que sepa contemplar tu sacrificio llevando la cruz por mi, para que no haga como aquellos que no tenían compasión de tu caída, para evitar clavarte los clavos en la cruz, para evitar lanzarte la lanza a tu costado, para limpiarte la sangre que derramaste por mi y secarte las lágrimas que cayeron por tu amor hacia mi! ¡Señor, te ofrezco mi debilidad, mi pequeñez, mi miseria, mis congojas, mis miedos, mis penas de cada día! ¡No permitas, Señor, que viva anestesiado por las seguridades mundanas que me impiden comprometerme ante ti y ante el prójimo y ayúdame a ponerme en pie para exclamar con el corazón abierto: «Señor, te amo; hazme semejante a ti»!

No hay comentarios. :

Publicar un comentario