viernes, 9 de marzo de 2018

El dolor y el perdón



  FOPSME.


El dolor que todos cargamos por alguna lesión recibida, puede ser como una herida abierta que se va ulcerando con terrible infección a través de los años. Muchos de nosotros andamos cargando con rencores y culpabilidades, y nunca nos atrevemos a afrontar la situación interiormente. Casi nunca perdonamos y raramente olvidamos; y sin embargo rezamos a Dios que nos perdone como perdonamos a los demás. Aunque la persona que nos ha herido no tenga remordimientos, aquel que va guardando rencor es el que está destinado a vivir en cadenas.

La única forma de romper estas cadenas y de liberarnos, es olvidándonos del enojo que sentimos y pidiendo a Dios la gracia del perdón.

A veces se requiere del apoyo de una comunidad Cristiana, que nos ayude a desatar las envolturas que nos atan para perdonar a los demás. Somos como Lázaro resucitado de entre los muertos, ¡vivos! Pero aún necesitando la ayuda de aquellos que nos rodean para liberarnos y quitarnos las vendas y ser verdaderamente libres.


Santa Faustina escribió: “Nos parecemos más a Dios cuando perdonamos al prójimo” (Diario 1148)

¡Perdonar es mucho más que simplemente evitar el confrontarnos con aquellos que nos han lastimado! Puede que no sea muy inteligente el restablecer una relación con alguien que nos haya lastimado seriamente, pues tal vez sería exponerse a mayor daño o abuso. Aún cuando tengas que mantenerte lejos de la persona que te ha herido, debes olvidarte del enojo o del rencor y perdonar.

La Escritura es muy clara en cuanto a que, así como nuestro Padre Celestial nos ama, debemos amar a los demás. El amor no es una emoción, sino una decisión. “…Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rogad por los que os persigan” (Mt 5,44)

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