El nombre "Jesús" es la forma latinizada del griego "Iesous", término con el que Cristo es identificado en el Nuevo Testamento. Este nombre deriva del hebreo "Yeshú", forma abreviada de "Yeshúa", la variante más extendida del nombre "Yehoshúa", que etimológicamente significa: "Yahveh salva" o "Yahveh es salvación".
Antes de la Encarnación este nombre ya aparece en los libros del Antiguo Testamento, aunque no fue usado por ninguna persona destacada desde el tiempo de Josué, hijo de Nun, jefe del ejército israelita y estrecho colaborador de Moisés. También fue el nombre del autor del libro del Eclesiástico en el Antiguo Testamento (denominado Sirácida en algunas versiones), de uno de los ancestros de Cristo (Lc 3,29), y de uno de los compañeros del apóstol Pablo (Col 4,11). Este nombre aparece también citado en escritos seculares. En las obras de Flavio Josefo, por ejemplo, son mencionados unos veinte personajes con igual denominación. Se considera que la forma de este nombre en arameo, el idioma de la Judea del siglo I, es la que con toda probabilidad usó Jesús: "Ieshuá". En Marcos y Lucas, Jesús es llamado "Iesous ho nazarenos", en Mateo y Juan (Lucas en ocasiones) se utiliza la forma "Iesous ho nazoraios", que es la forma en que aparece también en el libro de los Hechos de los Apóstoles. La interpretación de estos epítetos no es unánime. Para la mayoría de los exegetas, ambos hacen referencia a su localidad de origen, Nazaret; otros, en cambio, interpretan el epíteto "nazoraios" ("nazoreo") como compuesto de las palabras hebreas "neser" ("retoño") y"semah" ("germen"); y, según esta interpretación, el epíteto tendría un carácter mesiánico.
Cristo es el "título" con el cual Jesús se menciona mil 514 veces en el Nuevo Testamento. La palabra "Cristo", es el equivalente griego de la palabra hebrea "Mesías", que significa "Ungido".
De acuerdo con la Antigua Ley, los sacerdotes (Lev 8,12), los reyes (1 Sam 10,1) y los profetas (1 Re 19,16) debían ser ungidos para sus respectivos oficios. Ahora bien, el Cristo, el Mesías esperado por el pueblo de Israel, reuniría estas tres dignidades en su persona. Por ello no resulta sorprendente que a lo largo de los siglos el Pueblo de la Alianza se refiriera a Aquel que tendría la "triple unción" simplemente como: "El Ungido". Esta es la causa por la cual el término "Cristo" está casi siempre precedido por el artículo "el". Sólo después de la Resurrección el título se convertirá gradualmente en un nombre propio, y la expresión Jesucristo o Cristo Jesús pasará a usarse como una única designación.
El nombre "Jesucristo" es el resultado de la fusión de las palabras "Jesús" y "Cristo". "Jesús" es un "nombre" propio (en el lenguaje moderno diríamos "civil"), "Cristo" es el "título" mesiánico con el cual los apóstoles expresan su fe en el misterio inmanente y trascendente del Verbo hecho carne (Jn 1,14). De esta forma, el término "Jesucristo" constituye en sí mismo una profesión condensada de la fe que arranca de la confesión fundacional de Simón Pedro: "Tú, (Jesús), eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo" (Mt16,16).
Con el nombre "Jesucristo" se identifica, pues, a Aquel que hilvana la Antigua y la Nueva Alianza. El que fue prometido y esperado como Mesías, como Cristo, como "El Ungido", consuma la obra de la redención como Jesús, como "El Salvador".
Es por ello que el apóstol Pedro confiesa ante los dirigentes de Israel que le interpelan: "...la salvación tiene lugar "en nombre"de nuestro Señor Jesucristo" (Hch 4,10). Este "en nombre" quiere decir: Él es "El Salvador", el "Emmanuel", el "Dios con nosotros"y, a la par, el Sumo y Eterno Sacerdote, la plenitud de la Ley y los profetas, el Rey de reyes y Señor de señores, y ello de modo radical y exclusivo: "...en ningún otro está la salvación, porque a la humanidad no le ha sido dado ningún "otro nombre" por el que pueda uno salvarse" (Hch 4,12).
De este modo el nombre de Jesucristo es anunciado a judíos y gentiles. Es por ello que si bien en la Antigua Alianza "en el nombre de Yahveh", en el nombre de "el Adonay" (el Señor), se jura (Dt 6,13), se bendice (1 Cr 16,2), se maldice (2 Re 2,24), se profetiza (Jer 11,21)...; en el Nuevo Testamento la salvación es anunciada en nombre de Cristo Jesús, Aquel a quien "Dios le exaltó y le otorgó el Nombre, que está sobre todo nombre. Para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en los cielos, en la tierra y en los abismos, y toda lengua confiese que Cristo Jesús es el Señor para gloria de Dios Padre" (Fil 2,9-11).
En nombre de este "Nombre que está sobre todo nombre", se acoge (Mt 18,5), se hacen milagros (Mt 7,22), se ora (Jn 14,13), se envía (Jn 14,26)..., invocando este nombre los cristianos son incorporados por el bautismo a la Iglesia, "cuerpo de Cristo", comunidad de "ungidos", y quedan insertados en Aquel cuyo nombre es Santo, Uno en esencia y Trino en personas.
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