viernes, 9 de abril de 2021

Cómo celebrar el viernes de Pascua de Resurrección en casa

 



Aleteia Team - publicado el 07/04/21

Guía para quienes no podrán participar en la santa Misa del Viernes de Pascua o para quienes quieran prepararse espiritualmente para la celebración eucarística.

Esta celebración de la Palabra de Dios en casa se dirige a quienes no puedan participar en la santa Misa del Viernes de Pascua en su parroquia a causa de la pandemia o de otros impedimentos.
Asimismo, esta celebración puede convertirse en una excelente preparación para vivir con provecho la eucaristía de este viernes en el que celebramos la Resurrección de Jesús.

Guía para la celebración

  • Si usted se encuentra solo, es preferible leer las lecturas y oraciones de la misa de este domingo (que también podrá encontrar en esta guía) o seguir la misa por televisión o en Aleteia a través de esta página especial creada porAleteia para Semana Santa. Esta celebración requiere al menos la participación de dos personas.
  • Esta celebración se adapta particularmente a un marco familiar, de amistad o de vecinos. Ahora bien, en el respeto de las medidas del confinamiento, es necesario verificar si está permitido invitar a los vecinos o amigos. En todo caso, durante su celebración, deberán respetarse estrictamente las consignas de seguridad.
  • Es posible seguir la celebración imprimiendo este texto en papel o directamente a través del propio dispositivo electrónico (teléfono móvil, tablet, ordenador).
  • Se ha de colocar el número de sillas necesario ante un espacio de oración, respetando la distancia de un metro entre cada uno.
  • Se encenderán una o varias velas, que deberán colocarse en un soporte incombustible (por ejemplo, un plato de porcelana o cristal). Al final de la celebración, se apagarán las velas. Se adornará, en la medida de lo posible, el espacio de oración con flores o plantas. Se colocará una cruz o crucifijo.
  • Se designa a una persona para dirigir la oración, quien establecerá la duración de los momentos de silencio.
  • Se designa el lector de la lectura.
  • Se pueden preparar cantos apropiados.

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VIERNES DE PASCUA DE LA RESURRECCIÓN DEL SEÑOR
Celebración de la Palabra
Solo Jesús puede salvarnos 

Nos sentamos.  La persona que guía la celebración toma la palabra:

Hermanos y hermanas:
solo Jesús puede salvarnos,
este es el mensaje central de la Resurrección.

Pero, surge la pregunta:
¿nuestra vida está a la altura
de lo que se exige de nosotros para poder salvarnos?

Él, que ha vomitado a los tibios,
¿nos va a salvar a nosotros,
que no somos grandes santos,
y ni siquiera, quizá, pequeños?

Él, que rechazará la entrada a las bodas eternas
a aquellos que no son dignos,
¿salvará a nuestros padres, nuestros hijos,
nuestros seres queridos?

Él, que ha instituido
un solo bautismo para el perdón de los pecados,
¿salvará a aquellos que no conocen su Nombre?
¿El único Nombre por el que
pueden ser salvados?

Mientras nos planteamos estas preguntas,
veremos hoy cómo el discípulo al que Jesús amaba,
nos describirá una escena de pesca
a orillas del lago de Tiberíades:
comienza a levantarse el sol en el horizonte,
mientras un grupo de pescadores
regresa con las redes vacías.

En la orilla, Jesús resucitado,
les espera de pie.
¿Quiénes son ellos para Él?
No son más que una banda de cobardes, de renegados,
de falsos amigos.
¿Acaso no le han abandonado, llenos de miedo,
en el momento más importante?
Y no son ni siquiera capaces,
tras una noche de trabajo,
de atrapar un pez.

¿Cómo reacciona Jesús?
Llenará sus redes, sin medida.
Les prepara un desayuno
que nunca podrán olvidar.

Pausa.

En este Viernes de Pascua de Resurrección,
continúan las circunstancias excepcionales
que nos impiden participar en la celebración de la Eucaristía.
Sin embargo, hoy más que nunca,
Señor Jesús, tú nos pides actualizarla
amándonos los unos a los otros,
como Tú nos has amado.

Después de tres minutos de silencio,
todos hacen la señal de la cruz, diciendo: 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Amén

El guía de la celebración sigue diciendo: 

Para prepararnos a acoger la Palabra de Dios
y de este modo se convierta en motivo de purificación para todos nosotros,
reconozcamos con humildad nuestros pecados.

Sigue el rito penitencial:

Señor, ten misericordia de nosotros.
Porque hemos pecado contra ti.
Muéstranos, Señor, tu misericordia.
Y danos tu salvación.

Que Dios Todopoderoso tenga misericordia de nosotros,
perdone nuestros pecados,
y nos lleve a la vida eterna.
Amén.

Se pronuncia o canta:

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

Cristo, ten piedad.
Cristo, ten piedad.

Señor, ten piedad.
Señor, ten piedad.

ORACIÓN
El guía de la celebración recita la siguiente oración:

Como un pastor,
en las orillas de la Vida,
el Señor conduce a su pueblo,
mientras las aguas
engullen al enemigo. Aleluya.

R/.Aleluya.

Nos sentamos. El lector asignado lee la primera lectura.

PRIMERA LECTURA

Lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles (4, 1-12)

En aquellos días, mientras Pedro y Juan hablaban al pueblo, se presentaron los sacerdotes, el jefe de la guardia del templo y los saduceos, indignados porque los apóstoles enseñaban al pueblo y anunciaban la resurrección de los muertos por el poder de Jesús. Los aprehendieron, y como ya era tarde, los encerraron en la cárcel hasta el día siguiente. Pero ya muchos de los que habían escuchado sus palabras, unos cinco mil hombres, habían abrazado la fe.

Al día siguiente, se reunieron en Jerusalén los jefes del pueblo, los ancianos y los escribas, el sumo sacerdote Anás, Caifás, Juan, Alejandro y cuantos pertenecían a las familias de los sumos sacerdotes. Hicieron comparecer ante ellos a Pedro y a Juan y les preguntaron: “¿Con qué poder o en nombre de quién han hecho todo esto?”

Pedro, lleno del Espíritu Santo, dijo: “Jefes del pueblo y ancianos, puesto que hoy se nos interroga acerca del beneficio hecho a un hombre enfermo, para saber cómo fue curado, sépanlo ustedes y sépalo todo el pueblo de Israel: este hombre ha quedado sano en el nombre de Jesús de Nazaret, a quien ustedes crucificaron y a quien Dios resucitó de entre los muertos. Este mismo Jesús es la piedra que ustedes, los constructores, han desechado y que ahora es la piedra angular. Ningún otro puede salvarnos, porque no hay bajo el cielo otro nombre dado a los hombres por el que nosotros debamos salvarnos”.

Palabra de Dios.

R/.Te alabamos, Señor.

El mismo lector u otro asignado lee el Salmo 117.

SALMO RESPONSORIAL

La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Aleluya.

R/. La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Aleluya.

Te damos gracias, Señor, porque eres bueno,
porque tu misericordia es eterna.
Diga la casa de Israel:
“Su misericordia es eterna”.
Digan los que temen al Señor:
“Su misericordia es eterna”.

R/. La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Aleluya.

La piedra que desecharon los constructores,
es ahora la piedra angular.
Esto es obra de la mano del Señor,
es un milagro patente.
Este es el día del triunfo del Señor:
día de júbilo y de gozo.

R/. La piedra que desecharon los constructores
es ahora la piedra angular. Aleluya.

Libéranos, Señor, y danos tu victoria.
Bendito el que viene en el nombre del Señor.
Que Dios desde su templo nos bendiga.
Que el Señor, nuestro Dios, nos ilumine.

R/.
 La piedra que desecharon los constructores

es ahora la piedra angular. Aleluya.

EVANGELIO
Para aclamar el Evangelio, cantamos el Aleluya triunfal.
R/. Aleluya, aleluyaaleluya.
Éste es el día del triunfo del Señor,
día de júbilo y de gozo.
R/. Aleluya, aleluya, aleluya.
Lectura del santo evangelio según san Juan (21, 1-14)

En aquel tiempo, Jesús se les apareció otra vez a los discípulos junto al lago de Tiberíades. Se les apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás (llamado el Gemelo), Natanael (el de Caná de Galilea), los hijos de Zebedeo y otros dos discípulos. Simón Pedro les dijo: “Voy a pescar”. Ellos le respondieron: “También nosotros vamos contigo”. Salieron y se embarcaron, pero aquella noche no pescaron nada.

Estaba amaneciendo, cuando Jesús se apareció en la orilla, pero los discípulos no lo reconocieron. Jesús les dijo: “Muchachos, ¿han pescado algo?” Ellos contestaron: “No”. Entonces él les dijo: “Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán peces”. Así lo hicieron, y luego ya no podían jalar la red por tantos pescados.

Entonces el discípulo a quien amaba Jesús le dijo a Pedro: “Es el Señor”. Tan pronto como Simón Pedro oyó decir que era el Señor, se anudó a la cintura la túnica, pues se la había quitado, y se tiró al agua. Los otros discípulos llegaron en la barca, arrastrando la red con los pescados, pues no distaban de tierra más de cien metros.

Tan pronto como saltaron a tierra, vieron unas brasas y sobre ellas un pescado y pan. Jesús les dijo: “Traigan algunos pescados de los que acaban de pescar”. Entonces Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red, repleta de pescados grandes. Eran ciento cincuenta y tres, y a pesar de que eran tantos, no se rompió la red. Luego les dijo Jesús: “Vengan a almorzar”. Y ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle: ‘¿Quién eres?’, porque ya sabían que era el Señor. Jesús se acercó, tomó el pan y se lo dio y también el pescado.

Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a sus discípulos después de resucitar de entre los muertos.

El Evangelio concluye sin aclamación.
Todos se sientan. El guía repite lentamente,

como si se tratara de un eco lejano:

En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos resonar estas palabras de san Pedro:
«Solo Jesús puede salvarnos».

Permanecemos cinco minutos en silencio de meditación personal.

PADRE NUESTRO

El que guía la celebración introduce el Padre Nuestro.

Fieles a la recomendación del Salvador,
y siguiendo su divina enseñanza,
nos atrevemos a decir:

Se reza o canta el Padre Nuestro:

Padre nuestro,
que estás en el cielo,
santificado sea tu nombre;
venga a nosotros tu reino;
hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo.
Danos hoy nuestro pan de cada día;
perdona nuestras ofensas,
como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden;
no nos dejes caer en la tentación,
y líbranos del mal.

E inmediatamente todos proclaman:

Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

El guía sigue diciendo:

Acabamos de unir nuestra voz
a la del Señor Jesús para orar al Padre.
Somos hijos en el Hijo.
En la caridad que nos une los unos a los otros,
renovados por la Palabra de Dios,
podemos intercambiar un gesto de paz,
signo de la comunión
que recibimos del Señor.

Todos intercambian un gesto de paz. Si fuera necesario, siguiendo las indicaciones de las autoridades, este gesto puede hacerse inclinando profundamente la cabeza hacia el otro o, en familia, enviando un beso a distancia con dos dedos en los labios.
Nos sentamos.

COMUNIÓN ESPIRITUAL

El guía dice:

Dado que no podemos recibir la comunión sacramental,
el Papa Francisco nos invita apremiantemente a realizar la comunión espiritual,
llamada también “comunión de deseo”.

El Concilio de Trento nos recuerda que
“se trata de un ardiente deseo de alimentarse con este Pan celestial,
unido a una fe viva que obra por la caridad,
y que nos hace participantes de los frutos y gracias del Sacramento”.

El valor de nuestra comunión espiritual
depende, por tanto, de nuestra fe en la presencia de Cristo en la Eucaristía,
como fuente de vida, de amor y de unidad,
así como de nuestro deseo de comulgar, a pesar de las circunstancias.

Podemos ahora  inclinar la cabeza,
cerrar los ojos y recoger nuestro espíritu.

Pausa en silencio

En lo más profundo de nuestro corazón,
dejemos crecer el ardiente deseo de unirnos a Jesús,
en la comunión sacramental,
y de hacer que su amor se haga vivo en nuestras vidas,
amando a nuestros hermanos y hermanas como Él nos ha amado.

Permanecemos cinco minutos en silencio en un diálogo de corazón a corazón con Jesucristo.
Podemos elevar un cántico de acción de gracias.
Nos ponemos de pie, y todos juntos pronunciamos esta oración: 

Guarda, Señor, con tu amor constante
a los que has salvado,
para que los redimidos por la pasión de tu Hijo
se alegren con su resurrección.
Él, que vive y reina por los siglos de los siglos.
Amén.

BENDICIÓN

La persona que guía la celebración, con las manos juntas, 
pronuncia en nombre de todos la fórmula de la bendición:

Por intercesión de san N.
[patrón de la parroquia, la familia, el país…],
de todos los santos y santas de Dios,
que el Señor de la perseverancia y la fortaleza
nos ayude a vivir el espíritu de
sacrificio, compasión y amor de Cristo Jesús.

De este modo, en comunión con el Espíritu Santo,
daremos gloria a Dios,
Padre de Nuestro Señor Jesucristo,
por los siglos de los siglos.
Amén.

Todos juntos mirando hacia la cruz,
piden la bendición del Señor:

Descienda sobre nosotros la bendición de Dios,
y permanezca siempre.
Amén.

Todos hacen la señal de la cruz.
Los padres pueden hacer la señal de la cruz en la frente de sus hijos.
Es posible concluir la celebración elevando un cántico a la Virgen María.

Regina caeli, laetare, alleluia,
quia quem meruisti portare, alleluia,
resurrexit sicut dixit, alleluia;
ora pro nobis Deum, alleluia.

Reina del cielo, alégrate, aleluya.
Porque aquel a quien mereciste llevar, aleluya,
resucitó según su palabra, aleluya.
Ruega al Señor por nosotros, aleluya.

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Para seguir santificando la Resurrección del Señor, Aleteia le ofrece recursos de oración  y celebración en su página especial de Pascua.

Asimismo, usted podrá encontrar, de manera gratuita, otros recursos en la página web de Magnificat. 

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