viernes, 25 de diciembre de 2020

Reflexionando sobre el nacimiento de Cristo Viernes 25 de diciembre de 2020 La Natividad del Señor (Navidad)

 



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Reflexionando sobre el nacimiento de Cristo
Viernes 25 de diciembre de 2020

La Natividad del Señor (Navidad)

Lecturas:
Misa de la vigilia - Misa de noche - Misa de amanecer - Misa de día

Fueron apresuradamente y encontraron a María y a José, y al niño acostado en el pesebre. Cuando vieron esto, dieron a conocer el mensaje que se les había dicho sobre este niño. Todos los que lo oyeron quedaron asombrados por lo que les habían dicho los pastores. Y María guardó todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón. Lucas 2: 16-19

¡Feliz Navidad! Nuestros preparativos de Adviento han sido completados y ahora nuestro Señor nos invita a entrar en la gloriosa celebración de Su nacimiento.

¿Qué tan bien entiendes el asombroso misterio de la Navidad? ¿Cuán plenamente comprende el significado de que Dios se convierta en un ser humano, nacido de una virgen? Aunque muchos están bastante familiarizados con la hermosa y humilde historia del nacimiento del Salvador del Mundo, esa familiaridad puede tener el sorprendente efecto negativo de impedir que nuestro intelecto indague profundamente las profundidades del significado de lo que celebramos.

Observe la última línea del pasaje del Evangelio citado anteriormente: “Y María guardaba todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón”. Qué hermosa línea para reflexionar este día de Navidad. La Madre María fue la única persona que habría entendido el misterio del nacimiento de su Hijo, el Hijo de Dios, el Salvador del mundo, mucho más profundamente que nadie. A ella se le apareció el Arcángel Gabriel, anunciando su embarazo y su nacimiento. Fue ella quien llevó a su Hijo, el Hijo de Dios, en su seno Inmaculado durante nueve meses. Fue a ella a quien Isabel, su prima, gritó: “Bendita tú eres entre todas las mujeres, y bendito el fruto de tu vientre” (Lucas 1:42). Fue María quien fue la Inmaculada Concepción, la que fue preservada de todo pecado a lo largo de su vida. Y fue ella quien dio a luz a este Niño, Lo llevó en sus brazos y lo amamantó de su pecho. Nuestra Santísima Madre, más que ninguna otra, comprendió el increíble evento que había tenido lugar en su vida.

Pero, nuevamente, el Evangelio anterior dice que "María guardó todas estas cosas, reflexionando sobre ellas en su corazón". Una cosa que esto nos dice es que incluso María, la Madre de Jesús y la Madre de Dios, necesitaba tiempo para reflexionar, reflexionar y saborear este misterio santísimo. Ella nunca dudó, pero su fe se profundizó continuamente y su corazón reflexionó sobre el misterio insondable e incomprensible de la Encarnación.

Otra cosa que nos dice esto es que no hay fin a la profundidad de la “reflexión” a la que debemos comprometernos si queremos adentrarnos más en el misterio del nacimiento del Hijo de Dios. Leer la historia, montar un belén, compartir tarjetas de Navidad, asistir a misa y cosas por el estilo son fundamentales para una celebración santa de la Navidad. Pero “meditar” y “reflexionar”, especialmente durante la oración y especialmente en la Misa de Navidad, tendrá el efecto de acercarnos cada vez más a este Misterio de nuestra Fe.

Reflexiona hoy con nuestra Santísima Madre. Reflexiona sobre la Encarnación. Colócate en la escena esa primera Navidad. Escuche los sonidos de la ciudad. Huele los olores del establo. Observe cómo los pastores se acercan en adoración. Y entre en el misterio más plenamente, reconociendo que cuanto más sabe sobre el misterio de la Navidad, más sabe lo poco que sabe y comprende realmente. Pero esa humilde comprensión es el primer paso hacia una comprensión más profunda de lo que celebramos este día.

Señor, contemplo la maravilla de tu nacimiento. Tú que eres Dios, la Segunda Persona de la Santísima Trinidad, Dios de Dios y Luz de la Luz, te hiciste uno de nosotros, un niño humilde, nacido de una virgen y acostado en un pesebre. Ayúdame a reflexionar sobre este evento glorioso, a reflexionar sobre el misterio con asombro y a comprender más plenamente el significado de lo que has hecho por nosotros. Te agradezco, querido Señor, por esta gloriosa celebración de Tu nacimiento en el mundo. Jesús, en Ti confío.




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