por Julio Micó, OFMCap
San Francisco y los evangelios
La doble barrera que se alzaba entre Francisco y la Biblia, la del libro, carísimo, y la de la lengua, el latín, solamente podía ser franqueada por el sacerdote, el cual, como administrador de la Palabra y el sacramento, tenía como misión en exclusiva hacer inteligible al pueblo el mensaje evangélico.
Dos narraciones de los biógrafos del Santo evidencian este comportamiento. En la primera, Francisco, después de escuchar en la iglesia el evangelio de la misión de los Apóstoles, pide al sacerdote que se lo explique para su mejor comprensión: «Cierto día se leía en esta iglesia el evangelio que narra cómo el Señor había enviado a sus discípulos a predicar. Presente allí el santo de Dios, no comprendió perfectamente las palabras evangélicas. Terminada la misa, pidió humildemente al sacerdote que le explicase el evangelio. El sacerdote le fue explicando todo ordenadamente. Al oír Francisco que los discípulos de Cristo no debían poseer ni oro, ni plata, ni dinero..., rebosando de alegría, se apresura inmediatamente a cumplir la doctrina saludable que acaba de escuchar... Pues nunca fue oyente sordo del Evangelio sino que, confiando a su feliz memoria cuanto oía, procuraba cumplirlo a la letra sin tardanza» (cf. 2 Cel 22).
En la segunda, se trata de buscar el programa evangélico de la incipiente Fraternidad y se recurre, igualmente, a la consulta del evangelio y a la explicación del sacerdote (cf. 2 Cel 15; LM 3,3; TC 28).
No cabe duda de que los biógrafos, con una finalidad ejemplarizante, tratan de que el laico Francisco se comporte como tal, respetando la función mediadora del sacerdote. Pero con independencia de esto, la actitud adoptada durante toda su vida respecto a los teólogos y la palabra escrita, induce a creer que Francisco mantuvo siempre este sustrato laico al tratar con la Escritura.
Aunque es difícil establecer las fuentes del conocimiento bíblico de Francisco, hay que tener en cuenta que la sociedad medieval coincidía aquí en Europa con la Cristiandad, por lo que disponía de muchos recursos para hacer llegar sus valores cristianos al pueblo; recursos que influyeron indudablemente para acercar la Escritura a Francisco.
Uno de ellos era la enseñanza. Ya hemos dicho anteriormente que la Biblia era el libro por excelencia de los estudios; más en concreto, para los que hacían la enseñanza básica, donde el texto fundamental, además de algunas oraciones litúrgicas como el credo, el padrenuestro, etc., era el Salterio. Los Escritos de Francisco nos confirman que él no sólo aprendió a leer y escribir con el Salterio, por lo bien que lo conoce, sino que se sabía de memoria muchos salmos, pues se memorizaban, tal como se practicaba entonces el método de enseñanza.
Otra fuente de conocimiento bíblico debió de ser el arte en sus múltiples expresiones, como la pintura, la escultura, las vidrieras, etc. En una sociedad como la medieval, donde el nivel de cultura era bajo, el arte era uno de los principales vehículos de la cultura y formación religiosa, hasta el punto de ser considerado como el libro de los pobres. Por medio del arte, esparcido por todas las iglesias y catedrales, la gente sencilla y analfabeta llegaba al conocimiento de la historia bíblica y de las verdades de la fe.
Dentro del arte plástico religioso habría que incluir también el drama litúrgico. Escrito en lengua vulgar sobre textos litúrgicos y apócrifos, ayudaba no sólo a mantener viva la piedad popular, sino también a profundizar en los hechos más importantes de la Escritura.
Al arte plástico habría que añadir la predicación como un elemento importante en la configuración bíblica de Francisco. Además de la predicación tradicional de los obispos y de los párrocos estaba la de los predicadores monásticos, sobre todo cistercienses, y también la de los predicadores itinerantes, tanto clérigos como laicos. El anuncio evangélico, hecho en un lenguaje simple y popular, iba acompañado por el testimonio de una vida pobre y sencilla. Aunque no existan datos sobre la relación de Francisco con estos movimientos de predicadores itinerantes, es bastante probable que la tuviera, puesto que el camino europeo para ir a Roma pasaba cerca de Asís.
La liturgia es, sin lugar a dudas, la fuente principal del conocimiento bíblico de Francisco; basta con hojear sus Escritos. En ellos se rastrean antífonas, oraciones, frases del ordinario y del canon de la misa e, incluso, de los comentarios de los Santos Padres en las lecturas del Oficio, lo cual indica el calado de su influjo litúrgico. Los mismos textos escriturísticos, más que por una lectura directa, debieron de entrar en Francisco a través de la liturgia, tal como hacen pensar las citas esparcidas en sus Escritos.
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