jueves, 5 de julio de 2018

“En la hora del miedo, en ti confío



04/07/2018 de FOPSME.


En los momentos de miedo, de peligro o de angustia, ¿qué puede hacer el hombre inerme frente a las amenazas de sus aguerridos adversarios?

Sólo puede confiarse a Dios y confiar en Su auxilio, superior a todos los demás, porque tiene el primado sobre toda la Creación. Es la situación que está viviendo hoy gran parte de la humanidad, que ha rechazado al verdadero Dios por “libre” elección; pocos tienen la suficiente fe para invocarlo en una sociedad como la nuestra, en evolución hacia la apostasía, la anarquía y el caos.

Del Evangelio se aprende que cuando el dueño de la viña, al final de la jornada de trabajo, entrega el salario a los obreros, recompensa con la misma moneda a los de la última hora como a los de la primera, los cuales protestan, considerando injusto su actuar (cfr. Mt 20, 1-16). Es fácil que le suceda así todavía hoy a la humanidad, que, frente a los eventos apocalípticos, decida inclinarse por la parte del más fuerte, esto es, por la parte de Dios, que no rechaza nunca a nadie, a excepción de aquellos que quieren permanecer hasta el final con satanás.

Sabiendo, sin embargo, que Dios nos ama inmensamente y que envió a su Hijo Jesús a salvarnos, mediante Su Pasión, Muerte y Resurrección, estamos tentados tal vez de aprovecharnos de Su Misericordia, cuando retrasamos a menudo a mañana los buenos propósitos de conversión y de reconciliación, corriendo el riesgo de pedir perdón fuera del límite de tiempo.


El don de la Fe, que nos ayuda mucho a vivir en nuestro tiempo, es un gran tesoro que debe custodiarse celosamente para enriquecerlo y testimoniarlo. Un tesoro que debe defenderse contra todos los enemigos que lo insidian: un don precioso especialmente para los jóvenes insertados en una sociedad cada vez más corrupta y guiada con todos los medios hacia la desesperación y la muerte.

Desde hace muchos años, el Cielo ha prometido una señal que llamará a todos los hombres a la conversión al verdadero Dios, antes de la catástrofe final. Será una señal grandiosa e inequívoca de la presencia del verdadero Dios.


Pensemos en las gracias que actualmente nos trae las apariciones de la Santísima Virgen María en tantos lugares del mundo, gracias que nos asisten para perseverar en este mundo y para  vivir la vida nueva y eterna.

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