CRISTO, SOL DIVINO
Cristo Jesús dice en el Evangelio: Yo soy la luz del mundo, el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida (Jn 8, 12). Jesús es el sol que
calienta con sus rayos divinos a este mundo frío y alejado de su amor por el pecado. Él es el sol de justicia que trae la salud en sus rayos (Mal 4, 20). Por eso, con frecuencia, para manifestar su presencia real en la Eucaristía, se presenta por medio de luces sobrenaturales.
Dice santa Ángela de Foligno: A veces, veo la hostia con un resplandor y una belleza muy grandes, más que si fuese el resplandor del sol. Por esa belleza, comprendo
con certeza que estoy viendo a Dios sin ninguna duda... En la hostia aparece una belleza más hermosa y más grande que la del sol... En ocasiones, veo en la hostia dos
ojos luminosísimos tan grandes que de la hostia sólo parecen quedar los bordes. Una vez, me fueron mostrados esos ojos y disfruté de tanta belleza y de tanto deleite que jamás podré olvidarlo por el resto de mi vida... Jesús resplandecía de belleza y de gracia y parecía un niño de doce años. Me sentía tan colmada de alegría que creo que no me olvidaré de ella por toda la eternidad. Y me comunicó tal certeza que no puedo dudar de nada y de ninguna manera. Todo mi gozo consistió en la contemplación de esa belleza inestimable1
Santa Faustina Kowalska, la mensajera del Señor de la misericordia, nos dice: He visto el sol que salía del Santísimo Sacramento y han quedado ofuscadas las otras
luces y todos tenían los ojos vueltos hacia aquella luz. Hoy, cuando el capellán ha traído a Jesús en la comunión, ha salido una luz de la hostia que con su rayo ha
golpeado mi corazón, colmándome de un gran fuego de amor . De pronto, he visto que de la santa hostia salieron dos rayos como están pintados en la imagen y se esparcieron por el mundo entero. Esto ha sucedido en un momento, pero ha sido, como si hubiese durado todo el día
Santa Micaela del Santísimo Sacramento dice en su Autobiografía: Me hizo ver el Señor las gracias especiales que, desde los sagrarios, derrama sobre la tierra y,
además, sobre cada individuo según la disposición de cada uno... Yo vi salir como un humo del sagrario, muy brillante y claro, a modo de la claridad de la luna que subía hasta por encima de las casas y participaban de esta luz más o menos, aun desde ellas. Yo vi una escala de influencia de pueblos a pueblos y ciudades hasta llegar a sus iglesias o sagrarios y, hasta cuando le sacan para los enfermos, va como derramando perlas preciosas de beneficios; y, si se viera, correría la gente para
aspirar aquel ambiente que el Señor deja tan embalsamado en el aire. Sí, yo vi sin que me quede duda, el torrente de gracias que el Señor derrama en el que lo recibe con fe y
Angela de Foligno, Experiencia de Dios amor, Ed. Apostolado mariano, Sevilla, 1991, pp. 53-54.
Diario, 26 de febrero de 1937.
Diario, 6 de enero de 1938.
Diario, 23 de marzo de 1937.
amor, como si derramara piedra
s preciosas de todos los colores. Vi cómo queda uno bañado y envuelto en aquel humo luciente y brillante de gracia, que no se me borra esta impresión del corazónMonseñor Josefino Ramírez dice: Una tarde visité la capilla de las hermanas en Las Piñas y se encontraba allí una santa mujer de nombre Hilda Walstrum, orando de
rodillas, sollozando silenciosamente. Al preguntarle si le pasaba algo, me respondió que sus lágrimas eran lágrimas de gozo. Había asistido a la misa y, durante la
elevación, vio que la sagrada hostia se transformaba en un apasionado corazón, destellando rayos luminosos. Uno de esos rayos, llegó a su corazón. Me comentó que,
en ese solo instante, había experimentado más amor del que jamás alguien podría experimentar, aun si viviese mil años. Lo mismo sucedió a la hermana Inés, de Akita en
Japón. Ella fue a la capilla de su convento a orar y vio que una luz deslumbrante salía del Santísimo Sacramento. Llena de amor divino, cayó al suelo. Por horas nadie podía moverla. Veinte años después, el solo recuerdo de esta experiencia le hacía caer en éxtasis.
Personalmente, tuve una larga conversación con el obispo Ito de Akita, quien me dijo que estuvo presente en la capilla y podía dar testimonio de la luz gloriosa que
el Santísimo Sacramento irradiaba. Esto sucedió en la fiesta del Sagrado Corazón de Jesús en 1973 y duró tres días .
El padre Roberto DeGrandis relata un suceso extraordinario sobre el poder de la Eucaristía y su luz divina: Recuerdo la historia de un hombre que se hizo sacerdote a
los cincuenta años, después de haber sido científico investigador de la NASA y trabajar con una cámara que podía calibrar el aura de luz alrededor de un cuerpo humano.
Creo que se llama fotografía Kirlian. El interés de la NASA estaba en poder identificar y supervisar el aura de los astronautas en órbita y determinar lo que les pasaba internamente. Encontraron que las personas agonizantes tienen un aura muy delgada como la luz azul, la cual se va poniendo más y más débil hasta que la persona muere.
El científico y su ayudante estaban un día en un hospital, supervisando el aura de un hombre agonizante. Mientras lo observaban, entró otro hombre en la habitación
y llenó la habitación de una luz, que emanaba de su bolsillo. El hombre sacó algo que ocasionó que la cámara se inundara de luz hasta el punto de que ellos fueron incapaces de ver lo que estaba pasando. Fueron a ver y descubrieron que aquel hombre estaba dando la comunión al agonizante. Ellos, entonces, observaron en su cámara que, cuando el agonizante recibió la comunión, su aura empezó a crecer y hacerse más fuerte.
Este científico supo que había un poder superior, dejó su trabajo, y se hizo sacerdote católico
Santa María Micaela del Santísimo Sacramento, Autobiografía, Ed. BAC, Madrid, 1981, p. 382.
Josefino Ramírez, Cartas a un hermano sacerdote, p. 16.
DeGrandis Roberto, Sanación a través de la misa, Ed. AMS, Bogotá, 2003, p. 163.
Ciertamente, Cristo es la luz del mundo, que ilumina nuestro camino y nos da su amor y paz. Por eso, si somos sabios e inteligentes para comprender lo que significa que Jesús mismo nos espera en la Eucaristía, nuestra alma brillará, pues Dios mismo nos dice que los sabios brillarán con el esplendor del firmamento (Dan 12, 3). Y para los santos brilla una espléndida luz (Sap 18, 1). Esto le pasó a Moisés. Dios hablaba a Moisés cara a cara como habla un hombre con su amigo (Ex 33, 11). Y, después de haber estado 40 días y 40 noches con Dios en el monte Sinaí, recibiendo los mandamientos de la ley de Dios, su faz se había hecho radiante por haber estado
hablando con Dios. Aarón y todos los hijos de Israel, al ver cómo resplandecía la faz de Moisés, tuvieron miedo de acercarse a él (Ex 34, 29-30). Por eso, si nosotros nos acercamos a Jesús Eucaristía para recibir los rayos de luz y amor que salen del sagrario, saldremos radiantes, con la alegría de Dios en el corazón. Así nos lo promete Él mismo al decir: Contemplad al Señor y quedaréis radiantes (Sal 33, 6).
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