CRISTO, PAN DE VIDA
Jesús nos dice: Yo soy el pan de vida... Yo soy el pan vivo bajado del cielo..., el que come este pan vivirá para siempre (Jn 6, 48.51.58). Jesús es el pan de vida, el pan para la vida, el pan que necesitamos en este mundo para vivir en abundancia la vida de Dios. Por eso, además de adorarlo y contemplarlo en la Eucaristía, debemos comerlo, es decir, comulgar. La máxima unión posible entre Dios y el hombre se da en el momento de la comunión. Dios y el hombre, el Creador y la pobre criatura, se hacen una sola cosa.
El hombre queda absorbido por su Dios en un abrazo de amor. Esto se da de modo más pleno y permanente, cuando se llega al matrimonio espiritual. Entonces, el abrazo
del Dios uno y trino, con el pobre ser humano es permanente, siendo signo de la unión total y definitiva que tendremos con Él en el cielo por toda la eternidad.
Esta unión con Dios debemos vivirla lo más intensamente posible en los momentos íntimos de la comunión eucarística, deseando que esta unión sea total y
permanente: viviendo cada día en esa tensión de querer unirnos más y más a Dios por medio de Jesús, asistiendo a misa, visitando a Jesús en la Eucaristía, adorándolo,
contemplándolo y recibiéndolo en la comunión. De esta manera, la Eucaristía será para nosotros fuente de vida y de unión con Dios por medio de Jesús. Por eso, la Eucaristía debe ser para nosotros el pan de vida y el alimento del alma.
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