Los propósitos de cuaresma son como cuando me resuelvo a iniciar una dieta o comenzar a hacer gimnasia todos los días. Veo la necesidad, tomo la determinación, comienzo y ¡qué difícil es perseverar! La dificultad en hacer cosas buenas que son arduas y difíciles no está en saber lo que está bien, sino en tener la determinación para hacer el bien y la constanciapara hacerlo siempre, aunque cueste y aunque se me quiten las ganas.
¿Por qué tantas veces no persevero en algo que sé que es bueno para mí?
Si no persevero es que no soy hombre de convicciones, no soy hombre de carácter, no he formado el hábito. Perseverar es cuestión de convicción, de carácter y de formar hábitos.
Esto aplica también a la vida de oración. Cuando compruebo mi miseria por la experiencia del pecado, cuando me topo con el sufrimiento y no sé cómo explicarlo ni cómo soportarlo, cuando me siento vacío, muy vacío… Sé que necesito encontrar a Dios, hablar con él para preguntarle estas cosas, encontrar en Él una respuesta. Y entonces hago el propósito de comenzar a hacer un poco de oración todos los días.
Una vez que me hago el propósito, perseverar depende de mí, sólo de mí. Debo ser hombre de carácter y tomar dominio de mi vida y hacer eso que sé que necesito. Es importante que no sea puro voluntarismo, sino que lo haga por amor y con amor. Oro porque quiero y porque quiero agradar a Dios.
Formación en la coherencia
Al llegar a Roma para estudiar filosofía, me llamó la atención que cada religioso hacía los exámenes en su propia habitación. Tomas tu cuestionario, te vas a tu habitación y allí respondes al examen. No estaba allí el profesor vigilando ni nadie controlándote. Vi que con esto mis formadores me estaban diciendo: el que se tiene que formar eres tú mismo, si te haces tonto, peor para ti. Si quieres sacar tus apuntes y copiar puedes hacerlo, nadie se dará cuenta. Pero si quieres prepararte para el sacerdocio y formarte en la recta conciencia y en la coherencia, también puedes hacerlo. Agradezco mucho a mis formadores este recurso en la formación de la coherencia que me ha acompañado durante toda la vida para ser constante en la oración diaria.
Formar hábitos
Después de tomar la resolución de hacer oración todos los días es necesario perseverar hasta formar el hábito. Los hábitos se forman a base de repetición de actos. Los hábitos son como una segunda naturaleza, se convierten en un modo ordinario de comportarme, con relativa naturalidad y facilidad.
Por ejemplo: si sé que debo beber al menos 2 litros de agua al día, debo poner los medios. Al inicio me resulta forzado, después lo hago parte de mi vida ordinaria. Si quieres aprender a tocar piano, debes dedicar tiempo a ensayar todos los días. Los ejercicios pueden parecer monótonos y engorrosos, pero son necesarios, para que una vez que hayas adquirido la movilidad y el oído necesarios, podrás soltarte y tocar libremente, incluso improvisar.
En la oración es igual: ¿estoy convencido de que necesito tener una buena relación con Dios? ¿quiero encontrar respuestas a tantos interrogantes que no logro comprender y asimilar en mi vida? ¿quiero buscar fortaleza para aceptar y cargar el sufrimiento que llevo encima? Si la respuesta es sí, entonces debo poner los medios. Debo ser un hombre de carácter, fijar una hora diaria, determinarme a buscar una persona que me enseñe y me acompañe en el camino, tomar la resolución de que una vez que he comenzado no lo dejaré por nada del mundo, y así todos los días, hasta formar el hábito de la oración diaria.
Llegará a ser el mejor momento del día, la hora más esperada, la que más disfrutes. La oración es la hora del amor, la hora del encuentro personal con Dios, mi Padre y Salvador.
Autor, P. Evaristo Sada L.C.(Síguelo en Facebook)
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