El virus de la soledad no puede infectar nuestras relaciones
Sentirse solo no significa, necesariamente, estar aislado de la gente. Muchas personas, aunque viven en predios con decenas de departamentos y rodeadas de vecinos por los cuatro lados, aún se sienten solas.
A veces, frente a algunas crisis en nuestras relaciones, podemos pensar que el aislamiento es una solución para nuestros problemas. No obstante, el reflejo de esa tentativa interfiere, también, en la vida de otras personas que nos rodean, pero que no tienen nada que ver con nuestros dolores. Por eso, no podemos hacer de la soledad una opción de vida o un recurso para superar las dificultades.
El virus de la soledad no puede infectar nuestras relaciones, pues es a partir de la interrelación que construimos vínculos profundos y estrechos. Un ejemplo de eso es la vida conyugal.
Si existe, entre los cónyuges, la ausencia de intercambio de experiencias o, en otras circunstancias, la indisposición para adecuarse a las diferencias de pensamiento, fácilmente una disputa surgirá entre ellos. Todo será motivo de reclamo y, en sus murmuraciones, creerán saberlo todo, pensando en resolver las cosas a su manera y afirmando no necesitar de nadie. Entonces, la opción de aislarse hace que la pareja sea cada vez más crítica consigo misma y, por qué no, quejumbrosa con el otro.
La crisis del patito feo
Aquel que prefiere vivir separado del mundo considera más fácil tachar a los demás de incapaces de convivir con su modo de pensar y actuar, en lugar de revaluar la situación. La persona con esas características cree que sus familiares y parientes tienen cierta culpa en sus crisis, lo que justifica su alejamiento de la convivencia y, poco a poco, se entrega al cautiverio de sus propios melindres.
Antes incluso de hundirse en “las aguas de la soledad”, sería mejor “nadar” contra un sentimiento que fácilmente podría llevarnos a experimentar otros males. Muchas veces, pensamos que somos víctimas injustificadas pero, rara vez, paramos a analizar nuestra propia actitud, creo que la primera acción para salir de la crisis del “patito feo” es buscar los verdaderos motivos que nos hacen sentir tan diferentes o parecer incomprendidos por las personas.
Si nos damos cuenta que los lazos de las amistades están deshaciéndose o que las personas están evitando convivir con nosotros, significa que algo está pasando y, ciertamente, no es una epidemia de mal humor, que está atacando a nuestros amigos, sino tal vez, sea el resultado de nuestra propia elección.
Por más justificable que pueda parecer el deseo de aislarse, no es el comportamiento más adecuado frente a las dificultades. De este modo, necesitamos despertar a la realidad de que este tipo de soledad es un defecto que nos alcanzará si no nos empeñamos en el compromiso de dar una respuesta diferente, cuando el deseo de desistir de las personas y las situaciones parece más fuerte.
Un abrazo.
Por Dado Moura (autor de 4 libros, todos orientados a la buena vivencia en nuestras relaciones. Otro temas del autor están disponibles en http://www.meurelacionamento.net twitter: @dadomoura facebook: http://www.facebook.com/reflexoes) a través de Canção Nova.
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