Philip Kosloski | Jul 27, 2017
No están intentando en absoluto marcar estilo
Conforme las comunidades monásticas católicas evolucionaban, se desarrollaron varias tradiciones sobre cómo cortar el pelo de un monje recién iniciado.
Puede parecer un tema trivial sobre el que debatir, pero el cabello es visto a menudo como una posesión preciada. Por ejemplo, el pelo era (y todavía es) usado como un indicador del status de una persona, revelando en qué lugar de la jerarquía social se encontraban. Las pelucas fueron incluso elaboradas por los romanos de forma que los ciudadanos ricos podían fácilmente conseguir peinados particulares.
Ser calvo se menospreciaba en muchas culturas y se veía como una especie de defecto. Los esclavos eran afeitados normalmente para distinguirlos del resto de la sociedad.
En este contexto, los monjes querían mostrar externamente el sacrificio que hacían al aceptar la vida religiosa. Después de que a un nuevo monje se le permitiera unirse a la comunidad, una de las primeras ceremonias de iniciación consistía en raparle el pelo. Esto simbolizaba su renuncia al mundo y la dedicación a su vida religiosa.
Además, dado que una cabeza rapada era asociada a menudo con los esclavos, el monje recién afeitado se convertía así en un «esclavo» de Cristo.
Durante los primeros siglos de vida monástica, surgió un debate sobre el tipo de afeitado, llamado «tonsura», que debía hacerse. Según la Enciclopedia Católica había tres tipos diferentes de tonsura, cada una de ellas conectada a un apóstol en concreto.
(1) la romana o de San Pedro, con la que toda la cabeza es afeitada con excepción de un círculo de cabello;
(2) la occidental, o de San Pablo, con la que toda la cabeza es despojada de cabello;
(3) la celta, o de San Juan, con la que solo se afeita una parte del cabello en forma de media luna en la parte frontal.
El estilo celta de tonsura resultó ser controvertido y fue descartado en el sínodo de Whitby en 664. La tonsura romana prevaleció y fue fijada como la estándar para comunidades monásticas.
Esto puede haber sido en parte por el simbolismo de la tonsura romana, que se decía que representaba la corona de espinas que se colocó en la cabeza de Jesús. Además, algunos de los detractores de la tonsura celta la asociaban con Simón el Mago, un mago mencionado en los Hechos de los Apóstoles.
Tanto el estilo romano como el occidental han llegado hasta nuestros días y pueden ser encontrados en diferentes comunidades religiosas en la Iglesia Católica.
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