domingo, 15 de julio de 2018

MARÍA, ANTES DE CONCEBIR CORPORALMENTE, CONCIBIÓ EN SU ESPÍRITU -ORACIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II CONSAGRACIÓN DE CHILE A LA VIRGEN DEL CARMEN




MARÍA, ANTES DE CONCEBIR CORPORALMENTE,
CONCIBIÓ EN SU ESPÍRITU
San León Magno, Sermón 1 en la Natividad del Señor (2.3)

Dios elige a una virgen de la descendencia real de David; y esta virgen, destinada a llevar en su seno el fruto de una sagrada fecundación, antes de concebir corporalmente a su prole, divina y humana a la vez, la concibió en su espíritu. Y para que no se espantara, ignorando los designios divinos, al observar en su cuerpo unos cambios inesperados, conoce, por la conversación con el ángel, lo que el Espíritu Santo ha de operar en ella. Y la que ha de ser Madre de Dios confía en que su virginidad ha de permanecer sin detrimento. ¿Por qué había de dudar de este nuevo género de concepción, si se le promete que el Altísimo pondrá en juego su poder? Su fe y su confianza quedan, además, confirmadas cuando el ángel le da una prueba de la eficacia maravillosa de este poder divino, haciéndole saber que Isabel ha obtenido también una inesperada fecundidad: el que es capaz de hacer concebir a una mujer estéril puede hacer lo mismo con una mujer virgen.

Así, pues, el Verbo de Dios, que es Dios, el Hijo de Dios, que en el principio estaba junto a Dios, por medio del cual se hizo todo, y sin el cual no se hizo nada, se hace hombre para librar al hombre de la muerte eterna; se abaja hasta asumir nuestra pequeñez, sin menguar por ello su majestad, de tal modo que, permaneciendo lo que era y asumiendo lo que no era, une la auténtica condición de esclavo a su condición divina, por la que es igual al Padre; la unión que establece entre ambas naturalezas es tan admirable que ni la gloria de la divinidad absorbe la humanidad, ni la humanidad disminuye en nada la divinidad.


Quedando, pues, a salvo el carácter propio de cada una de las naturalezas, y unidas ambas en una sola persona, la majestad asume la humildad, el poder la debilidad, la eternidad la mortalidad; y, para saldar la deuda contraída por nuestra condición pecadora, la naturaleza invulnerable se une a la naturaleza pasible, Dios verdadero y hombre verdadero se conjugan armoniosamente en la única persona del Señor; de este modo, tal como convenía para nuestro remedio, el único y mismo mediador entre Dios y los hombres pudo a la vez morir y resucitar, por la conjunción en él de esta doble condición. Con razón, pues, este nacimiento salvador había de dejar intacta la virginidad de la madre, ya que fue a la vez salvaguarda del pudor y alumbramiento de la verdad.

Tal era, amadísimos, la clase de nacimiento que convenía a Cristo, fuerza y sabiduría de Dios; con él se mostró igual a nosotros por su humanidad, superior a nosotros por su divinidad. Si no hubiera sido Dios verdadero, no hubiera podido remediar nuestra situación; si no hubiera sido hombre verdadero, no hubiera podido darnos ejemplo.

Por eso, al nacer el Señor, los ángeles cantan llenos de gozo: Gloria a Dios en el cielo, y proclaman: y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor. Ellos ven, en efecto, que la Jerusalén celestial se va edificando por medio de todas las naciones del orbe. ¿Cómo, pues, no habría de alegrarse la pequeñez humana ante esta obra inenarrable de la misericordia divina, cuando incluso los coros sublimes de los ángeles encontraban en ella un gozo tan intenso?


ORACIÓN DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II
CONSAGRACIÓN DE CHILE A LA VIRGEN DEL CARMEN
Santuario nacional de Maipú, 3 de abril de 1987

1. Te bendecimos, ¡oh Dios nuestro!, Padre, Hijo y Espíritu Santo,
porque elegiste a María, desde antes de la creación del mundo,
para ser santa e inmaculada ante Ti por el amor. 
En previsión de los méritos de Cristo, 
la redimiste y constituiste Madre del mismo Redentor. 
Por virtud del Espíritu Santo hiciste de Ella para siempre 
templo de tu gloria, una nueva criatura, 
primicia de la nueva humanidad. 
¡Bendito seas por siempre, Señor!

2. ¡Bendita Tú entre las mujeres, Virgen María, 
y bendito el fruto de tu seno, Jesús!

En Ti, la llena de gracia, se refleja la bondad de Dios 
y el destino de la criatura humana, 
para alabanza de la gloria de su gracia 
con la que nos enriqueció en su Hijo muy amado, 
que es nuestro Hermano e Hijo tuyo, Jesucristo.

Tú, la humilde sierva del Señor, 
eres el modelo de los discípulos de Cristo 
que consagran su vida a realizar la voluntad del Padre 
para la venida de su reino.

3. ¡Santa María, Madre de Cristo, 
Madre de Dios y Madre nuestra!

Bajo tu amparo nos acogemos, 
a tu intercesión maternal nos confiamos. 
Como Tú te consagraste totalmente a Dios, 
nosotros, siguiendo tu ejemplo 
y en comunión contigo, 
nos consagramos a Cristo el Señor; 
nos consagramos también a Ti, nuestro modelo, 
porque queremos hacer en todo la voluntad del Padre, 
y ser como Tú fieles a las inspiraciones del Espíritu.

4. ¡Virgen del Carmen de Maipú, 
Reina y Patrona del pueblo chileno!

A tu corazón de Madre encomiendo la Iglesia
y todos los habitantes de Chile: 
los Pastores y los fieles, 
todos los hijos de esta nación. 
Que bajo tu protección maternal, 
Chile sea una familia unida en el hogar común, 
una patria reconciliada en el perdón 
y en el olvido de las injurias, 
en la paz y en el amor de Cristo. 
Tú que eres la Madre de la Vida verdadera, 
enséñanos a ser testigos del Dios vivo, 
del amor que es más fuerte que la muerte, 
del perdón que disculpa las ofensas, 
de la esperanza que mira hacia el futuro 
para construir, con la fuerza del Evangelio, 
la civilización del amor en una patria reconciliada y en paz.

5. ¡Santa María de la Esperanza, 
Virgen del Carmen y Madre de Chile!

Extiende tu escapulario, como manto de protección,
sobre las ciudades y los pueblos, sobre la cordillera y el mar, 
sobre hombres y mujeres, jóvenes y niños, 
ancianos y enfermos, huérfanos y afligidos, 
sobre los hijos fieles y sobre las ovejas descarriadas. 
Tú, que en cada hogar chileno tienes un altar familiar, 
que en cada corazón chileno tienes un altar vivo, 
acoge la plegaria de tu pueblo, que ahora, con el Papa, de nuevo se consagra a Ti. 
Estrella de los mares y Faro de luz, 
consuelo seguro para el pueblo peregrino, 
guía los pasos de Chile en su peregrinar terreno, 
para que recorra siempre senderos de paz y de concordia, 
caminos de Evangelio, de progreso, de justicia y libertad. 
Reconcilia a los hermanos en un abrazo fraterno; 
que desaparezcan los odios y los rencores, 
que se superen las divisiones y las barreras, 
que se unan las rupturas y sanen las heridas. 
Haz que Cristo sea nuestra Paz, 
que su perdón renueve los corazones, 
que su Palabra sea esperanza y fermento en la sociedad.

6. ¡Madre de la Iglesia y de todos los hombres!

Inspira y conserva la fidelidad a Cristo 
en la nación chilena y en el continente latinoamericano. 
Mantén viva la unidad de la Iglesia bajo la cruz de tu Hijo. 
Haz que los hombres de todos los pueblos, 
reconozcan su mismo origen y su idéntico destino, 
se respeten y amen como hijos del mismo Padre, 
en Cristo Jesús, nuestro único Salvador, 
en el Espíritu Santo que renueva la faz de la tierra, 
para gloria y alabanza de la Santísima Trinidad. 
Amén.


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