domingo, 29 de julio de 2018

Lun 30 Jul Evangelio del día Decimoséptima semana del Tiempo Ordinario - Año Par



“ Pondré de manifiesto cosas que han estado ocultas ”
Primera lectura
Lectura del libro de Jeremías 13, 1-11
Así me dijo el Señor: -«Vete y cómprate un cinturón de lino, y rodéate con él la cintura; pero que no toque el agua.» Me compré el cinturón, según me lo mandó el Señor, y me lo ceñí. Me volvió a hablar el Señor: -«Torna el cinturón que has comprado y llevas ceñido, levántate y ve al río Éufrates, y escóndelo allí, entre las hendiduras de las piedras. »
Fui y lo escondí en el Éufrates, según me había mandado el Señor. Pasados muchos días, me dijo el Señor: -«Levántate, vete al río Éufrates y recoge el cinturón que te mandé esconder allí. » Fui al Éufrates, cavé, y recog1 el cinturón del sitio donde lo había escondido: estaba estropeado, no servía para nada. Entonces me vino la siguiente palabra del Señor: -«Así dice el Señor: De este modo consumiré la soberbia de Judá, la gran soberbia de Jerusalén. Este pueblo malvado que se niega a escuchar mis palabras, que se comporta con corazón obstinado y sigue a dioses
extranjeros, para rendirles culto y adoración, será como ese cinturón, que ya no sirve para nada. Como se adhiere el cinturón a la cintura del hombre, así me adherí la casa de Judá y la casa de Israel -oráculo del Señor-, para que ellas fueran mi pueblo, mi fama, mi alabanza, mi ornamento; pero no me escucharon.»

Salmo

Salmo: Dt 32, 18-19. 20. 21 R. Despreciaste a la Roca que te engendró.
Despreciaste a la Roca que te engendró,
y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas. R.
Pensando: «Les esconderé mi rostro
y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.» R.
«Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,
me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo ilusorio,
los irritaré con una nación fatua.» R.

Evangelio del día
Lectura del santo evangelio según san Mateo 13, 31-35
En aquel tiempo, Jesús propuso esta otra parábola a la gente: -«El reino de los cielos se parece a un grano de mostaza que uno siembra en su huerta; aunque es la más pequeña de las semillas, cuando crece es más alta que las hortalizas; se hace un arbusto más alto que las hortalizas, y vienen los pájaros a anidar en sus ramas.» Les dijo otra parábola:
-«El reino de los cielos se parece a la levadura; una mujer la amasa con tres medidas de harina, y basta para que todo fermente.»
Jesús expuso todo esto a la gente en parábolas y sin parábolas no les exponía nada. Así se cumplió el oráculo del profeta: «Abriré mi boca diciendo parábolas, anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo.»

Reflexión del Evangelio de hoy
El lenguaje de los símbolos
Las lecturas que nos regala la liturgia este lunes son especialmente gráficas, nos permiten imaginar con facilidad lo que relatan y captar su mensaje.  En la primera lectura, el profeta Jeremías narra un signo profético: el cinturón de lino.  Es usual que los profetas no sólo expongan su mensaje mediante la palabra, sino que utilicen también acciones simbólicas para reforzar lo transmitido.  El cinturón de lino deteriorado en el río, es como el pueblo de Israel que se deja deteriorar adorando los ídolos y alejándose de su Dios.

Es un Dios airado y herido en su amor al pueblo de sus entrañas que le es infiel, la imagen que transmite el profeta.  Y el tono es de desesperanza, la destrucción es inminente.  Quisiera resaltar una frase de este texto, cuando Jeremías busca donde había escondido el cinturón y lo saca: “ya estaba podrido y no servía para nada”.  Nos cuesta mucho aceptar el carácter definitivo de algunas situaciones y cosas en la vida.  Nos descoloca lo que ya no sirve, sea material o natural. 

Las actitudes ante la vida, las decisiones que tomamos, los valores y criterios que elegimos para orientar nuestras relaciones, acciones y pensamientos, tienen consecuencias y efectos en nosotros, en los demás y en el mundo.  Lo mismo ocurre a nivel familiar, social, como colectivo, grupo, nación, comunidad. Y el profeta expresa cómo Dios muestra ira e indignación ante estas situaciones.  Dios no es un Dios impasible, sino que se conmueve, y parte esencial de la verdadera compasión es la ira que se despierta ante la crueldad, la injusticia y las malas decisiones.  El amor sufre con el mal del amado. Jeremías sabe leer la situación de aquel momento desde el corazón de su Dios y lo transmite a su pueblo.  También nosotros estamos llamados a leer la realidad y leernos a nosotros mismos y escuchar qué es lo que Dios nos quiere decir, lo que se despierta en El.

La sabiduría en las pequeñas cosas cotidianas
El texto evangélico de Mateo nos sumerge también con un lenguaje simbólico en la comprensión de qué es el Reino de Dios.  El mal del mundo no tiene la última palabra, Dios ha plantado la semilla de su Reino en nosotros, en la realidad, de una manera silenciosa y humilde pero fecunda y llena de vida.  Jesús explica con imágenes y comparaciones sencillas cómo es ese Reino que tanta expectación creaba, y también polémica.

Dios no desiste nunca en su empeño por hacernos comprender qué es lo que quiere de nosotros, cuáles son los valores que nos llevarán a la vida. “Abriré mi boca diciendo parábolas; anunciaré lo secreto desde la fundación del mundo”.  No es complicado su mensaje, es sencillo y claro como las pequeñas cosas de la vida cotidiana: una semilla pequeña que germina y se convierte en árbol, el trocito de levadura que es capaz de fermentar la masa.

Ni la semilla ni la levadura sirven de mucho si no se siembra o se mezcla con la harina, respectivamente. Tampoco el Reino de Dios se hará realidad si no ponemos en juego los talentos que Dios nos ha dado. Son claros los valores con los que Jesús nos invita a vivir para hacerlo posible: compartir, vivir la compasión, la justicia y el amor en el uso del dinero y lo material; la dignidad humana, relacionándonos desde la humildad, el respeto, la igualdad y fraternidad; la solidaridad, como valor social frente a la discriminación, los prejuicios, la superioridad, la exclusión; y el servicio, como forma de autoridad y poder frente a la dominación y el control.  Esas son las semillas que pueden parecer demasiado pequeñas e insignificantes, pero que germinarán en un mundo mucho más humano y fraterno donde todos puedan anidar en sus ramas. Esa es la levadura que hará fermentar un pan nuevo que alimente un ser humano nuevo.


Hna. Águeda Mariño Rico O.P.
Congregación de Santo Domingo

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