martes, 31 de julio de 2018

Conformismo

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:Uno de los principales problemas de nuestra vida es el conformismo; el vivir instalados en aquellas realidades que nos resultan agradables aunque, lamentablemente, no nos acaben de llenar la vida. Es sentirse satisfechos con un bienestar acomodado a nuestra conciencia en lugar de aspirar a la plenitud. Es como vivir rodeado de burbujas que, aunque resultan muy confortables, son volátiles y acaban desinflándose.
En lo más íntimo de nuestra conciencia descubrimos los seres humanos que hay una ley que Dios escribe en nuestro corazón; está enraizada en lo más profundo de nuestro ser. Podemos hacer como que no la conocemos, podemos tratar de acallarla, silenciarla, ignorarla o desoírla. Pero siempre estará en nuestro interior reclamando ser oída. Es la autenticidad. He leído alguna vez que la conciencia es el sagrario del hombre; en ese sagrario el ser humano se encuentra a solas con su Dios Creador que hace resonar su voz en el recinto íntimo de su alma. Una conciencia limpia es la libertad de espíritu que viene al que se encuentra bien con Dios y los demás.

Esto me enseña que debo seguir siempre lo que la voz de mi conciencia dicte —mientras no haya una intención dañina o dudosa— para poder escuchar del Señor que soy su siervo de quien está orgulloso. Prestar atención a mi interior para oír e interrogar mi conciencia para que en todo lo que haga comprobar si soy testigo de Dios. Formar y educar mi conciencia de acuerdo con la ley de Dios y con la razón para decidir siempre según la razón. Examinarla a los pies de la cruz. Darle una forma recta y veraz. Asimilarla en la oración a la luz del Espíritu Santo y ponerla en práctica en nuestras acciones, palabras y gestos. Orientarla de la mano de la dirección espiritual. Protegerla de las influencias negativas y las tentaciones del maligno que siempre tratará de torcerla. Perfeccionar la conciencia es tarea de toda una vida. ¡Cuánto camino me queda todavía por recorrer!

¡Señor mío y Dios mío! ¡Examíname en cada paso que yo dé, en cada palabra que pronuncie, en cada pensamiento que tenga, en cada gesto que realice, en cada acción que cometa! ¡Pruébame, Señor, escudriña mi mente y mi corazón porque tu misericordia infinita está delante de mis ojos! ¡Tú eres el médico de mi vida y hoy te clamo para que diagnostiques lo que hay en mi corazón! ¡Prueba mi mente, mi alma, mi corazón, mis sentimientos y mi voluntad y elimina de su interior todo aquello que no te agrada y límpialo de toda maldad! ¡Toma, Padre, con la fuerza de tu Santo Espíritu, el control de mi corazón y de mi alma, examíname siempre y guíame para que pueda caminar en el poder de tu Espíritu para convertirme siempre en una persona íntegra, digna de Ti! ¡Líbrame, Padre, de las acechanzas del demonio cuando me enfrente a decisiones difíciles y actitudes morales! ¡Ayúdame, Padre, a la luz del Espíritu Santo a buscar siempre lo que es justo y bueno y discernir siempre Tu voluntad! ¡No permitas, Padre, que haga el mal para obtener un bien, que siempre mis acciones con los demás estén presididas por la verdad, que actúe siempre en caridad, con respeto al prójimo y sin herir su conciencia y su persona porque eso es pecar contra Ti! ¡Envía Tu Espíritu Señor, para que me ayude a tener siempre una conciencia recta y veraz! ¡Ilumíname siempre, Señor, con Tu Palabra para que sea luz que guíe mis pasos! ¡Ayúdame, Señor, a asimilarla siempre a la luz de la fe y de la oración! ¡Señor, Tú conoces hasta el más recóndito rincón de mi corazón! ¡Ayúdame a ser cada día mejor!

Adoro te devote

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