miércoles, 30 de noviembre de 2016

INMACULADA CONCEPCIÓN DE MARÍA.wmv

José María Gabriel y Galán

Eucaristía Miércoles 30 de Noviembre

Vocaciones y oración

La oración

Cada uno necesita crear un clima de oración, un diálogo personal con Dios, que abre el alma a descubrir y acoger la llamada divina.


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 
El miércoles 16 de abril de 2008, el Papa Benedicto XVI dirigió un importante discurso a los obispos de Estados Unidos, en el Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción de Washington.

Al final de su discurso, el Papa afrontó tres preguntas formuladas por los obispos. La tercera tocaba un tema básico en la vida de la Iglesia: la disminución de vocaciones.

Benedicto XVI respondió con una actitud fraterna y confiada. Explicó, al inicio, que "la capacidad de suscitar vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa es un signo seguro de la salud de una Iglesia local. A este respecto, no queda lugar para complacencia alguna. Dios sigue llamando a los jóvenes, pero nos corresponde a nosotros animar una respuesta generosa y libre a esa llamada".

Desde el texto de Mt 9,37-38, el Papa recordó la importancia de rezar al Dueño de la mies para que envíe operarios a su mies. "Parecerá extraño, pero yo pienso muchas veces que la oración -el unum necessarium- es el único aspecto de las vocaciones que resulta eficaz y que nosotros tendemos con frecuencia a olvidarlo o infravalorarlo".

¿De qué oración se trata? Benedicto XVI aclaró en seguida de que no se trata sólo de la oración por las vocaciones, que tiene tanta importancia. Se trata, sobre todo, de la oración cristiana, que se vive en familia, que se refuerza a través de la formación y de los Sacramentos, y que se convierte así en "el medio principal por el que llegamos a conocer la voluntad de Dios para nuestra vida".

Cada bautizado necesita crear un clima de oración, un diálogo personal con Dios, que abre el alma a descubrir y acoger la llamada divina. Así resulta posible ese discernimiento vocacional que "es ante todo el fruto del diálogo íntimo entre el Señor y sus discípulos. Los jóvenes, si saben rezar, pueden tener confianza de saber qué hacer ante la llamada de Dios".

Las necesidades más profundas de los hombres de hoy surgen a causa de la ausencia de Dios. ¿Cómo será posible que Dios "regrese" a nuestro mundo? A través de muchos jóvenes sacerdotes, de muchos jóvenes consagrados en la vida religiosa, que se comprometan plenamente a anunciar el Evangelio del Amor de Dios, la presencia de Cristo en el mundo.

Eso será posible si cada hogar, cada parroquia, cada diócesis, promueve ese clima profundo de oración en el cual los corazones se abren sencillamente a Dios y rezan, desde el santuario de la conciencia: "Señor, ¿qué quieres que yo haga? Habla, Señor, que tu siervo escucha" (cf. Hch 22,10; 1Sam 3,10).

Saberme mirado, amado y llamado.

Mateo 4, 18-22. Miércoles I Adviento, Ciclo A. Os haré pescadores de hombres


Por: H. Adrián Olvera de la Cruz LC | Fuente: www.missionkits.org 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Quiero acercarme hoy a Ti, Señor, con un corazón sencillo pues sé que Tú eres sencillo. Quiero ponerme en tu presencia, así como estoy, así como soy, pues creo firmemente en tu amor.
Evangelio del día (para orientar tu meditación)


Del santo Evangelio según san Mateo 4, 18-22
Una vez que Jesús caminaba por la ribera del mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado después Pedro, y Andrés, los cuales estaban echando las redes al mar, porque eran pescadores. Jesús les dijo: "Síganme y los haré pescadores de hombres". Ellos inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Pasando más adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que estaban con su padre en la barca, remendando las redes, y los llamó también. Ellos, dejando enseguida la barca y a su padre, lo siguieron.
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Manejando o caminando,riendo, bailando o jugando,echando las redes o estudiando... Me encuentro pensando en aquello que estoy haciendo y nada más. Sin embargo, si algo llama mi atención  me detengo y observo y aquello que es objeto de mi mirada parece estar como hace un tiempo también yo estaba, haciendo lo que estaba haciendo y nada más.
Jesús camina y observa,mira y contempla, se sonríe y nos ama. Entra en la vida de los apóstoles pero ellos ya estaban en su corazón, ya habían sido objeto de su mirada, llamaron su atención… riendo, echando las redes o trabajando, no importaba lo que estuvieran haciendo. Después de mirarlos los llamó…ellos escucharon y después dejaron todo y lo siguieron.
Es hermoso pensar que esta misma historia se repite conmigo de una manera tan personal y tan cotidiana. Jesús me mira y después me llama. Parecería que tendría que ser algo más complicado, pero el amor es más sencillo de lo que nosotros pensamos.
Es cuestión de saberme mirado y amado;  sólo así podré escuchar y eso me llevará a hacer de lo ordinario algo verdaderamente extraordinario.
Jesús, quiero escucharte, quiero tenerte presente en mi vida y en todos mis días. Quiero seguirte a donde quiera que sea.
«La primera base es la memoria. Una gracia que tenemos que pedir es la de saber recuperar la memoria, la memoria de lo que el Señor ha hecho en nosotros y por nosotros: recordar que, como dice el Evangelio de hoy, él no nos ha olvidado, sino que se “acuerda” de nosotros: nos ha elegido, amado, llamado y perdonado; hay momentos importantes de nuestra historia personal de amor con él que debemos reavivar con la mente y el corazón.»
(Homilía de S.S. Francisco, 25 de junio de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Dedica al menos 5 minutos del día en acción de gracias, para recordar aquellos momentos de la vida en donde la mirada de Dios se ha hecho muy presente. 
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Santa Misa: miércoles 30 de noviembre de 2016 (de nazaret.tv)

Evangelio y homilía: 30 de noviembre de 2016 (de nazaret.tv)

CREDO IN DEUM (5vv) - Fernando de las Infantas (1534 - c.1610)

Novena a la Inmaculada Concepción

Debemos ser como un niño para entrar en el Reino de los cielos.



Debemos ser como un niño para entrar en el Reino de los cielos.


Mateo 18:2-5¨ Jesús llamó entonces a un niño, lo puso en medio de ellos 3 y dijo:

—Les aseguro que si ustedes no cambian y se vuelven como niños, no entrarán en el reino de los cielos. 4 El más importante en el reino de los cielos es el que se humilla y se vuelve como este niño. 5 Y el que recibe en mi nombre a un niño como éste, me recibe a mí.¨ (PDT)

Se designa con el término de Niñez a aquel período de la vida humana que se extiende desde el nacimiento del individuo hasta la llegada de la pubertad.
La niñez es una de la más hermosa  etapa de la vida, llena inocencia, alegría, humildad y todo lo bello que puede tener un niño.

Los niños son capaces de amar todo, de admirar lo más simple, desde una hormiguita arrastrando una hojita hasta una nube con formas, para un niño cualquier cosa es impresionante, cualquier momento presente es eterno, el amor es su estado natural.

Jesús les enseña a sus discípulos que el comportamiento de todo ciudadano del Reino de los cielos debe ser como el de un niño.
Como seguidores de Cristo debemos manifestar las características de un niño.

Debemos permitir que Dios a través de su Santo Espíritu realice en nuestro ser esa transformación día a día para que así mostremos el carácter de Cristo en nuestra manera de pensar, hablar, actuar y relacionarnos con los demás.

Solo debemos reconocer nuestras limitaciones, faltas,  rendirnos completamente a Dios  y nuestro Padre celestial nos llenará de su amor y nos ayudará a vencer todo lo que impide nuestro crecimiento como hijos de Dios .

Dios Todopoderoso, ayúdanos a ser transformado cada día de tal manera podamos ser como un niño lleno de amor, pureza y así manifestar el carácter de Cristo en nuestra vida , te lo pedimos en el nombre de Jesús .Amen

«Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis»






Dichosos los ojos que ven lo que vosotros veis» Durante siglos, antes que Jesús viniera a la tierra, todos los profetas, uno tras otro, estaban en su puesto de guardia, en lo alto de la torre; todos esperaban atentamente su venida en la oscuridad de la noche. Velaban sin cesar para sorprender el primer albor de la aurora... «Oh Dios, tú eres mi Dios, desde la aurora te busco. Mi alma está sedienta de ti como tierra reseca, agostada, sin agua» (Sl 62,2)... «¡Ah si rompieses los cielos y descendieses! Ante tu faz los montes se derretirían como prende el fuego en la hojarasca... Desde los orígenes del mundo, lo que ni el ojo vio, ni el oído oyó, ni al corazón del hombre llegó, lo que Dios preparó para los que le aman» (Is 64,1; 1C 2,9). Sin embargo, si alguna vez unos hombres han tenido el derecho de atarse a este mundo y de no desinteresarse de él, fueron ésos servidores de Dios; se les había dado participar de la tierra, y según las mismas promesas del Altísimo, ésa debía ser su recompensa. Pero nuestra recompensa, la que nos concierne, es la del mundo venidero... También ellos, estos grandes servidores de Dios, a pesar de su valor, han sobrepasado el don terrestre de Dios para atarse a unas promesas más bellas todavía; por esta esperanza han sacrificado lo que tenían en posesión. No se contentaron con menos sino con la plenitud de su Creador; buscaban ver el rostro de su Libertador. Y si para alcanzar esto era preciso que la tierra se quebrara, que los cielos se abriesen, que los elementos del mundo llegaran a disolverse para, al fin, darse cuenta que es mejor que todo se hunda ¡mucho mejor que seguir viviendo sin él! Tal era la intensidad del deseo de los adoradores de Dios en Israel, los que esperaban lo que había de venir... Su perseverancia da prueba de que había alguna cosa que esperar. También los apóstoles, una vez que su Maestro vino y se marchó, no se quedaron más cortos que los profetas en la agudeza de su percepción ni en el ardor de sus aspiraciones. Continuó el milagro de perseverar en la espera. Beato John Henry Newman (1801-1890), teólogo, fundador del Oratorio en Inglaterra «Con motivo de la espera de Cristo». Sermones predicados en varias ocasiones

martes, 29 de noviembre de 2016

Padre Carlos Yepes | ¡Vivimos tan distraídos... Despertemos!

Eucaristía Martes 29 de Noviembre

Las Tres Conversiones (sólo audio)

¿Está de moda la humildad?

Cristiano de hoy

Cada uno podemos mirarnos el corazón y preguntar: ¿soy humilde? ¿Reconozco mis debilidades, mis flaquezas, mis fracasos?


Por: P. Fernando Pascual LC | Fuente: Catholic.net 
¿Está de moda la humildad? Quizá deberíamos preguntarnos: ¿lo ha estado alguna vez?

El siglo XX ha habido pensadores que se dedicaron a levantar la tela que cubría mil miserias humanas. Nos han dicho que somos un casual y no muy perfecto producto de la evolución, un puntito en el universo, muy débiles ante la acción de virus y bacterias microscópicas, llenos de cobardía y de complejos, con una fuerte tendencia a la traición e incapaces de respetar nuestras promesas.

A pesar del trabajo demoledor y crítico de psicoanalistas, sociólogos y antropólogos, en todos los seres humanos se esconden restos de orgullo, de vanidad, de egoísmo. Tendríamos que reconocer que algunos pensadores dedicados a desenmascarar lo más bajo del hombre estaban llenos de esa soberbia que querían destruir en los demás, porque creían saber más, porque se sentían superiores respecto de sus pacientes, de las pobres personas psicópatas y enfermos...

Cada uno podemos mirarnos el corazón y preguntar: ¿soy humilde? ¿Reconozco mis debilidades, mis flaquezas, mis fracasos? A la vez, ¿soy capaz de ver los puntos positivos, las cualidades, los gestos de amor y de entrega con los que a veces quiero mejorar mi vida y la vida de los que viven a mi lado?

Es cierto que algunos proyectos educativos no promueven la humildad. Piden un esfuerzo por ser mejores, por destacar por encima de los otros. A veces incluso quienes piensan llevar una profunda vida cristiana se sienten superiores a los demás, desprecian a quien no va a misa, se divorcia o se deja arrastrar por el amor al dinero.

Un sano espíritu de superación es siempre útil. Pero caemos en pequeños o grandes estados de soberbia cuando todo lo buscamos para ponernos por encima de los demás, para sentirnos superiores por haber conquistado metas que, pensamos a veces con demasiada presunción, muchos otros ni siquiera han pretendido para sus vidas.

Hay que redescubrir y defender el valor de la verdadera humildad, su sentido profundamente cristiano. La humildad nos pone delante de Dios. Desde su mirada somos capaces de ver nuestra vida de modo distinto, pleno, verdadero. Descubriremos mucho barro, mucha debilidad, mucho pecado. A la vez, nos daremos cuenta de que Dios no condena ni desprecia, sino que acepta y acoge a todos los hijos que, con un corazón contrito y humilde, piden perdón y confiesan sus faltas con sinceridad y con amor.

Dios nos llama a la humildad, a reconocer con sencillez nuestra riqueza y nuestro barro, a acoger a todos, a ser buenos, a dar gracias por sus dones y a pedir, a veces desde lo más profundo del pecado, que nos perdone, que nos levante, que nos acoja como hijos pródigos. Quien es humilde sabrá rezar con sencillez, mirará a todos con ojos buenos: los que viven a nuestro lado también tienen barro mezclado con una llama divina.

Todos estamos invitados a caminar, desde los éxitos y los fracasos de cada día, hacia el Dios Padre de todos. Un Dios que se hizo Hombre humilde, un sencillo carpintero, que no condenó, sino que ofreció, a quien se acercaba al Maestro, un gesto de respeto, de cariño, de salvación profunda.

Sólo los sencillos ven la realidad

Lucas 10, 21-24. Martes. I Adviento. Has revelado grandes cosas a los pequeños


Por: H. Javier Castellanos LC | Fuente: www.missionkits.org 

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.
Cristo, Rey nuestro. ¡Venga tu Reino!
Oración preparatoria (para ponerme en presencia de Dios)
Ayúdame, Señor, a acercarme a Ti en esta oración con sencillez y un corazón abierto. Enséñame a reconocer tu rostro detrás de todo lo que vas haciendo en mi vida, y ayúdame a corresponder a tu amor por mí.
Señor Jesús, muéstranos al Padre. Padre, danos a conocer a tu Hijo.Amén.


Evangelio del día (para orientar tu meditación)
Del santo Evangelio según Lucas 10, 21-24
En aquella misma hora Jesús se llenó de júbilo en el Espíritu Santo y exclamó: "¡Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has escondido estas cosas a los sabios y a los entendidos, y las has revelado a la gente sencilla! ¡Gracias, Padre, porque así te ha parecido bien! Todo me lo ha entregado mi Padre y nadie conoce quién es el Hijo, sino el Padre; ni quién es el Padre, sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar".
Volviéndose a sus discípulos, les dijo aparte: "Dichosos los ojos que ven lo que ustedes ven. Porque yo les digo que muchos profetas y reyes quisieron ver lo que ustedes ven y no lo vieron, y oír lo que ustedes oyen y no lo oyeron".
Palabra del Señor.
Medita lo que Dios te dice en el Evangelio.
Pocas cosas son más sorprendentes  como la maravilla que produce un descubrimiento. Se puede ver en la mirada iluminada de un niño que aprende algo nuevo. Incluso hay bebés que son todo ojos, como si no tuvieran otra sed que la de abrir su alma entera al mundo.
¿Qué pasaría si nos ofrecieran el descubrimiento más grande, aquel que nuestra alma anhela desde el nacimiento? Pues bien, Cristo lo prometió a sus discípulos. Más aún, Él nos dice hoy en el Evangelio cómo conocer a su Padre. ¡Es tan sencillo –y tan complicado– como ser sencillo!
Nada hay tan sencillo como ver. Nadie ha ido a clases para ello. Simplemente abrimos los ojos y está allí, “a simple vista”. Por eso quiso Dios hacerse visible, por eso se hizo hombre, alguien de carne y hueso. Con un rostro, con un color de ojos y de cabello muy concreto, con manos, con pies… Verdaderamente hombre, siendo Dios; y verdaderamente Dios, siendo hombre. Ése es Jesucristo. Y Él dijo a sus apóstoles: “Quien me ve a mí, ve al Padre.”
Cuentan que el Cura de Ars veía frecuentemente a un campesino rezar en la iglesia. Pasaba largos ratos frente al Sagrario y parecía tener un verdadero encuentro con Dios. Así que el Cura de Ars se acerca y le pregunta cómo era su oración. ¿Qué hacía durante horas y horas? La respuesta fue corta: «Nada. Yo lo miro, y Él me mira.» Y seguramente ese campesino había descubierto más cosas de Dios que mucha gente de letras…
Que nuestra oración de hoy sea ésta: mirar a Cristo. Pidamos una fe sencilla para poder verlo. Frente al Sagrario, donde está realmente, o bien frente a un crucifijo o alguna otra imagen de Él. Allí haremos el descubrimiento más grande que puede hacer el hombre.
«El seguimiento de Jesús es un compromiso serio y al mismo tiempo gozoso; requiere radicalidad y esfuerzo para reconocer al divino Maestro en los más pobres y descartados de la vida y ponerse a su servicio. Por esto, los voluntarios que sirven a los últimos y a los necesitados por amor a Jesús no esperan ningún agradecimiento ni gratificación, sino que renuncian a todo esto porque han descubierto el verdadero amor.» 
(Homilía de S.S. Francisco, 4 de septiembre de 2016).
Diálogo con Cristo
Ésta es la parte más importante de tu oración, disponte a platicar con mucho amor con Aquel que te ama.
Propósito
Proponte uno personal. El que más amor implique en respuesta al Amado… o, si crees que es lo que Dios te pide, vive lo que se te sugiere a continuación.
Invitaré a alguien a visitar la Eucaristía en alguna parroquia o iglesia cercana.
Despedida
Te damos gracias, Señor, por todos tus beneficios, a Ti que vives y reinas por los siglos de los siglos.
Amén.
¡Cristo, Rey nuestro!
¡Venga tu Reino!
Virgen prudentísima, María, Madre de la Iglesia.
Ruega por nosotros.

En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
Amén.

Evangelio y homilía: martes 29 de noviembre de 2016 (de nazaret.tv)

YO QUIERO ENAMORARME MAS DE TI

El poder de la familia, transformar la sociedad

ADVIENTO: TIEMPO DE ESPERA

A Nuestra Señora del Camino


A Nuestra Señora del Camino

Padre Marcelo Rivas Sánchez


“Cuando me veas decaer.
Ayúdame Señora del camino”  

No todos los caminos son buenos.
Unos de piedra que nos hacen tropezar.
Unos de arena que nos hunden.
Unos de polvo que no dejan mirar
Y unos de pavimento que nos hacen correr
sin esperar a muchos que lentos avanzan.
Por eso, ayúdame, Señora del Camino.

Unos van y vienen.
Otros a punto de desmayar.
Algunos pidiendo dirección.
Ajenos queriendo dañar.
Ciertos encendiendo barricadas.
Terceros sentados esperan pasar.
Y muchos agobiados y perdidos.
Por eso, ayúdame, Señora del camino.

Los caminos son duros,
empinados y tortuosos
donde resbalan los pies más ligeros
y caen los cansados y viejos.
Esos caminos sin señales ni avisos
merman las fuerzas sacando sudores,
tropiezan, empujan y jadean
los que desde atrás vienen subiendo.
Por eso, ayúdame, Señora del Camino.

Son meros senderos de recuas,
caídos en el olvido
que sin follaje y flores
se desgastan día tras día.
Camino, camino de aquellos años de mozo
que hoy camino con la pena y sin gozo.
Por eso, ayúdame, Señora del camino.

Camino de amargos recuerdos
donde dejé mis mejores sudores.
Dame la calma de tus senderos.
Déjame beber la sabia de tus cactus.
Permíteme oír tu viento silente
y seguir la huella de las piedras de tus años.
Por eso, ayúdame, Señora del camino

Caminé y caminé sin detenerme,
llegando al final del camino
pude mirar con tristeza
que frente a mis ojos,
apagados por el sol incandescente,
otro camino más largo y deteriorado
al que había caminado
Por eso, ayúdame, Señora del camino

Acoge a María en tu casa


Acoge a María en tu casa

Padre Tomás Rodríguez Carbajo  



. La hospitalidad es una virtud muy arraigada en algunos pueblos, y no porque abunden en medios materiales para deslumbrar con sus riquezas, sino sencillamente, porque tienen un corazón grande, abierto a todo aquel que lo necesita.

. La presencia de María, la llena de gracia, siempre deja una buena estela a su paso. ¿Qué sucedió en casa de su parienta Isabel: Todos los de la casa se beneficiaron, pues, María no iba sola, llevaba al Salvador:

- Juan salta de gozo en el seno materno, es santificado por la presencia de Jesús, que llegó a él por María, quien lo lleva en su seno.
- Isabel quedó llena del Espíritu Santo y experimentó que María era la Madre del Salvador y como tal la proclamó.
- Zacarías recupera el habla.

. Ante este torrente de gracias que el Señor les dispensa, Isabel reconoce que no se las merece y que gracias a María las recibe, por eso exclama: "¿De dónde a mí que la Madre de mi Señor venga a visitarme?" (Lc. 1, 43). 

. Los de Belén no le dieron posada (Lc. 2, 7). ¡De cuánto se vieron privados!. ¡Tantos años esperando la llegada del Mesías y dejan pasar aquella única oportunidad!. Las Escrituras lo decían, se cumplían las 70 semanas anunciadas por el profeta Daniel y en Belén de Judá nacería el Esperado. Los habitantes de Belén no descubrieron en María gestante a la Madre del Salvador ¿Qué idea se habían formado?. Por el comportamiento, que tuvieron, no se esperaban aquella visita llegada de manera insospechada.

. Hacía unas semanas que Jesús se había marchado, María se había quedado sola, había comenzado a saborear una de las más hondas soledades, debido al vacío dejado por aquel Hijo. En Caná se encontraron Madre e Hijo, no parece que llegasen juntos, pues, de María se dice que estaba allí, y después llegó Jesús con sus discípulos. María debió de sentirse encantada de ayudar en el trajín de la boda, conocedora de que el vino se había terminado, busca poner remedio a aquella situación tan dramática para los recién casados. Ve la solución en Jesús, acude a El y le expone la necesidad: "No tienen vino" (Jn. 2, 3), de esa manera pide con la confianza de que lo resolverá. ¡Cuánto ganaron aquellos nuevos esposos por haber invitado a María a su casa!. Se libraron del bochorno social de no tener vino en una fiesta tan señalada. El Evangelio habla expresamente de "vino de boda", porque las familias pobres iban guardando vino para ese día, a veces durante años. En aquella ocasión María consigue el primer milagro para aquellos recién casados.

. Cuando Jesús va a morir confía a Juan el cuidado de su Madre, éste desde aquella hora la acogió en su casa (Jn. 19, 27). Jesús nos había dado a su Madre para nosotros, representados en Juan. Todo discípulo que la acoge llega a Jesús, pues, Ella nos ha hecho una sola recomendación: "Haced lo que El os diga" (Jn. 2, 5). Estando con María en nuestra casa:

- Llegaremos siempre a Jesús.
- Profundizaremos en su amor.

“Un centurión del ejército romano se le acercó suplicándole...” (Mt 8,5)


“Un centurión del ejército romano se le acercó suplicándole...” (Mt 8,5)

¡O verdadero Israel, estate preparado para salir al encuentro del Señor! No sólo estate a punto para abrirle cuando llame a la puerta sin sal alegremente a su encuentro mientras esté todavía lejos, y con plena confianza ante el día del juicio, pide de todo corazón que venga su reino.... Que tu boca pueda cantar: “Mi corazón está firme, Dios mío, mi corazón está firme” (Sal 56,8).... 

¡Y tu Señor, ven a mi encuentro, yo que te voy buscando! Porque, a pesar de todos mis esfuerzos no me podré levantar hasta ti si tú no te inclinas, me tiendes tu derecha ya que es obra de tus manos. (cf Job 14,15) Sal a mi encuentro y ve que no hay impiedad en mí. Y si encuentras en mí un camino de maldad que yo desconozco, apártalo de mí y ten misericordia de mí, condúceme por el camino eterno,(cf Sal 138,24) es decir, Cristo, ya que él es el camino por donde llegar a la eternidad, sendero inmaculado y morada de los santos.


Beato Guerrico de Igny (c. 1080-1157), abad cisterciense 
Tercer sermón para el Adviento, 2; SC 166, pag. 123 

lunes, 28 de noviembre de 2016

la virgen sueña caminos

VEN,VEN SEÑOR NO TARDES./ ADVIENTO

VIRGEN DE GUADALUPE Y JUAN DIEGO PELICULA COMPLETA

Pelicula Moises (Completa)

La Santa Misa 28 De Noviembre De 2016 - Tele VID

¡Alto! ¿A Donde va sin metas?

¡Alto! ¿A Donde va sin metas? 
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.

¿Sabía usted que Dios nos hizo como algo muy especial, únicos e irrepetibles y que además nos hizo con un propósito específico? ¿Entonces, cómo es que usualmente caminamos por la vida dando tumbos aquí y allá? ¿Será que no nos hemos planteado en serio la vida? ¿o sencillamente no le hemos dado un verdadero sentido a nuestra existencia? ¿Será tal vez que nos asusta pensar en el ¿por qué vivimos? - en el ¿por qué estamos aquí y adonde vamos? - ¿qué queremos ser en la vida? y otras tantas interrogantes más. O simplemente que no encontramos respuestas porque hasta ahora, no nos habíamos hecho un planteamiento serio a este respecto. Sin embargo, pongámonos a pensar ¿qué puede esperar del futuro, una persona que vive sin ilusiones, sin metas? ¿Qué balance podrá hacer al final de su vida? 
Pues bien: para remediar esta situación y ser mejores, así como para darle un verdadero significado a nuestra vida, debemos fijarnos metas y objetivos precisos. Tener metas es tener razones para vivir, triunfos que conquistar y propósitos para luchar. 

Examinando cuidadosamente cada aspecto de nuestra vida podremos determinar los vacíos que deben ser llenados, pero no debemos hacernos un planteamiento superficial del problema. Tenemos que combinar razonablemente los aspectos materiales y espirituales y proponernos metas que abarquen todas las facetas de nuestro propio ser. Metas espirituales, humanas y materiales, pues subestimar alguno de estos aspectos nos llevaría a una vida vacía e incompleta. 

Triunfar significa mantener una verdadera armonía entre muchísimos factores. Entonces si queremos triunfar vamos a plantearnos en serio nuestra vida, ya que se vive sólo una vez. Plantémonos metas que realmente valgan la pena, que realmente nos sirvan para llevar una vida plena y más útil. Establezcamos metas en función de nuestras propias necesidades, de nuestro interés específico, del ambiente en que nos desenvolvemos. No copiemos. Seamos nosotros mismos, auténticos y no permitamos que nadie anule nuestro juicio personal. 

Sabemos que no es fácil, pero aún estamos a tiempo. Al igual que las grandes empresas, empecemos a planear el futuro, planifiquemos actividades a mediano y largo plazo. Organicemos planes y programas y cumplámoslos en la medida de nuestras posibilidades. 

Elijamos correctamente nuestros objetivos, pues el no hacerlo nos llevará a una existencia gris y sin perspectivas y nos llevará inevitablemente a un descontento con nosotros mismos, que se reflejará en nuestra propia autoestima, en el carácter y hasta en la salud. 

Pidámosle mucho a Dios sabiduría y discernimiento para conocer ¿cuáles son nuestras metas en la vida?. Hagamos una lista objetiva y sincera; que ésta se convierta en una verdadera declaración de principios y no en un pedazo de papel en el que hay un puñado de esperanzas; allí estará el programa de nuestra vida. 

Haciendo esto estaremos dando el paso que marca el principio de una existencia plena y feliz. 

Ánimo, empecemos hoy recordando siempre que CON DIOS USTED ES INVENCIBLE. 

No soy digno

No soy digno

Si se entiende bien, ante este tipo de dificultades para responder a la vocación diría que se puede pasar por alto la incompetencia, pero no la pusilanimidad: alma encogida, insuficiencia moral, desmoralización. Me explicaré -espero- de modo que se compre


Por: Juan Manuel Roca | Fuente: Fluvium.com 

Si se entiende bien, ante este tipo de dificultades para responder a la vocación diría que se puede pasar por alto la incompetencia, pero no la pusilanimidad: alma encogida, insuficiencia moral, desmoralización. Me explicaré -espero- de modo que se comprenda, trayendo a nuestra consideración un conocido pasaje del Evangelio.

San Lucas relata que Jesús se subió un día a la barca de Pedro para predicar desde allí a la multitud y, al terminar, pidió a Pedro que llevara la barca mar adentro (es el Duc in altum!, ¡mar adentro!, que nos ha repetido Juan Pablo II como consigna para el tercer Milenio cristiano) y echara las redes para pescar. Pedro le respondió que habían estado toda la noche bregando y no habían pescado nada, pero añadió: "sin embargo porque tú lo dices echaré la red". Así lo hizo y quedó atónito, impresionado, al ver que casi no podían sacar la red del agua de tantos peces como habían cogido. Entonces se echó de rodillas a los pies de Jesús, con la cabeza inclinada hasta el suelo, y le dijo: "apártate de mí, Señor, que soy un hombre pecador" (Lc 5, 1-11).

Al ver el prodigio que había hecho Jesús contando con su obediencia, Pedro se asustó, porque se consideraba indigno de servir de instrumento a tales milagros. Pero Jesús le dijo: "no temas. Desde ahora serán hombres lo que tendrás que pescar". No sólo no considera que la indignidad de Pedro sea un obstáculo, sino que se apoya en su humildad para hacerle capaz de atraer a Dios a una muchedumbre incontable de hombres y mujeres, como sucedió ya durante su vida.

Por supuesto que somos indignos de que Dios nos elija para servirse de nosotros como instrumentos: sería grotesco que no nos diéramos cuenta. Pero ya hemos dicho que Dios no nos llama por nuestros méritos (Pedro, con toda su experiencia y su dominio del oficio, había estado toda la noche faenando en vano), sino porque quiere; por eso basta que reconozcamos nuestra indignidad y le hagamos caso, fiándonos de Él, para dar con nuestra vida obediente un fruto maravilloso.

Me parece muy lúcida esta manera de explicar cómo la indignidad y la humildad de los santos hacen que Dios se luzca en los frutos: "Un santo es un avaricioso que va llenándose de Dios, a fuerza de vaciarse de sí. Un santo es un pobre que hace su fortuna desvalijando las arcas de Dios. Un santo es un débil que se amuralla en Dios y en Él construye su fortaleza. Un santo es un imbécil del mundo -stulta mundi- que se ilustra y se doctora con la sabiduría de Dios. Un santo es un rebelde que a sí mismo se amarra con las cadenas de la libertad de Dios. Un santo es un miserable que lava su inmundicia en la misericordia de Dios. Un santo es un paria de la tierra que planta en Dios su casa, su ciudad y su patria. Un santo es un cobarde que se hace gallardo y valiente, escudado en el poder de Dios. Un santo es un pusilánime que se dilata y se acrece con la magnificencia de Dios. Un santo es un ambicioso de tal envergadura que sólo se satisface poseyendo cada vez más y más ración de Dios... Un santo es un hombre que todo lo toma de Dios: un ladrón que le roba a Dios hasta el Amor con que poder amarle. Y Dios se deja saquear por sus santos. Ése es el gozo de Dios. Y ése, el secreto negocio de los santos" (P. Urbano, El hombre de Villa Tevere).

Ya se ve que lo decisivo aquí es el amor impresionante de Dios por el hombre, que nos da motivos para esperarlo todo de Él. El quid de la santidad es una cuestión de fe, de confianza: lo que el hombre esté dispuesto a dejar que Dios haga en él. No es tanto el "yo hago", "yo lo haré", como el "hágase en mí" de aquella muchacha desconocida de Nazaret a la que Dios comunicó que la había elegido para ser Madre de su Hijo.

Las realidades grandes empiezan con humildad: "No te elegí porque seas grande, por el contrario eres el más pequeño de los pueblos; te he elegido porque te amo" dice el Señor al Pueblo de Israel en el Antiguo Testamento. Ciertamente, Dios no nos elige por nuestra grandeza; al contrario, la grandeza de Dios entra en nuestra vida cuando nos abrimos humildemente a sus planes amorosos, como nos enseña la Virgen María, que después de haber concebido en su seno purísimo al Hijo de Dios, canta, llena de humilde alborozo: "Mi alma glorifica al Señor, y mi espíritu se llena de gozo en Dios, mi Salvador, porque ha mirado la pequeñez de su esclava. Desde ahora me llamarán bendita todas las generaciones, porque el Todopoderoso ha hecho obras grandes en mí" (Lc 1, 46-49).