domingo, 19 de marzo de 2017

¡Cuánto tengo que imitar de San José para santificar mi vida personal!

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Hacía ayer oración en una iglesia con una capilla dedicada a San José. Sentado en el banco junto a la imagen del Padre de Jesús. Mientras le contemplaba pensaba en su trabajo callado, minucioso, generoso y silencioso; modelo ideal que debería desarrollar todo cristiano. En San José, ejemplo para todos los que somos padres, se resume además con mayúsculas el espíritu de servicio; el abandono confiado a la Divina Providencia; la conciencia de estar haciendo lo que es voluntad de Dios incluso en lo más sencillo y humilde, con empeño, amor y generosidad; ejemplo de vida espiritual logrando convertir su hogar en un templo donde lo primero que primaba es el amor; que supo siempre imponer la paz; que tuvo el deseo de trabajar para contribuir al bien de los demás hombres; que ejercitó el espíritu de obediencia y docilidad en actitud permanente de atención a la voluntad de Dios y a la Sagrada Escritura; que no perdía el tiempo en lo inútil y vano de la vida sino en lo que verdaderamente tiene fundamento; que supo ser prudente en todas las decisiones de su vida.
La vida de José nada tenía que ver con la autoafirmación y la complacencia personal porque él trabajaba con la plena conciencia de que cumplía la voluntad del Señor, pensando únicamente en el bien de Jesús y María, y de todos aquellos con los que convivía en la pequeña aldea de Nazaret. ¡Cuánto tengo que imitar de San José para santificar mi vida personal!
¡San José que sepa imita de ti tu espíritu de recogimiento, de humildad, de servicio, de amor a los demás, de serena confianza en la Providencia de Dios! ¡San José, enséñame a amar de verdad a tu Hijo con todo mi corazón, con todas mis fuerzas, con toda mi alma y con toda mi mente! ¡San José, padre adoptivo de Jesús, que sepa descubrir aquellos gestos que me hacen imagen viva de la disponibilidad con la que Dios nos recibe tal cual somos! ¡Ayúdame a intuir entre todos los acontecimientos del día a día el paso de Dios en mi vida! ¡Aleja de mí, San José, el apego estúpido a mi bienestar personal! ¡Hazme ser consciente de los dones que Dios me regala cada día! ¡Que sepa ser agradecido por ello, San José! ¡Que mis decisiones, esposo amante de María, las tome siempre sin antes valorar bien a quienes realmente pueden afectar! ¡Ayúdame, San José, a ser consciente de que una vida de amor no está exenta de la sombra del sufrimiento y del dolor que tiene como único camino alcanzar la felicidad! ¡Ayúdame, san José, a ser capaz de consolar a todos los que se sientan afligidos por cualquiera situación! ¡Y dame la gracia de ser un buen marido y padre de familia, siempre a imagen tuya!

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